En esta segunda parte, el Pa’i de las causas justas, nos cuenta sobre un memorable encuentro en Buenos Aires, sobre su regreso al Paraguay post-stroessner, sobre Lugo y el golpe parlamentario, su vínculo con los Bañados, y comparte reflexiones que son frutos de una frondosa experiencia de lucha por un mundo en el cual “podamos darnos las manos todos, dar pasos, estar seguros y no perder a nadie”.
El recuerdo más antiguo del Pa’i es de una masacre desatada en su natal Sevilla, durante su infancia, cuando un grupo de obreros intentaron tomar una fábrica de armas del ejército. “Yo tenía 7 años y era el comienzo de la dictadura, era el primer día. Recuerdo que vinieron los mineros por una calle a tomar la fábrica de armas esa, los dejaron acercarse y los mataron a todos”, recuerda nítidamente. Eran los inicios de la era franquista y aquel intento de los sublevados marcaría su vocación.
En nuestro país, no pasaría mucho tiempo desde su llegada en 1964, para que su actividad social ingrese en los radares de la represión stronista y ocasione su detención y expulsión. “Un día hubo un festival grande en el Colegio Goethe, en el edificio viejo que tenían sobre la Avenida España. Era un festival grande y se cantaba a desalambrar y todo eso, pero cuando estábamos acabando, nos llega la noticia de que venía la policía a buscarnos. Reaccionamos tranquilos. Cuando vimos la señal de que se cortara la música, desaparecimos todos, entonces llegó la policía pero ya no había nadie, ni luz encendida, ni rastros de que haya pasado algo”, recuerda.
Eran los años de la represión recrudecida de la tiranía militar fascista, tanto en el campo como en la ciudad, pero el Terrorismo de Estado tenía todavía un largo trayecto como parte del macabro plan trazado por el gobierno de EEUU y extendido en todo el continente a través del Operativo Cóndor, en nuestro país con masacres como la de la Pascua Dolorosa, el Caso Caaguazú y otras. Aún así el régimen tenía notables fisuras, producto de las debilidades de sus referentes. “Fijate lo débil que era a veces la dictadura, bueno, yo me quise nacionalizar, pero se enteró Stroessner, y lo prohibió. Entonces nosotros, con los muchachos y las muchachas que trabajábamos, pensamos cómo se podía vencer esa dificultad y descubrimos una manera. Resulta que el General era un degenerado cualquiera, y todos los jueves por la tarde iba a una casa de prostitución, entonces al día siguiente, como señal de que había trabajado, le ponían dos montañas de papeles, en una, lo que tenía que firmar, en otra lo que no. Mi solicitud estaba de lado de los papeles que no tenía que firmar, pero conseguimos que la pasaran para el otro lado. Toda la malicia del gobierno contra mí se venció de esa manera, de un plumazo”, rememora sonriendo el Pa’i.
“Yo llegué en el 64, y en el 69 me echaron esos policías, pero con mucha falsedad. Cuando me echaron estaba el General Brítez dando gritos en su despacho y yo sentado en medio de varios policías. Me gritaba que yo era el Lenin de los campesinos, y yo no tenía nada que ver con los campesinos, bueno, siempre iba a ayudar a los campesinos con los universitarios, tenían un buen equipo para hacerlo, pero no era yo el que trabajaba con los campesinos, eran Caravias y otros, yo trabajaba en Asunción”.
Estando preso, Oliva se había declarado en huelga de hambre y pese a su resistencia, era permanentemente trasladado a distintos centros de detención de la dictadura. “Me tenían así de un lado para otro y al final me llevaron a Clorinda y ¡fuera! Era a causa de los jóvenes, porque ayudamos a despertarlos”, afirma.
Idas y vueltas por nuestramérica
“En Argentina al principio no había dictadura, tuve la ocasión de conocer a Perón cuando llegó, pero hubo mucha muerte allí. Después se vino el golpe militar y la dictadura, que la viví por tres años. No me agarraron porque el día que fueron a buscarme yo no estaba en Argentina, la policía lo sabía, pero la policía y los militares estaban peleados, entonces fueron por mí y no había nadie, yo estaba en Londres buscando dinero para ayudar”.
Desde la guerra civil de 1947, Argentina fue la principal retaguardia, refugio y espacio de reorganización de militantes de las diversas tendencias antidictatoriales y revolucionarias en el exilio, lo que propició épicos encuentros, como el que sostuvieron el Pa’i Oliva con Miguel Ángel Soler, entonces Secretario General del PCP. “Estaba yo en Argentina y un día me dijeron que Soler quería hablar conmigo y me preguntaron si yo aceptaría, ‘por supuesto’, les dije. Entonces me pasaron a buscar en un coche, nos dimos muchas vueltas, para luego cambiarnos a otro coche, otra vez muchas vueltas, y al tercer coche, paramos en un sitio donde estaba Soler. Charlamos dos horas o tres al atardecer, él me hizo muchas preguntas sobre cómo estaba Paraguay antes de que me expulsen, pidió mi consejo sobre la posibilidad de volver o no al país. Yo abiertamente le dije que no, porque él era un objetivo apetecible, lo buscaban, alguno lo podía traicionar, pero creo que él ya tenía su decisión tomada, no se convenció de mi sugerencia de no volver, o que lo haga más tarde o de otra manera. Soler me dio muy buena impresión, era un tipo intelectual, que piensa, muy bueno. A José Asunción Flores también lo conocí en Buenos Aires, pero el que más impresión me dio fue Soler, muy bien, mucha valía, podíamos hablar perfectamente de muchas cosas”, expresa Oliva.
Mira en retrospectiva y analiza el golpe a Stroessner y los errores a corregir. “Fue una lástima que no hiciéramos nosotros la liberación y que lo haya hecho Rodríguez, ahí lo manchó todo. En parte hicieron el golpe porque se la veían venir, ellos se adelantaron, fue una lástima. Hubiera sido bueno haberlo hecho nosotros, así las cosas tomaban otro rumbo”, reflexiona Oliva, a quien la noche del autogolpe de continuidad stronista lo tomó por sorpresa de vuelta en España. Pasarían largos siete años para que pueda regresar a nuestro país.
“Hay mucho trabajo por hacer en nuestramérica, pero lo que hace falta es saberlo hacer, y en eso a veces los yankees nos ganan. Ellos con sus Universidades hacen estudios, tesis sobre puntos concretos, estudios que le dan mucha información sobre la conveniencia o no conveniencia de hacer algo, y nosotros a veces hacemos algo porque “nos parece” y no tiene que ver con la realidad”, analiza.
Apenas llegaron a España las noticias del golpe a Stroessner, el Pa’i comenzó a armar maletas aunque no volvería hasta el 96. “En el 89’ yo inmediatamente escribí una carta diciendo ‘¡voy para allá!’, y me contestaron muy frío: ‘no, que han venido los demás jesuitas y el gobierno se va a asustar’. Así me tuvieron dos o tres años y yo ya me harté y les pregunté, ‘bueno, pero quién me echó, la iglesia o stroessner’. En eso me perdí dos o tres años, hasta que decidí volver”, cuenta.
Ya en Paraguay, luego de breves escalas por Argentina y Nicaragua, los problemas para el Pa’i no acabaron. “Mira, mi ilusión, mi deseo fue siempre vivir como viven los obreros, los pobres, así que cuando volví, les dije a mis pares que yo quería venir a vivir al Bañado. Y ahí empezaron otra vez las peleas. ‘Tú llegas y pones condiciones’, me dijeron. No querían, así que cuando llegué estuve un año en el Cristo Rey y luego ya me vine para esta casa en el Bañado Sur”, nos relata.
La llamada “transición democrática”
“Yo estoy muy contento con todas las cosas que he hecho. Sabes de qué me he dado cuenta, de que si las obras salen bien, es señal de que tú las has hecho acertando el momento que están viviendo las personas, y esos momentos varían, un momento dura 5 años, pero después hay que darle un cambio, otros momentos duran 10 años. Por ejemplo la experiencia de Parlamento Joven, es algo que muy bien estuvo, muy bien, pero venía Lugo y yo pensé que era la ocasión de meterse. Esos jóvenes tenían una formación única y gran compromiso”.
Oliva tuvo papeles destacados en distintos momentos de la llamada transición democrática, desde las jornadas del Marzo Paraguayo, dando misa para evitar que los tanques de la caballería ingresen a la plaza colmada de pueblo, pasando por el proceso del Parlamento Joven, las luchas bañadenses, hasta Curuguaty. Precisamente hoy se cumplen dos años de la liberación de los presos políticos de Curuguaty, luego de que la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia diera lugar al recurso de casación que revocó la condena.
Un momento más que relevante de la “transición”, fue el periodo de gobierno de la alianza encabezada por Fernando Lugo, interrumpido por el golpe de Estado parlamentario. Valorando aquella derrota a la larga y corrupta hegemonía colorada como una oportunidad para dar saltos importantes en términos de cambios y en reclamo de justicia tras aquella nefasta masacre de campesinos y policías, el Pa’i también formaría parte de la breve resistencia al golpe de Estado del 2012. “Quitaron a Lugo siendo presidente legal, y hay cosas que no puedo explicarme. Oye, ¿qué nos pasó?, nos pasó algo similar a lo que les pasó en algunos barrios con el tema de las USF (Unidad de Salud Familiar), no las hicieron suyas y se las quitaron, salvo algunos sitios del Bañado donde las conservan todavía, pero en otros lugares, las quitaron, porque la gente no las hizo suyas, las hubieran peleado. Yo creo que lo de Lugo para muchos era eso también, no lo hicieron suyo al gobierno, era lo que había, pero no lo hicieron suyo y debieron haberlo hecho y él debió haber sido distinto», reflexiona.
La bandera del cambio y la cercanía con el pueblo a través de los Ñemongueta Guasu (Gran Conversatorio, en guaraní), fueron los sellos distintivos de la exitosa campaña electoral que derrotó a la ANR en el 2008. Sin ser parte orgánica del proyecto de la Alianza, Oliva siguió muy de cerca el proceso de cambios coartado violentamente el 2012, y reflexiona críticamente sobre momentos de ese periodo. “En un momento a Díaz Bordenave y a mí nos dieron una pila de cuadernos que eran los apuntes que Lugo hacía durante las visitas (Ñemongueta Guasu) a campesinos y otros en la campaña electoral. Yo creo que no servían de mucho esos apuntes, porque no estaban hechos con vistas políticas, no se tomaban en cuenta”, enfatiza Oliva. Asegura que se fortaleció esta idea en repetidas visitas que realizó al entonces presidente Lugo. “En un cuaderno tomaba nota de lo que le decía, pero no me contestaba, ni siquiera preguntaba qué pruebas yo tenía sobre lo que le decía. Por ahí no va, no va«, critica.
«Por ejemplo cuando sucede el golpe, él dice que sale tranquilo “para que la gente no muera”, no es cierto, si él tiene un ideal que comparte con la gente, él tiene obligación de defender ese puesto, ese ideal, pero le faltó coraje, y a la gente le faltó hacerlo suyo. Ahora, ahí la culpa la tenemos todos, porque ese era un puesto, una cosa que había que aprovecharla, porque si dejamos que se estropee, se va, y esas son oportunidades que no se dan cada rato”, reflexiona el Pa’i.
El futuro
A qué luchas apostar y qué tareas llevar adelante son preguntas cruciales que ocupan hoy la mente del Pa’i Oliva en relación al futuro. “Ahora estoy situándome de nuevo para ver cómo me meto, qué tareas llevo adelante. Estoy buscando qué tener en mente con prioridad, porque yo voy a poder estar en esto tres o cuatro años más, y experimento ya algunas dificultades, por ejemplo anoche no dormí nada, a la una me duché y luego desayuné. Me gustaría hacer algo que valiera la pena. Tengo que darme prisa y hacerlo bien”, asegura pausado y reflexivo.
Una de las luchas siempre presente en la actividad semanal del Pa’i, es la causa por la libertad de los seis campesinos presos políticos en Tacumbú. “Mira, ese es un caso que lo llevo mucho aquí”, indica señalando un cuadro de su pared que le regalaron los seis campesinos, “y es algo que no me entra en la cabeza”, enfatiza y gesticula con fuerza.
Los seis campesinos son seis ex dirigentes políticos del Partido Patria Libre condenados de manera ilegal en el año 2012 a penas de 35 años de prisión, sin más pruebas que el único y varias veces contradictorio testimonio de un funcionario del Ministerio Público. A la fecha, Roque Rodríguez, Arístides Vera, Gustavo Lezcano, Basiliano Cardozo, Agustín Acosta y Simeón Bordón llevan más de 14 años de prisión política en cárceles argentinas y paraguayas.
“Aquí en Paraguay noto de vez en cuando unos errores muy grandes, lo de Lugo por ejemplo, pero lo de estos seis campesinos, ¿por qué no se convence un montón de gente?, por un miedo lejano de que hayan hecho o no hayan hecho, es un miedo absurdo, es absurdo. Ellos deberían estar en su casa ya, ¿qué vamos a esperar, mandarlos viejos a sus casas?”, se pregunta.
Insiste en la necesidad de la unidad de quienes luchan por una vida digna, sin privilegios para unos pocos en detrimento de otros muchos, afirmando que las décadas de vida en el Bañado han reforzado esta convicción. “La gente es como es, y se acostumbra uno a eso, pero el Bañado es muy duro también, porque en el Bañado hay peces gordos muy malos, muy malos, no hay dinero y se pasa muy mal a veces, por eso tenemos que unirnos más, fijate en lo de Curuguaty, no sé cómo están, espero que estén bien, pero fue una gran lección”, afirma.
El sacerdote jesuita que define a la felicidad como “crear un ambiente en el cual podamos darnos las manos todos, dar pasos, estar seguros y no perder a nadie”, continúa con perseverancia su actividad periodística y social. “Yo no sé si me escucha la gente, pero si me escucha algo, vale la pena. Vamos a ver, yo lo único que tengo es que cuidarme de no cansarme. Lo que quisiera es insistir en el asunto este de que tenemos que ayudarnos unos a otros. A veces no se da eso y es una pena”, finaliza.
Una misa frente a un hospital militar, en una plaza, bajo el asedio de tanques o un jueves santo bajo una feroz tormenta frente al Panteón. En la cárcel, en la calle, donde una causa justa necesitó, ahí estuvo Francisco de Paula Oliva Alonso, el Pa’i Oliva. A poco de cumplir 92 años, ahí está el Pa’i Oliva, con la palabra y la acción.
Por Fabricio Arnella.
[Primera parte de la entrevista aquí]
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