Opinión | Por Hans Röckle


No queda claro si la Administración Trump hizo o no campaña por el canciller paraguayo, Rubén Ramírez Lezcano, para que sea elegido Secretario General de la OEA el próximo lunes. Públicamente al menos no lo hizo. Solo unos aislados legisladores federales republicanos mostraron preferencia por Ramírez Lezcano, lo que bastó para que la Administración Peña diera por hecho que un elemento suyo presidiría la organización multilateral americana. Esto y las ínfulas de nuevo sheriff de la ciudad que tiene Trump con respecto a Europa son lo único que pudieron haber convencido a Peña y su canciller de que este sería el ungido. Se confiaron al parecer en una supuesta capacidad de disciplinamiento de los Estados Unidos en el sentido de la votación de su “patio trasero”.

Evidentemente esto no sucederá, lo que lleva a preguntarse si realmente en algún momento Trump siquiera sopesó la posibilidad de presionar por algún candidato. No lo creo: le da igual. En su anterior periodo en el Despacho Oval, menospreció esta instancia con América Latina. Recortó fondos destinados al organismo. Además, si hemos de creerle al presidente de los Estados Unidos de hace un mes, es bastante claro con respecto a todo lo que hay por debajo del Río Bravo: “No los necesitamos”. Una relación de simples vasallos imperiales del consumo y regalías para Wall Street mediante los bancos vigilados por el Comando Sur son los latinoamericanos de América Latina para Trump. Además de posibles migrantes deportados.

De cualquier forma, Peña volvió a hacer el ridículo internacional. El 24 de enero anterior, en Caacupé, afirmó que Ramírez Lezcano “está a días de ser quien dirija” la OEA. Cinco días después, en entrevista con la CNN, se definió “superoptimista” con la elección de Ramírez Lezcano, a pesar de que el 27 de enero el canciller de Surinam, Albert Ramdin, informó que cerró acuerdos con Honduras, Chile y Perú. Traducido significaba simplemente esto: con los 14 votos que, en septiembre del año pasado, comprometieron los países de Centroamérica y el Caribe, el candidato surinamés llegaba a 17, es decir, uno por debajo de los que necesita para ser elegido. Ayer Brasil, Colombia, Uruguay y Bolivia terminaron por sepultar el “superoptimismo” corporativo de Peña.

Como siempre hacen los ministros y legisladores del Gobierno del Partido Colorado bajo las formas del cartismo, Peña recurrió en la entrevista con el canal estadounidense a una metáfora futbolera para, finalmente, reconocer de manera oblicua que el superoptimismo era eso: palabrería. El supuesto marcador futbolístico podía cambiar: “Se necesita jugar el partido para saber (los votos), y este es un partido que se juega el próximo 10 de marzo. Hoy Paraguay cuenta con los votos para que Rubén Ramírez sea el próximo secretario general de la OEA”, mintió entonces.

Lo que muy posiblemente esperaba Peña era alguna bravuconada extorsionista de último momento de parte de Trump, a favor del fallido candidato de Horacio Cartes. Pero no hubo mano norteamericana para el significativamente corrupto, ni para el Gobierno paraguayo que, en coordinación con legisladores propios y afines, fue anunciando en las últimas semanas medidas ejecutivas y proyectos de ley de corte trumpiano (como el de Basilio Núñez, presidente del Congreso, para derogar derogar la Ley de protección integral a las mujeres), a fin de mostrarse perrunamente leales a los perfiles ideológicos de la hegemonía norteamericana actual. Nada da a entender que los gestos de connivencia fueran siquiera captados por el radar de Trump y de su exiguo círculo áulico, más allá de los aislados legisladores republicanos ya citados.

Quedan cinco días para que se oficialice la derrota de la diplomacia paraguaya, a manos esencialmente de gobiernos progresistas y vecinos, entre ellos el de Lula da Silva, quien desató la vanidad suprema de Peña cuando lo invitó a la Cumbre del G20 de Río de Janeiro el año pasado: aquella vez que le dio un soponcio ante la eminencia desusada del cónclave al que fue invitado. Como “un paso significativo para la región hacia la unidad, en el actual contexto geopolítico” (léase, de agresividad hegemónica norteamericana) calificaron los cinco gobiernos del Cono Sur que decidieron votar por Ramdin, quien estaría ante “una oportunidad histórica para el Caribe, que por primera vez podrá liderar este importante espacio”. El Caribe: “frontera imperial” (desde hace más de quinientos años) como lo llamó el historiador, escritor y ex presidente de República Dominicana, Juan Bosch, quien dicho sea no tan de paso denominó “pentagonismo” a la estrategia imperialista norteamericana de los años 60 y que perdura: el dominio de la razón militar.

De cualquier manera y finalmente, se pregunta uno si los USD 25 mil de ayuda humanitaria que la Cancillería donó al gobierno de las islas San Vicente y Granadinas para mitigar los efectos devastadores de un huracán en julio de 2024, fueron considerados por el Gobierno de Peña como un “precio razonable” por ese voto que a fin de cuentas es leal al Caribe, por supuesto: el desembolso filantrópico se hizo el mismo día que el presidente anunció la ahora aniquilada candidatura de Ramírez Lezcano. Un primer decreto, borroneado después con el codo y recortado exactamente a la mitad con tijerita escolar, decía que debían ser USD 50 mil lo donado. Y así le va al candidato de las derechas más conservadoras (y, por ahora, diplomáticamente derrotadas) del continente. A menos que Ramírez Lezcano retire su candidatura1, humilde y soberanamente, antes de que sea el hazmerreír de América.


Nota

  1. El texto fue escrito antes de la retirada oficial de la candidatura por parte del gobierno de Peña. Ver más en: https://x.com/PresidenciaPy/status/1897446063998468471 ↩︎