Editorial del 29 de junio del 2020.

Así suelen decir quienes dirigen al Paraguay para descalificar a las organizaciones revolucionarias que luchamos por el socialismo-comunismo.

Su intención es totalmente estratégica: desprestigiar al proyecto comunista y dividir a la clase trabajadora. ¿Por qué es estratégica su intención? Porque si la clase trabajadora logra unificar a la mayoría de las personas que la conforman y entonces desarrolla una estrategia revolucionaria para construir y disputar el Poder a la hora de resolver la producción de las riquezas, quienes dirigen a nuestro país tendrán sus días contados, pues son una ínfima minoría en relación a las y los millones de trabajadores que día a día estamos produciendo todas las riquezas del país, explotados por quienes verdaderamente realizan menos esfuerzos y tienen una calidad de vida privilegiada basada en la explotación.

Las Declaraciones Juradas presentadas por quienes ocupan cargos públicos exponen solo una parte de la responsabilidad por esta situación dramática que vivimos desde hace décadas en nuestro país. Los multimillonarios dueños de las empresas, las tierras, los bancos, son responsables aún mayores y aún más impunes, porque diseñaron un Estado en función de sus intereses, de sus ganancias, favoreciendo a la coima, el soborno, el tráfico de influencia, como sus principales mecanismos para que sus negocios prosperen, sin ninguna responsabilidad con el desarrollo de políticas de Estado que favorezcan la igualdad de condiciones para todas. Son ellos los que generan las condiciones para que la politiquería sea la que maneje el Estado en favor de sus intereses, cobrando por eso millones y millones.

Este nuevo préstamo que presenta el Gobierno del fraude es otra muestra más de que las mayorías trabajadores tienen que quitarle toda su confianza y confrontar con los explotadores. Desde 1870 a esta parte, se han contraído préstamos que los hemos pagado generaciones y generaciones de gente humilde, honesta y trabajadora, para que los millonarios sigan viviendo de manera privilegiada. Hoy, como es lógico, este gobierno continúa esa política de saqueo, como buen heredero del stronismo represor y rapaz.

Las mayorías trabajadoras del campo y la ciudad, los más de cinco millones de habitantes que formamos parte de la clase trabajadora y explotada, debemos identificar a esa minoría parásita y haragana que vive con lujos a costa de nuestro esfuerzo. Son las direcciones de los partidos conservadores, sobre todo el Colorado, el Liberal, Patria Querida, Hagamos, UNACE, los que debemos vaciar para fortalecer una política propia al servicio de intereses verdaderamente democráticos.

Defender los Contratos Colectivos de Condiciones de Trabajo y la libertad sindical, para toda la clase trabajadora de la ciudad y del campo, incluyendo la jubilación para el campesinado que trabaja la tierra, debe formar parte central de nuestro proyecto de resistencia en ofensiva contra los parásitos y haraganes. Cobertura a toda esa clase trabajadora que sobrevive sin ninguna garantía ni derechos, más que la dedicación de 10, 12, 16 y hasta 18 horas al día para poder subsistir, es fundamental, como base para la unidad de clase, tan necesaria para superar esta crisis.

Mucho trabajo desde abajo es lo que necesitamos. Mucha concentración en recuperar nuestra confianza como clase trabajadora, como lo venimos diciendo desde el Partido Comunista Paraguayo, conscientes de que no son las palabras, los discursos, los documentos, los principales instrumentos para la recuperación de esa confianza capaz de hacer valer nuestra condición mayoritaria en la sociedad, sino la práctica, la construcción de vínculos solidarios y de trabajo colectivo, el respeto y el cumplimiento de los acuerdos y la disposición de luchar y arriesgarnos juntos en la construcción de un nuevo país.

Entonces, desde la autocrítica que se demuestra en la práctica, con renovación concreta de la cultura militante y de la dirigencia social y política del campo popular es que podremos resistir en ofensiva frente a las patronales y su gobierno del fraude, que nos imponen deuda, desempleo y la dregadante y fragmentadora lógica del “sálvese quien pueda”.

*Imagen de inicio: Ilustración de Vicente Fernández.