Alhelí Cáceres [1]
“La mayor contradicción en nuestra época es, precisamente, la capacidad de la especie para autodestruirse y su incapacidad para gobernarse” Fidel Castro
“Para poder luchar, la clase obrera tiene que organizarse como clase en su propio país, y este es la palestra inmediata de sus luchas. En este sentido, su lucha de clases es nacional, no por su contenido, sino por su forma”. K. Marx. Crítica del Programa de Gotha (1875)
Cualquier intento por interpretar los eventos que tienen lugar en la región en general, y en Paraguay en particular, requiere ser abordado partiendo del conjunto de relaciones, es decir, del capital como relación social dominante a escala global, relación de la que nuestro país no se encuentra exento, y para ello es necesario ir de lo concreto a lo abstracto, analizar las especificidades que ha cobrado la reproducción del capital y sus ejes de acumulación tanto en la región como en Paraguay. Por ello no pueden obviarse del análisis los aspectos históricos relacionados con el lugar que le fuera asignado a la región en la división internacional del trabajo como proveedora de materias primas de escaso valor agregado por excelencia, lugar consolidado durante el período colonial y vorágine de la que la región no ha podido escapar; entre otras cosas, porque el subdesarrollo, el atraso y la pobreza constituyen la otra cara de la moneda que es el capitalismo como unidad global.
Es así que, la renta de la tierra se constituye en el eje central de acumulación de capital en la región en general y, en Paraguay en particular, esto como resultado del desarrollo en las metrópolis y la consecuente división internacional del trabajo que integra a la región al mercado mundial a partir de dichas especificidades.
Paraguay: espejo de la degradación del capital
Al igual que el resto de la región, Paraguay se integra al mercado mundial en condiciones de subdesarrollo y dependencia que resultan en una estructura económica y social deformada. Esta estructura económica deformada es la que persiste en la actualidad, en donde la soja y el ganado se consolidaron como los principales ejes que articulan la reproducción y acumulación de capital en el país; así como posteriormente lo harían las actividades ilegales e ilícitas como el contrabando, el narcotráfico, el lavado de dinero, entre otras., como principales catalizadores de la valorización de capitales sobrantes que no pueden ser valorizados en condiciones normales de reproducción. En suma, la renta de la tierra ha condicionado el devenir de la sociedad paraguaya, y ha sobredeterminado la estructura de clases. El hecho concreto de que sea la renta de la tierra el elemento que articula el proceso de reproducción y acumulación de capital implica, a su vez, que la finalidad de dichos capitales que ingresan a la región sin contrapartida en valor no tenga como finalidad ni la reproducción del capital con base nacional y, por supuesto, ni la reproducción de la fuerza de trabajo.
La renta generada por las actividades en la que media la explotación de los recursos naturales y fuerza de trabajo, en el caso paraguayo, es apropiada en su totalidad por los actores vinculados al agronegocio, a la vez que es disputada por otros actores sociales relevantes como es el caso del capital comercial, que se apropia de la plusvalía a través del tipo de cambio. Esta renta no es disputada por el Estado paraguayo, es decir, al no existir gravámenes a la exportación – por ejemplo – de la soja o de la carne vacuna; son las grandes empresas y compañías transnacionales ligadas a la agroexportación las que se benefician de los recursos que ingresan en concepto de esas transacciones en el mercado internacional, a costas del Estado y del conjunto de la sociedad.
Para hacernos una imagen de lo que esto significa, sólo en el año 2019 la transnacional estadounidense Cargill Agropecuaria SACI, exportó granos por un valor de 573.5 millones de dólares; por su parte, la transnacional ADM Paraguay SRL registró exportaciones por un valor de 540.3 millones de dólares, esta firma estadounidense también pertenece a la lista de compañías transnacionales dedicadas al agronegocio [2]. En tanto que, Beef Paraguay SA, transnacional dedicada a la exportación de carne vacuna, registró exportaciones por un valor de 302.6 millones de dólares. ¿Pero cuánto han aportado los agroexportadores al tesoro? En el año 2018 las agroexportadoras aportaron en concepto de impuestos – IRACIS – un total de 14 millones de dólares, mientras que recibieron un total de 68 millones de dólares en concepto de crédito fiscal [3]. Cabe recordar que el gravamen aplicado al sector tan sólo representa el 10% de sus ingresos netos en concepto de exportaciones, mientras que el Fisco devuelve el 50% del IVA cuando los productos son procesados. Tan sólo en el 2018 el conjunto de empresas agroexportadoras declararon ingresos brutos por 3.007 millones de dólares, por otra parte, la fuerza de trabajo que ocupa se compone apenas de 1.185 personas según refiere el Instituto de Previsión Social.
Sin embargo, pese al enorme volumen de ganancias que mueve el sector, ninguna de las empresas agroexportadoras se encuentra dentro del ranking de las 500 empresas que más aportan al Fisco; muy contrariamente, la Administración Nacional de Electricidad (ANDE) se ubicó en el año 2018 como la empresa que más aportó al Fisco, ocupando el primer puesto del ranking de aportantes, según los datos de la Subsecretaría de Estado de Tributación (SET, 2018), cuyo aporte fue de 415.224 millones de guaraníes, aproximadamente unos 70.8 millones de dólares al tipo de cambio de diciembre de 2018.
El actual régimen tributario beneficia a aquellos capitales exportadores con numerosas exenciones fiscales, lo que es lógico en la dinámica que la especificidad del capital asume en nuestro país, en donde los capitales más productivos deben sostener la reproducción de aquellos capitales no exportadores y menos productivos. Del mismo modo, esta relación da cuenta de la relevancia que asume para la economía nacional, la renta de la tierra como catalizador de la reproducción ampliada del capital. Esta dinámica explica, en parte, la conformación de la sociedad paraguaya, explica la grosera liberalización de la economía, así como el elevado nivel de informalidad laboral y precarización de la fuerza de trabajo, la corrupción y el aumento sostenido de las actividades ilícitas e ilegales; pues la impronta del capital no es la de reproducir a los capitales locales ni mucho menos garantizar la reproducción de la fuerza de trabajo. Asimismo, como hemos sostenido al inicio de la nota, la fuga de capitales refuerza el análisis que hemos venido colocando respecto a la renta de la tierra como eje de acumulación; en el año 2018 la fuga de capitales del país superó a la registrada en el 2017 en 19.2%, en donde más de la mitad correspondió a la repatriación de las utilidades a las casas matrices de las transnacionales que operan en el territorio paraguayo; el monto fugado fue de 1.187,7 millones de dólares, de los cuales las utilidades repatriadas suman 674.2 millones de dólares. (BCP, 2019)
¿A dónde va Paraguay?
La manera en la que está configurada la economía, la sociedad paraguaya en su conjunto, es enteramente inservible para la gran masa de trabajadores empobrecidos que seguirán debatiéndose entre la sobrevivencia y la marginalidad; pues el Estado paraguayo, tal como está estructurado beneficia únicamente a los intereses más oscuros de la mafia empotrada en el Palacio de López, en contubernio con los intereses de las grandes corporaciones multinacionales que se adueñan de los recursos naturales y explotan la fuerza de trabajo del país sin siquiera garantizar lo mínimo para su subsistencia. No sólo el modelo productivo basado en la explotación irracional de los recursos naturales es insostenible, sino y por sobre todo, el sistema político, económico y social vigente, que antepone los intereses de los pequeños grupos que históricamente se han enriquecido a costas del pueblo trabajador.
El modelo productivo extractivista genera enormes perjuicios ambientales, gigantescas extensiones de tierra destinadas al monocultivo de soja transgénica y a la cría de ganado, impactan de manera negativa en la calidad del suelo, poniendo en jaque la posibilidad de seguir cultivando nuestros alimentos, como consecuencia del envenenamiento de la tierra, los cauces hídricos y el aire, resultado de la fumigación con agrotóxicos. Asimismo, este modelo productivo arrasa con la vida silvestre, los ecosistemas, las especies; y no conforme con esto, arrasa con las comunidades indígenas y campesinas, expulsándolas de sus territorios y lanzándolas a la marginalidad, a continuar engrosando ese ejército de desocupados y marginados sociales cuya función, dentro de la lógica del capital, es la de bajar en sus puntos más mínimos los salarios de la clase trabajadora en su conjunto; dicho de otro modo, la desocupación es pieza fundamental en la reproducción del capital.
Pero no sólo el modelo productivo es insostenible, también lo es la estructura estatal que, como consecuencia de seguir financiando a capitales improductivos y satisfaciendo la voracidad de la corrupción de los ladrones de turno, implementa políticas de endeudamiento insostenibles en el tiempo; insostenibles no sólo en términos económicos, pues el volumen de la economía paraguaya es pequeño y, además, la capacidad de recaudación es alarmantemente baja, sino también lo es en términos sociales, pues los costos de la desmedida política de endeudamiento lo está pagando la clase trabajadora.
Así mismo, la irracionalidad de un sistema que se sustenta en la explotación de los recursos naturales sobrepasando las propias capacidades de la naturaleza para reponerlos, además de la explotación de la fuerza de trabajo de las formas más ruines, nos coloca al borde de un colapso económico, social y ambiental; nos coloca al borde de la extinción de la propia humanidad como especie.
No hay modelo alternativo posible en los marcos del sistema capitalista, pues para garantizar el desarrollo y el bienestar de las metrópolis; para garantizar la reproducción, acumulación y valorización de capitales, esta realidad, nuestra realidad, es más que necesaria, o dicho de otro modo, no hay capitalismo posible sin debacle ambiental, sin desastre económico y social pues el capitalismo es, en su conjunto, un racional sistema del desastre.
*Imagen de inicio: Ilustración de Romina Echevarría.
[1] Licenciada en Economía por la Universidad “Hermanos Saíz Montes de Oca” (Cuba). Candidata a Magíster en Ciencias Sociales por FLACSO – Paraguay. Presidenta de la Sociedad de Economía Política del Paraguay (SEPPY). Miembro de la Junta Directiva de la Sociedad Latinoamericana de Economía Política y Pensamiento Crítico (SEPLA). Integra el GT “Estudios Críticos del Desarrollo Rural” de CLACSO. Investigadora del Centro de Estudios Rurales Interdisciplinarios (CERI). Responsable de la Secretaría de Ideología del Partido Comunista Paraguayo (PCP) y miembro de la Secretaría de Relaciones Internacionales del PCP.
[2] Los datos fueron obtenidos de: https://infonegocios.com.py/plus/estos-son-los-10-exportadores-mas-importantes-de-2019-en-paraguay-sabes-cual-es-el-primero Acceso: 29-06-2020
[3] Datos obtenidos de: https://www.5dias.com.py/2019/06/agroexportadoras-son-las-que-menos-emplean/ con base en datos de la Subsecretaría de Estado de Tributación. Acceso: 29-06-2020
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