Una misa frente a un hospital militar, en una plaza, bajo el asedio de tanques o un jueves santo bajo una feroz tormenta en el Panteón. En la cárcel, en la calle, donde una causa justa necesitó, ahí estuvo Francisco de Paula Oliva Alonso, el Pa’i Oliva, con la palabra y la acción. A poco de cumplir 92 años, el Pa’i reflexiona sobre qué luchas trabajar en el futuro “tengo que darme prisa y hacerlo bien”, asegura sereno desde su despacho, en Mil Solidarios donde una hora y media de entrevista quedó corta para conversar sobre su infancia, los sandinistas, Stroessner, su encuentro con Miguel Ángel Soler y otras historias que aún deberán ser contadas. Esta es la primera parte.

Pa’i Oliva nació en Sevilla, España, el 14 de octubre de 1928. Se ordenó sacerdote el 15 de julio de 1941 y terminó los estudios de bachiller con los jesuitas de su ciudad natal, el 25 de julio de 1946. Ese mismo año, el 7 de septiembre, ingresó a la Compañía de Jesús con 18 años edad. 

En el año 1955 fue destinado a una breve misión en Japón, y a su regreso, lo nombraron director de Radio Montilla, donde trabajó hasta 1964. Fue allí donde comenzó a gestarse su venida al Paraguay. “En la radio enseñábamos a leer a los obreros, y contábamos con el apoyo económico de uno de los dueños del pueblo, pero resulta que los obreros pidieron un aumento de sueldo, y cuando los obreros reclamaron, él se enfadó y quitó toda la ayuda a la radio, entonces era imposible sostenerla porque yo tenía que pagar a la gente que trabajaba ahí”, recuerda.

En ese tiempo, nosotros ayudábamos a Paraguay, y un día vino el provincial de los jesuitas y me dijo: ‘tengo dos cartas, una tuya, en la cual tú pides ir al Paraguay porque esto de la emisora no va, y otra, que se ha cruzado, que dice que quieren que tú vayas al Paraguay’ ”, rememora el Pa’i. 

Sus últimos recuerdos de España no son los más gratos. Habían pasado 25 años de la guerra civil, pero a la dictadura franquista aún le quedaban varios años por delante. “Tenía compañeros jesuitas muy buenos. Había un sitio que se llamaba El pozo del tío Raimundo, en Madrid, en un barrio muy pobre, allí se hicieron amigos de esa famosa comunista, La Pasionaria y compañía, pero lo demás, era horrible. No había ni organizaciones, estaban todos muertos los luchadores y cuando alguno hacía algo, le quitaban del medio y fuera. La opresión más fuerte había pasado, ahora nada más tenían que dar sustos esporádicos y la gente se ‘portaba bien’, era peor todavía”, relata. 

Llegó al Paraguay en 1964 con 56 años e inmediatamente trabajó con jóvenes del Colegio Cristo Rey, Nacional de la Capital, Nacional de Niñas, del Goethe etc., y con universitarios de medicina e ingeniería. El Pa’i asegura que ese primer contacto le cambió la forma de ver la realidad social. “Cuando llegué, encontré una cosa que no conocía, una dictadura bruta. Yo he conocido tres dictaduras, la de España, que ya estaba moribunda, pero que le bastaba el miedo para que todo siga igual, la de Paraguay, que era bruta de verdad, y después la de Argentina, que además de bruta, era científica, y era mucho peor, hacía cosas peores, pero lo hacía científicamente. Por ejemplo, si le faltaba saber en un barrio quiénes eran los que se reunían para organizarse, metían presos a una serie de personas, los torturaban, y si no tenían nada, les abrían la puerta y se iban, y a otros los mataban, los tiraban desde aviones al mar. Aquí en Paraguay reinaba la voluntad de un hombre, allí en Argentina eran varios y peleados entre sí, en competencia a ver quién hacía más el mal”, reflexiona.

Fotog. tomada durante la entrevista. Junio del 2020.

De Asunción a Ciudad Sandino

El abierto apoyo de Oliva a la huelga de estudiantes de medicina en 1964 marcó el inicio de la persecución desatada por la dictadura en su contra, pero sobre esto, ahondaremos en la segunda parte de esta entrevista.

En octubre de 1969 fue llevado hasta Clorinda por agentes policiales y un gendarme argentino lo salvó de ser arrojado al río. “Yo estuve en Paraguay 5 años hasta que me echaron, y fui a Argentina, donde estuve 9 años, los tres últimos bajo dictadura militar. Poco antes del golpe de Videla presentíamos que se venía una dictadura, y me escondieron en un lugar, de ahí pasé al Colegio de El Salvador otro tiempito, de donde me enviaron a España, y después volví a Argentina. Todo eso era para intentar borrar ante la dictadura mi ‘cara mala’, o bueno, esa era la idea de los que me ayudaban, pero eso era imposible, porque llegué y comencé a trabajar otra vez con la comunidad”.

Los últimos meses de su paso por Argentina, fueron los más duros. La represión aumentaba y el cerco sobre él se iba cerrando. “Mataban a muchos jóvenes que luchaban, los mataban, los mataban impunemente. Yo particularmente casé a 16 parejas en ese tiempo, todas murieron, fue una cosa muy fuerte ese periodo. Yo el último año y medio lo viví en un sótano. La verdad, no sabía si me iba a levantar al día siguiente, no sabía cuánto más iba a vivir porque el cerco se iba cerrando. Al final estábamos entre 4 en una oficina, un paraguayo, una monja francesa, yo, y una chica argentina. De ese grupo, asesinaron a los dos primeros, la pasamos muy mal”, rememora el militante cristiano trazando con una memoria impecable el extenso mapa de su experiencia de lucha y resistencia. 

Mira, en América yo viví esto muchas veces: Un sitio donde se empezaba a luchar, un sitio donde se estaba luchando y un sitio donde se triunfó ya. Yo he vivido las tres experiencias, donde no había nada, por ejemplo, en Ecuador. En Ecuador yo una vez hablé de Darwin y me quitaron la cátedra en un colegio jesuita, porque hablé de la evolución de las especies. Habían otros lugares donde se estaba luchando muy fuerte, y otros donde se había triunfado ya, como en Nicaragua”, explica Pa’i, mientras dibuja tres círculos de diferentes tamaños con los que representa la intensidad de la lucha en los países que visitó.

Sin trabajo, por culpa de Darwin, le llegó la información que de que en Nicaragua le habían ofrecido a la Iglesia un programa de radio de una hora por la mañana, que se repetiría por la tarde, y que no encontraban quien lo conduzca. “Esa noticia llegó a mí y bueno, lo agarré, fue al día siguiente del triunfo de la revolución sandinista”. Así inicia una travesía que duraría 7 años en la Nicaragua sandinista. 

Cuando llegué ya era un periodo después del triunfo, muy interesante, que poco a poco se fue estropeando, porque EEUU no se quedó tranquilo, puso bombas a la refinería, hizo un ejército llamado los contras, o sea, no se quedaron quietos y al final (los sandinistas) no pudieron sacar a flote ese momento, pudiendo haberlo hecho”, evalúa.

Fotografías de la Nicaragua sandinista

Oliva habla en primera persona sobre los años de la revolución sandinista, su ascenso y declive. “Un momento que recuerdo fuertemente es la visita del Papa a Nicaragua. A mí no me dieron permiso para celebrar la misa con él en la tribuna grande, yo me podía meter con la gente, pero en eso no. Para mi fue muy fuerte, porque fue como no comprender nada lo que significaba la muerte de los jóvenes en la lucha con los contras. Precisamente el día antes de la llegada del Papa había ocurrido una matanza de jóvenes y las madres querían que el Papa diga algo, que iba a rezar por los jóvenes, nada más que diga eso, pero el otro no escuchó”, enfatiza.

El entusiasmo del Pa’i al hablar de Nicaragua es notable. Sonríe, gesticula mucho y dibuja en su cuaderno, a lápiz, parte de lo que va relatando. “La vida en la parroquia era muy buena, muy sencilla, pero a la vez nosotros nos estábamos preparando por si venía la invasión norteamericana y todos teníamos una metralleta, una muy simple, pero una metralleta al fin. En ese tiempo en Nicaragua yo era miembro de una cooperativa campesina, yo era el décimo miembro de ‘Vaca Lechera’, fue una experiencia muy interesante. La cooperativa trabajaba para venderle leche al gobierno, y con eso vivían 15 a 20 familias. Mi papel era buscar ayuda en el extranjero. Al principio me dieron como papel ordeñar las vacas, pero yo no era muy bueno, no sabía, tardaba un siglo, entonces tomé la tarea de llevar a pastar a las vacas antes del amanecer y hasta mediodía, otra ida, y después de noche, muy buenos recuerdos”.

Pero no todo era armonía en una Nicaragua en efervescencia, en guerra. “Yo estaba en la capital, Ciudad Sandino y ahí los contras no llegaban, bueno, hasta cierto punto. Una vez, en el día del aniversario de lo sandinistas, un señor y yo nos quedamos de noche para cuidar un caserío que teníamos allí con armas y otras cosas. Todos se fueron a bailar un rato a la fiesta, entonces de pronto los contras aprovecharon y empezaron a avanzar. Fijate que la escopeta que teníamos era un asco, tenía cinta adhesiva de arreglo, o sea eso al primer tiro se desarmaba, entonces en un árbol nos pusimos los dos esperando que vinieran para hacer lo que podíamos. Menos mal que se avisó a tiempo a los policías y llegaron para salvar la situación”, cuenta y sonríe.

Un tiempo después, los de la contra estaban cercanos, más fuertes. Yo recuerdo que por esas cosas de la vida, entablé relación con un grupo de campesinos en las altas montañas, bastante lejos. Iba cuatro a cinco días a estar con ellos cada tanto, en el marco de la cruzada de la alfabetización y juntábamos dinero para armar una escuela. Un día me llevan al cuarto donde yo iba a dormir y vemos que en la entrada estaba escrito ‘muera el cura’ , por lo que entendimos que los contras habían llegado allí. Ellos me dijeron; ‘no se apure, esta noche tenemos tres redondeles de jóvenes para que usted duerma tranquilo’«, recuerda.

Los sandinistas y la iglesia

Nicaragua es probablemente el lugar donde el Marxismo y la Teología de Liberación tuvieron su más largo y profundo romance. La Misa Campesina Nicaragüense de Carlos Mejía Godoy y el legado de Ernesto Cardenal, dan fe de ello. “Los sandinistas desde el poder tenían una apertura bárbara, no había ningún problema con lo religioso, nada, pero estaba la Iglesia con la mala suerte que había un cardenal de apellido Obando, ese señor era un indeseable, entonces, nosotros queríamos que los sandinistas y la Iglesia se entendieran y no hubiera problemas. Entonces, fíjate, trabajamos con la Iglesia en un documento, y trabajamos con lo sandinistas en escribir otro documento, la idea era acercarlos”.

Después vino el plan de alfabetización, fue algo maravilloso. Todos los países daban algo, uno daba las botas, otro las camisas, otros los pantalones, otros los libros. Entonces nosotros con lo sandinistas escribimos, o sea, buscamos por América gente que supiera marxismo y el plan era hacer tres libros, pero solo pudimos publicar el primero, que tenía una introducción sobre el sandinismo y marxismo, la vida de estos señores, e inmediatamente la parte económica del marxismo, un libro muy bien editado, precioso. Es que la Unión Soviética mandaba sus manuales, y nosotros no nos fiábamos de esos manuales, ni los sandinistas, entonce hicimos estos libros”, recuerda.

La guerra económica y la financiación de los EEUU a los contras significaron una enorme presión y desgaste a la economía sandinista, por lo que el gobierno impulsaba un aumento de la capacidad productiva interna. “Hacía falta trabajar mucho en Nicaragua, entonces un año decidimos que la semana santa entera se trabajaría. Pero al Cardenal ese se le ocurrió, para llevar la contra, poner un vía crucis grandiosa, con lo cual el viernes santo teníamos un problema. Entonces nos reunimos con los sandinistas a pensar qué hacer y lo arreglamos muy bien, dimos libertad para que el que quiera fuera al vía crucis y el que quiera, vaya a trabajar, y nos fue muy bien. Lo que podía ser un momento de tensión, no lo fue”. 

En 1986 estalló el escándalo conocido como Irangate, se descubrió la venta de armas de forma ilegal a Irán para conseguir financiación para los contra. Este escándalo demostró la injerencia de los EE.UU en la agresión a Nicaragua y motivó la resolución del Tribunal Internacional de La Haya, que condenó a los Estados Unidos a indemnizar a Nicaragua.

En simultáneo, al interior de la nicaragua sandinista, se gestaba un proceso interno de descomposición que acabaría con la derrota electoral de 1990. “Nosotros veíamos que algo estaba cambiando, presentíamos que se venían los politiqueros, porque se cometieron errores absurdos, muchos no estuvieron a la altura que debían de estar todos. Por ejemplo, había una Ley de servicio militar obligatorio para que fueran a luchar contra los contras, eso a los padres que no tenían los ideales de sus hijos, no les gustaba. El día que iba a cerrarse el proceso electoral había un millón de personas en la plaza de la revolución. Los sandinistas iban con el propósito de anunciar que no había más obligatoriedad del servicio militar para ir a luchar con los contras. No sé cómo se arreglarían, pero habían decidido eso, pero llegan allí Ortega y compañía y cambian el discurso, frente a toda esa gente entusiasmada que estaba allí, y dicen que no. Yo creo que allí la gente decidió no votarles a ellos, votarles a los otros, a la señora que vino«.

El 25 de febrero de 1990 se celebraron las elecciones, las que dieron la victoria a una alianza opositora con el 54% de los votos, mientras que el FSLN quedó con 40%. Dos días después empezaron las negociaciones con la participación de Jimmy Carter, representantes de la OEA y la ONU. Entre otras cosas se acordó la permanencia del general Humberto Ortega Saavedra como comandante en jefe del EPS, la reducción de este y el desarme de la Contra; las negociaciones terminaron el 27 de marzo con un llamado «Protocolo de transición», por el cual 8 de los 14 partidos de la UNO se negaron a asistir a la toma de posesión, y el 25 de abril Daniel Ortega le entregaba el poder a Violeta Chamorro.

Esto se cuenta bien en un libro de Sergio Ramírez, uno de los primeros que se apartaron de los sandinistas cuando Ortega y unos cuantos entraron ya a la corrupción de una manera absurda, eso fue un mal paso. Fijate, tienen unas elecciones, fueron valientes en hacer unas elecciones, pero durante la transición se quedaron con dinero que no les correspondía y ya nadie les creyó. Eso fue una pena, y con eso, lo mejor del sandinismo se apartó”.

Pa’i Oliva es un testimonio vivo, repleto de fantásticas y tan latinoamericanas anécdotas que reflejan las contradicciones, los avances y retrocesos de las luchas de liberación y revolución en este siglo pasado y en este.

En la segunda parte de esta entrevista, recorreremos sus pasos en Argentina, cómo burló a la dictadura para nacionalizarse, su retorno al Paraguay poststronista y su mirada sobre la situación actual.

Por Fabricio Arnella.

*Imagen de inicio: Foto tomada por Dani González.