Por Miguel H. López

La dignidad, la coherencia de clase y de principios suelen constituir el capital más valioso que tiene la clase trabajadora y por extensión sus organizaciones y dirigentes. En estos días la mayoría de las centrales obreras del país nos mostró –una vez más- su costado más ruin y traidor al salir a apoyar –conjuntamente con gremios patronales- la gestión personalista de una funcionaria de gobierno, la ministra del Trabajo, Empleo y Seguridad Social, Carla Bacigalupo y por consiguiente la del Gobierno colorado de Mario Abdo Benítez.

En una nota dirigida al mandatario los referentes de las principales nucleaciones del sector sindical: Central Unitaria de Trabajadores (CUT), Central Unitaria de Trabajadores-Auténtica (CUT-A), Central Nacional de Trabajadores (CNT), Central General de Trabajadores (CGT), Confederación Paraguaya de Trabajadores (CPT), no dejan lugar a dudas al considerar que la gestión de la secretaria de Estado debe ser defendida y respaldada por el mandatario por lo buena que resulta.

Aparte de lo vergonzante de la posición de quienes dicen representar a uno de los sectores más vapuleados y violentados por el Gobierno en alianza con las patronales como parte del sistema, el barro en el que se paran cobra mayor densidad porque su pronunciamiento se produce en un momento álgido y crítico. Más de 100 mil trabajadores y trabajadoras quedaron en la calle por despidos injustificados o cesación laboral a raíz de la emergencia sanitaria por pandemia de Covid-19. Desde el METSS no fue desplegado ningún mecanismo real y efectivo para proteger y dar respaldo a los trabajadores. Por el contrario, muchas de las medidas de los empleadores violentando derechos consagrados fueron consentidas y legitimadas por la dependencia del Trabajo. Esto genera sobradas y justificadas críticas que mueven el piso de Bacigalupo, principal responsable del desmadre en el sector. Entonces el mensaje que deja la dirigencia de las centrales obreras, con su carta de apoyo, es que prefieren evitar que caiga la verdugo de su propia clase y no reclamar con energía ni generar planes y acciones de lucha para que el Estado revierta el crítico cuadro que pesa sobre los y las trabajadoras.

Como preámbulo inmediato y significativo de todo, está el antecedente en donde los mismos firmantes del controvertido comunicado “sindical” aprueban un informe de Bacigalupo en el Consejo Consultivo Tripartito –donde también están representantes de las patronales- en la fase última de 2019 [1]; y pese a que un informe de Contraloría destaca mal manejo de fondos y la misma funcionaria habla de faltas administrativas en camino de solucionarse. Según una auditoría realizada a la gestión en el METSS, la ministra malversó  G. 1.494.308.512 que debían destinarse a cursos, capacitación y afines [2].

Otro dato no menor y que describe un horizonte de acciones y realidades para comprender conductas y decisiones en la dirigencia sindical de las centrales que nos ocupan, es el hecho de que entre 2018 y 2019 recibieron G. 3.984.985.000 a fin de desarrollar “proyectos de formación y capacitación”. De ellas, la CNT fue la que llevó más recursos públicos: G. 1.350 millones; la CUT G. 1.334 millones y la CGT un promedio de G. 1.300 millones [3]. No decimos que el Estado no deba invertir como cuota social en la formación y articulación de la sociedad y sectores. El problema radica en la línea ética que se traspasa al usar estos fondos como mecanismos de cooptación, prebenda y domesticación de la dirigencia. Lógicamente en estas historias siempre hay dos lados y ambos tienen altas responsabilidades. Desde el Gobierno por instrumentar dinero público para “atar” compromisos y apoyos, pervirtiendo su razón de ser; y desde el lado de la dirigencia por admitir y claudicar al juego de someterse a tal indignidad, traicionando toda ética gremial y principios de la clase trabajadora de autonomía, independencia y no adscripción a poder político estatal alguno, menos a aquellos sectores que la sojuzgan, expolian y explotan.

¿Qué más se mueve en la trastienda?, no podemos precisar, pero la historia cercana da muchos ejemplos. Uno de ellos y que está marcado a fuego es el modo en que desde el Consejo del extinto Banco Nacional de Trabajadores, cierta dirigencia de las Centrales actuó por acción y omisión para ejecutar acciones de corrupción, desvalijar al ente y quebrarlo articulado con el poder político y empresarios. Este hecho provocó uno de los daños patrimoniales más grandes al sector. El hecho no estuvo exento de cinismo ya que la misma dirigencia acusada dijo que la querella presentada por varios sindicatos en su contra era una persecución, bastardeando aún más su investidura. Ya no citamos los varios momentos de traición perpetrados por las representaciones a través de las centrales obreras desde el Consejo del Instituto de Previsión Social.

Decíamos que la dignidad es posiblemente la única bandera que ningún representante de trabajadores –ni los/as mismos/as trabajadores- debe arriar. A lo largo de la evolución de las sociedades fue y es lo que mantuvo y mantiene en pie las luchas, conquistas y la humanidad de la clase, la única que en definitiva salva y salvará a la clase.

*Imagen de inicio: Ilustración de Fernando Vicente, para Diez días que sacudieron el mundo, de Jhon Reed.


[1] https://www.abc.com.py/nacionales/2019/09/13/centrales-obreras-respaldan-gestion-de-basigalupo/

[2] https://www.hoy.com.py/investigaciones/administracion-de-bacigalupo-malverso-g.-1.500-millones

[3] http://ea.com.py/centrales-que-apoyan-a-bacigalupo-recibieron-3-984-millones-del-gobierno-entre-2018-y-2019/