Opinión | Por Óscar Herreros Usher
Izquierda vs. derecha. Nos dicen que estas dos palabras, que durante tanto tiempo se han usado para nombrar dos campos antagónicos de pensamiento y acción política, ya son caducas para ese propósito. Nos dicen que para entender el mundo de hoy es necesario desecharlas y recurrir a nuevas categorías y darles nombres apropiados. Son muchos los notables analistas políticos y geopolíticos que asumen esta postura, no voy a nombrarlos, se los puede encontrar en publicaciones actuales y en diversas plataformas en internet.
Los conceptos de derecha e izquierda tienen un origen fortuito en la Francia revolucionaria de 1789 y luego fueron evolucionando para definir con cierta precisión las posiciones políticas, Girondinos y Jacobinos, por ejemplo.
Ya a mediados del siglo XIX adquieren el significado que ha perdurado hasta hace poco, digamos, porque ya han perdido actualidad, interesadamente se argumenta. La derecha la constituyen los que quieren preservar el orden burgués que se fue estructurando a partir de la revolución francesa y se consolidó con la derrota de las revoluciones europeas de 1848, con los liberales, pero también con los conservadores en general. La izquierda agrupa a los socialistas, a los anarquistas, a los marxistas. Obviamente, los comunistas nos inscribimos en la izquierda. En resumen, derecha = capital, burguesía, imperialismo; izquierda = socialismo, proletariado, revolución.
¿Y cuáles son los síntomas que evidencian la pérdida de actualidad? A partir de las décadas del 60 y del 70 del siglo pasado ocurrieron algunos procesos. A nivel ideológico, una serie de pensadores europeos (entre ellos, Althusser, Foucault, Marcuse, Horkheimer, Habermas, Negri, Hardt, etc.), con repugnancia hacia la dialéctica y el materialismo histórico, deformaron y caricaturizaron el marxismo. A nivel político, los partidos comunistas europeos renunciaron a la revolución y rompieron con Marx: el llamado eurocomunismo. Así llegamos a nuestros días en que muchos partidos originalmente de izquierda de socialismo no tienen más que el nombre y cuando alcanzan el gobierno aplican con esmero las recetas económicas y sociales del neoliberalismo. Hoy a muchos políticos les incomoda que los califiquen de socialistas, prefieren ser llamados progresistas (así como Boric o Lula) y se muestran escépticos ante la idea de superar el capitalismo.
Están convencidos y quieren convencernos de algunas cosas. Atrás, muy lejos, han quedado los grandes relatos. Casi ocultos en la bruma de la memoria, como los nombres de nuestros abuelos, están los de Ilich, Rosa, Fidel, Mao, Che. Ya nadie recuerda a Lumumba, Sankara, Ho, Sendic, Agapito. Es difícil encontrar quien entienda qué significan palabras o siglas como Octubre, M26, FSLN, FMLN, FULNA, MLN-Tupamaros.
En el seno de la inicial polarización izquierda vs. derecha hubo una paulatina migración pasando por lo que se llamó el centro, con sus matices centro-izquierda y centro-derecha. La balanza terminó por desequilibrarse hacia uno de sus lados, la dicotomía ya no existe y las palabras que la caracterizaban han perdido su sentido.
¿Quiere decir esto que hemos llegado al final de la historia? De ninguna manera. Aunque quieran ocultarnos la realidad, a poco que indaguemos en los medios alternativos, incluso en los hegemónicos, encontramos sobradas evidencias de que no se han acabado los conflictos, las contradicciones.
Y dado que lo anterior ya no sirve como brújula, nos proponen una nueva guía, nuevas palabras: globalismo vs. soberanismo. La primera nueva palabra mágica sirve para identificar al viejo imperialismo hegemónico, al colonialismo en sus antiguas y novedosas formas: Estados Unidos, la Unión Europea, la OTAN (Organización Terrorista del Atlántico Norte), un mundo unipolar, el «orden basado en reglas», relaciones de suma cero (uno gana, los demás pierden). La segunda da la bienvenida a los emergentes, el Sur Global, los BRICS+, un mundo multipolar, las autodeterminaciones nacionales, relaciones win-win (beneficio mutuo).
Dos dualidades. Izquierda-derecha, globalismo-soberanismo. En modo alguno intercambiables. Palabras cruzadas que ocultan una trampa.
Simplificando las cosas se puede decir que, en general, los globalistas defienden un modo económico bajo la primacía del capital financiero, rentista, en cambio los soberanistas quieren una economía fundada en el capital industrial, productivo. Y la trampa aparece ante nuestros ojos: vigente el capital, han barrido al socialismo bajo la alfombra.
Es posible que a socialistas, o comunistas, nos resulten simpáticos los soberanistas dada la pretendida posición antiimperialista. Pero no debemos olvidar que el imperialismo es solo una fase superior del capitalismo de siempre, nuestro enemigo primordial. A veces el análisis, dialéctico y materialista, de la realidad concreta en tiempo y lugar, puede conducir a alianzas tácticas circunstanciales. Esto no debe hacer olvidar que nuestro objetivo es la revolución socialista para comenzar a construir el comunismo y que nuestra tarea inmediata es prepararla concientizando y organizando a la clase trabajadora que es el sujeto histórico de su propia emancipación.
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