Por Alhelí González Cáceres[1]

Ponencia presentada en las III Jornadas de Pensamiento Crítico organizada por la Red de Estudios de la Economía Mundial y la SEPLA, con el apoyo de CLACSO y la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Río Cuarto, Córdoba, Argentina. Del 19 al 21 de octubre de 2022. Mesa 4. América Latina: situación interna y ante la economía mundial.

En la producción material, en el verdadero proceso de la vida social – pues esto es el proceso de la producción – se da exactamente la misma relación que en el terreno ideológico se presenta en la religión: la conversión del sujeto en el objeto y viceversa. Considerada históricamente, esta conversión aparece como el momento de transición necesario para poder lograr por la violencia, y a expensas de la mayoría, la creación de la riqueza en cuanto tal” (Marx, 1971:19)

Crisis sistémica en los planteamientos de Beinstein

Cuando pasé a los organizadores el tema de mi ponencia, no tenía claro el título, pero sí tenía claro qué elementos quería colocar en la mesa para su discusión y esto es, el rumbo que ha ido tomando el capitalismo en América Latina en general y en Paraguay en particular y para este análisis me pareció relevante partir de lo desarrollado por Jorge Beinstein, a menudo catalogado como un “catastrofista”, con respecto a su interpretación sobre la crisis capitalista, una crisis para él, previsible al menos ya desde finales de 1990, resultado de la tendencia hipertrofia financiera con epicentro en los Estados Unidos, pero de alcance mundial, resultante de lo que él consideraba la mayor crisis de sobreacumulación crónica presente en la economía mundial desde inicio de 1970, causando la desaceleración del producto bruto y demanda globales.

Gráfico 1. Evolución del PIB global 1960-2021

Fuente: https://datos.bancomundial.org/indicator/NY.GDP.MKTP.KD.ZG Acceso en octubre de 2022

El capitalismo desde su surgimiento se perfiló como un sistema – mundo, es decir, como una totalidad, el capitalismo es esencialmente un sistema mundial cuyas exigencias de acumulación condujeron históricamente a la expansión y apropiación de nuevos territorios, de nuevos mercados, es decir, no existen capitalismos nacionales o parciales que fueron integrándose a un todo, sino que el capitalismo es, en esencia, mundial por su contenido aunque se exprese en formas nacionales específicas.

La relevancia del desarrollo teórico de Beinstein radica en la comprensión de los diferentes tipos de crisis que han tenido lugar a lo largo del desarrollo histórico del modo de producción capitalista y en como el desarrollo de las contradicciones del capital conducen a escenarios cada vez más caóticos y sin posibilidades de reversión en los márgenes del sistema.

 Para ello, es preciso comprender a las crisis históricamente, lo que nos permite realizar una primera clasificación de estas, en crisis y crisis del sistema o crisis sistémicas que son reversibles. Evidencia de esto último ha sido la sucesión de crisis que han tenido lugar desde el primer proceso de industrialización masiva impulsada por el capitalismo a fines del siglo XVIII en adelante, en donde las crisis que se desataron eran de crecimiento o de madurez, con la particularidad de que el sistema estaba en condiciones de revertirlas.

El primer elemento es entonces, comprender al sistema capitalista como un sistema complejo de carácter mundial, lo que implica reconocer que el sistema no sólo es superior a la suma de las partes, sino que al mismo tiempo es menor que esta sumatoria. Y que su comprensión, solo es posible mediante una aproximación a la totalidad del sistema y no desde las partes que lo integran, aunque ciertamente existan diferentes niveles de autonomía relativa.

Y en este sentido, la historia ha demostrado que existen sistemas que entran en declive y caducan, mientras que componentes del sistema consiguen sobrevivir, reproducirse, modificarse y pasar a integrar otro sistema. Y en su recorrido temporal, los sistemas complejos se componen por partes que no varían, que persisten, es decir, invariantes y, a la vez, de componentes que van cambiando, que necesitan innovarse para permanecer, y en este sentido, las sociedades han logrado avanzar combinando estos componentes. Y el capitalismo no ha sido una excepción.  Desde su origen ha podido combinar estos elementos, ha mantenido invariantes, pero análogamente ha introducido cambios que han permitido su adaptación, crecimiento, sobrevivencia, expansión, en esencia, ha permitido su reproducción.

En este sentido, la categoría “crisis sistémica” de lo que quiere dar cuenta es, precisamente de un sistema que presenta dificultades en su reproducción, dificultades que impiden que ciertos elementos del sistema perduren y no cuenta con los mecanismos para modificarlos presentando al mismo tiempo, la imposibilidad de introducir cambios al estar estos bloqueados.

Es aquí en donde tiene lugar una crisis, y puede ser que el sistema logre recomponerse y superar la crisis sistémica, el problema viene cuando el sistema, por su propio proceso histórico, entra en un proceso contradictorio donde componentes fundamentales que deben subsistir para que el sistema perdure, empiecen a ser obsoletos, no puedan renovarse, y las posibilidades de cambiar ese sistema deja de cumplir las funciones que cumplía en las etapas anteriores de desarrollo y en lugar de mejorar al sistema lo deterioran mucho más.

En la actualidad, lo que estamos observando es el deterioro del sistema capitalista como sistema complejo de carácter mundial, en donde aunque se sigue reproduciendo, lo hace deteriorándose en niveles catastróficos y en donde aquellos componentes que pudieran renovarlo, como es el caso de las innovaciones en el campo de la ciencia y la técnica, lo que han hecho ha sido agravarlo, y esta dinámica puede observarse con mayor precisión en los procesos de expansión de las relaciones sociales capitalistas en el agro, en donde la llamada “revolución verde” en la década de los sesenta, implicó el desarrollo de organismos genéticamente modificados que, junto a la mecanización agraria y las grandes transformaciones en la agricultura, fueron introducidas para aumentar la productividad y rentabilidad del capital agrario, presentando como correlato el deterioro en la calidad de los suelos y otros recursos ambientales que, terminan contribuyendo a deteriorar aún más al sistema, en tanto, esta incorporación si bien logra introducir cambios que han elevado la productividad agrícola a corto plazo, conducen al agotamiento de la capacidad de reposición de la naturaleza, lo que termina afectando también la productividad del capital agrario y, por supuesto, a su rentabilidad. Esto es lo que Marx entendió como la fractura del metabolismo social bajo el influjo del capital como relación social dominante, en donde la agricultura racional es incompatible con el sistema capitalista.

En el caso paraguayo esto es bastante evidente, puesto que en la última década se han podido observar indicios del estancamiento secular del sector primario exportador que, aunque sigue presentando elevados niveles de productividad, la rentabilidad tiende a decrecer, tanto como los flujos de inversión extranjera directa que el sector es capaz de captar, resultado del incremento tendencial en los costos de los factores de producción, especialmente de la tierra, y de los efectos adversos del deterioro ambiental sobre la producción agraria, incidiendo en la productividad del capital invertido. Este escenario ha conducido a que los flujos de capital vayan trasladándose hacia otros sectores y ramas de la economía, por una parte, hacia el sector terciario, específicamente hacia el comercio y la intermediación financiera, los cuales presentan los mayores saldos de inversión extranjera frente a un repliegue del sector de los agronegocios y del sector productivo en general y, por el otro, hacia el sector de la economía subterránea que en el año 2021 presentó un volumen equivalente al 46% del PIB, aproximadamente unos 16 mil millones de dólares, superior al PGN para el año 2020, el cual fue de apenas 11 mil millones de dólares (SEPPY, 2021).

Gráfico 2. Saldos de Inversión Directa por actividades económicas 2010-2020

Fuente: Elaboración propia con base en datos del Anexo Estadístico de Inversión Directa del Banco Central del Paraguay

El repliegue del sector agroexportador frente al auge del capital ficticio y especulativo conduce a la aparición de un nuevo eje de acumulación que ya no tiene a la renta de la tierra como punto de partida, sino como complemento para la reproducción de capitales sobrantes que operan con bajos niveles de productividad en un mercado estrecho incapaz de garantizar su valorización.

La estructura productiva determina las formas en las que se reproduce la fuerza de trabajo, estableciendo especificidades que se basan en las diferentes composiciones orgánicas de capital. Los diferenciales de productividad han conducido a que el rezago productivo de las economías dependientes, como es el caso de la economía paraguaya, y de las latinoamericanas en general, se compense con la venta de la fuerza de trabajo por debajo de su valor, consolidando, a la vez, su condición de sobrepoblación relativa.

La sobrepoblación relativa, así como el desempleo, constituyen elementos estructurales del modo de producción capitalista, en tanto el capital exige que constantemente una fracción cada vez mayor de la fuerza de trabajo exceda a la fuerza de trabajo ocupada y se concentre en los polos comerciales e industriales de manera a tener un acceso más rápido a un ejército industrial de reserva. Este excedente de fuerza de trabajo disponible, elimina las trabas que la oferta de fuerza de trabajo pudiera imponer a la acumulación, además de funcionar como mecanismo regulador del precio de venta de la fuerza de trabajo de los obreros ocupados, lo que también se observa empíricamente en Paraguay, en donde el salario promedio de la clase trabajadora es de apenas 235 dólares, la mitad del salario mínimo legal establecido y con una cobertura social de tan solo el 20%, en un escenario de creciente informalidad (Cazón et. al. 2016).

La tendencia que se puede observar para la economía paraguaya es que, tanto la informalidad que, actualmente alcanza al 65% de la fuerza de trabajo empleada[2], así como el desempleo y la mayor precarización y explotación de la clase trabajadora vayan en aumento, ante un escenario en el que el volumen de actividades ilícitas e ilegales como el narcotráfico, contrabando, lavado de dinero, tráfico de armas, entre otros, se constituyen en válvulas de oxígeno a las necesidades de la acumulación.

Lo descrito anteriormente no puede comprenderse por fuera de la crisis sistémica del capitalismo, de una crisis en los componentes esenciales del sistema cuya perspectiva es la imposibilidad de su reversión, como lo es la tendencia decreciente de la tasa de ganancia en un contexto de decadencia general del sistema y de las variables que lo componen.

En este orden, Beinstein entendía a la crisis actual como una crisis de decadencia del sistema, expresada no solo por la contradicción de las relaciones de producción del capitalismo frente a las potencias del desarrollo de las fuerzas productivas,  en donde estas fuerzas se tornan destructivas, en el que el sistema capitalista tiende a destruirse a si mismo, lo que se expresaría en aquella anotación realizada por Marx en el tomo III del El Capital, en la que afirmaba que el verdadero límite de la producción capitalista es el capital mismo y su proceso de valorización. Sino que, a diferencia de los sistemas anteriores y de las crisis anteriores, no se observa una posibilidad de superación, lo que se observa, por el contrario, es un proceso de degradación, con el agravamiento de que el capitalismo es un sistema mundial con una capacidad tecnológica tal, que augura una destrucción de todas las partes que lo componen y cuya recuperación es impensable en el corto y mediano plazo (Marx, [1894] 1980:272).

El agravamiento de la crisis sistémica se expresa a la vez en la degradación social del sistema, en escenarios recesivos con tendencia inflacionaria y de pérdida de dinamismo del sistema productivo. La propia desaceleración de la tasa de crecimiento de la economía mundial y la presencia cada vez mayor de una hipertrofia financiera frente a la caída tendencial de la tasa de ganancia, se expresan en la relevancia cada vez mayor que tienen los capitales que operan en el terreno de la criminalidad, la mafia y la especulación, en las economías en general y en las economías latinoamericanas en particular.

Sobre esto, Beinstein concluía que nos encontramos más bien ante una crisis civilizatoria, es decir, ante una crisis de la civilización burguesa que presenta múltiples manifestaciones, tanto en el terreno económico – financiero, como en el ambiental, energético, alimentario, militar, etc., lo que quedó evidenciado con la irrupción de la pandemia. Y, si bien la crisis civilizatoria tiene como epicentro a los Estados Unidos, el capitalismo al ser un sistema mundial, la crisis presenta también un carácter global, encontrándonos ante una crisis de larga data, que es tan solo el inicio de un periodo mucho más turbulento, marcado por el declive general del sistema capitalista. Un declive que no se expresa tan solo en términos económicos y de hegemonía y poderío militar, sino también en el terreno social, moral y cultural de la civilización burguesa.

El declive se manifiesta como expresión de las propias dificultades que presenta el sistema para su reproducción. En este escenario en el que las élites empresariales del capitalismo mundial se encuentran ante una suerte de “debilidad estratégica”, es que pueden vislumbrarse los intentos cada vez más violentos por la restauración del viejo orden mundial, tal como pudimos observar con el gobierno de Trump en los Estados Unidos y, actualmente con el de Biden. Finalmente, la cuestión más problemática que se nos presenta no es tanto la crisis civilizatoria y su potencialidad para destruir la vida en el planeta, tal como la conocemos, – que lo es- sino la ausencia de una perspectiva, de un proyecto político-económico superador, en tanto los escenarios caóticos resultante de las crisis no tienden, en términos generales, hacia escenarios superadores del viejo orden, sino también presentan las posibilidades cada vez mayores de concurrir hacia escenarios distópicos que han ido naturalizándose mediante la producción cinematográfica de las élites.

En síntesis, la crisis civilizatoria es expresión de la decadencia del modo de producción capitalista y de las partes que lo componen, cuya tendencia es hacia la presencia de escenarios cada vez más caóticos y turbulentos, con el agravante de la imposibilidad de desacople de la dinámica de la economía mundial y de sus rumbos, así como la imposibilidad de su reversión, al menos, dentro de los márgenes de la producción burguesa.

Referencias

Beinstein, J. (1999). La larga crisis de la economía global. El Corregidor.

Beinstein, J. (4 de Abril de 2009). Crisis general de la civilización burguesa. (S. López, Entrevistador) Retrieved 20 de octubre de 2022, from https://www.archivochile.com/Debate/crisis_08_09/crisis00114.pdf

Beinstein, J. (2016). Crisis Sistémica. Conferencia Voces en Lucha. Caracas: Trinchera. https://www.youtube.com/watch?v=33_RW3wsOmo&t=1194s

Cazón, F., Kennedy, D., & Lastra, F. (2016). Las condiciones de reproducción de la fuerza de trabajo como forma de la especificidad de la acumulación de capital en Argentina: evidencias concretas desde mediados de los 70. Trabajo y Sociedad, 27, 305-327.

Marx, K. (1971). El Capital. Libro I – Capítulo VI. Inédito. Ediciones Signos Pensamiento Fundamental.

Marx, K. (1980). El Capital. Crítica de la Economía Política. Libro III. El proceso de la producción capitalista en su conjunto. Ciencias Sociales, Universidad de La Habana.

SEPPY. (2021). La continuidad de la política del despojo. Tercer año de gobierno de Mario Abdo Benítez. Retrieved 20 de octubre de 2022, from http://seppy.org.py/wp-content/uploads/2022/01/TERCER-ANO-DE-GOBIERNO-DE-MARIO-ABDO-BENITEZ-LA-CONTINUIDAD-DE-LA-POLITICA-DEL-DESPOJO-SEPPY.pdf


[1] Doctoranda en Economía, Instituto de Industria de la Universidad Nacional de General Sarmiento, Argentina. Máster en Ciencias Sociales con énfasis en desarrollo social e investigación por FLACSO Paraguay. Economista por la Universidad de Pinar del Río, Cuba. Presidenta de la Sociedad de Economía Política del Paraguay (SEPPY), miembro del directorio de la Sociedad de Economía Política y Pensamiento crítico en América Latina y el Caribe (SEPLA) Integrante del GT de CLACSO “Crisis y Economía Mundial”. Contacto: alhelicaceres@seppy.org.py 

[2] Aquí es necesario acotar que, tras la modificación en la metodología en el cálculo de informalidad laboral en Paraguay, el INE introdujo como indicador de formalidad el RUC. Cuando tuvo lugar la pandemia, el Estado otorgó subsidios a los trabajadores cesados, pero para acceder a la transferencia monetaria, debían registrarse como monotributistas. Es con esta modificación que se pasa de una informalidad del 75% en el año 2019 a una del 65% en el 2020, en plena pandemia.