El marxismo – leninismo: una teoría de la praxis
Si alguna característica posee el marxismo – leninismo es su estrecha relación entre teoría y práctica, expresada en la praxis revolucionaria. Desde el marxismo, lo concreto – que no se reduce a lo que podemos percibir con nuestros sentidos sino que abarca la propia abstracción y su relación dialéctica con la realidad material -, sólo puede ser analizado desde esta conjunción teórico–práctica, o tal como reflexionara hace más de un siglo el camarada Lenin “Sin la teoría revolucionaria, no puede haber movimiento revolucionario”, con la clara convicción acerca de la necesidad del conocimiento de la historia, de la realidad concreta y de la profunda comprensión de su expresión en el movimiento obrero.
Podemos decir con plena certeza que Lenin representa esa conjunción entre teoría y práctica expresada en la praxis revolucionaria, pues sobre sus hombros no sólo recayó la tarea histórica fundamental de guiar al proletariado para sentar las bases de la construcción del primer Estado obrero – campesino en la historia de la humanidad, sino además, sentar las bases para la comprensión de la economía política en el período de transición hacia el socialismo, cuya expresión concreta fueron la NEP junto a la planificación central de la economía nacional, con el reconocido éxito que significó para aquella sociedad atrasada y semifeudal, el plan de electrificación de toda Rusia, conocido como GOELRO, marcando el inicio del esplendor económico de la Unión Soviética.
Asimismo, los estudios de Lenin estuvieron dirigidos hacia la comprensión de las dinámicas del capitalismo en su fase imperialista, marcada por los elevados niveles de concentración y la relevancia cobrada por los monopolios en la actividad económica a nivel mundial. Para comprender el funcionamiento orgánico del capitalismo contemporáneo la impronta es volver a Lenin.
Lenin y el desarrollo de la economía política marxista
(…) La política es la expresión concentrada de la economía. V.I. Lenin
Los aportes teóricos de Lenin al amplio campo de estudio inaugurado por Marx y Engels respecto a la comprensión del metabolismo social del capital y la necesidad histórica de superar el orden social burgués, junto a la tarea histórica del proletariado de construir la sociedad comunista, fueron de enorme relevancia. A los fundadores del socialismo científico les quedó por abordar diversos aspectos relacionados con una economía política de la transición al socialismo, fundamentalmente porque no existieron experiencias concretas de construcción de un Estado obrero como lo fue la revolución bolchevique.
A esta condicionante se le añaden aquellas limitaciones propias del momento histórico– concreto en el que desarrollan su teoría, además de las impuestas por el desarrollo del capital, así como el escaso desarrollo de sus inherentes contradicciones. Por lo que aspectos relevantes en torno al rol del Estado, al papel de las relaciones monetario–mercantiles, de la economía en su conjunto; fueron vacíos teóricos abordados posteriormente por Lenin, una vez que la clase trabajadora tomó el poder político, poniendo fin al imperio de la podredumbre.
Por lo que volver a Lenin no sólo es imprescindible para llevar adelante la tarea histórica del proletariado de construir la sociedad socialista, sino a su vez, es insustituible para comprender la dinámica del capital contemporáneo en su fase imperialista de desarrollo.
El modelo soviético y la economía política de la transición
La experiencia soviética marcó un antes y un después en la historia de la humanidad, el socialismo. Negado incluso antes de nacer por los apologistas del establishment, este evidenció en la práctica no sólo la creatividad y la capacidad de la clase trabajadora para dirigir su destino, sino que a su vez, su organización económica y social demostró en la práctica concreta la superioridad del ideal socialista.
Es preciso, para continuar, recordar que ni Marx ni Engels se propusieron construir una sociedad ideal. Es ahí donde radica una de las principales diferencias con los socialistas utópicos. Para los clásicos, esta era resultado del desarrollo histórico de la dominación capitalista, la que les sirvió para presentar rasgos esenciales del socialismo como sociedad contrapuesta al capitalismo como sistema. Partiendo de esta premisa, Lenin comprendió la necesidad de teorizar respecto a las bases que sostendrían ese proceso de transición en Rusia, cuestión no prevista por los clásicos.
De ahí que uno de los grandes aportes de Lenin a la economía política del socialismo fuera justamente definir el camino a seguir. La Nueva Política Económica (NEP) se constituyó en el primer elemento cuya tarea principal fue estructurar el esquema de relaciones de una economía mixta sobre bases socialistas, incluyendo, por supuesto, la premisa de reorganización de la propiedad estatal y el papel que cumplirían en este período las relaciones monetario–mercantiles. Modelo que no estuvo exento de errores, que a la luz de la experiencia hoy podemos y debemos evaluar pero que no constituyen objeto de análisis en esta nota. Sin embargo, consideramos necesaria su reivindicación como la primera experiencia de la clase obrera en la dirección económica de la nación en un contexto de guerra, hambruna y la más escandalosa pobreza.
La implementación de la NEP coincidió con el período de desarrollo de la fase imperialista del capitalismo, y cuyos principales rasgos fueron descritos y analizados por Lenin en su famosa y tal vez, más conocida obra “Imperialismo: Fase superior del capitalismo”, escrita en la primera mitad de 1916 durante su exilio en Zúrich; y cuya vigencia permanece hasta hoy.
La vigencia de los aportes de Lenin a la economía política del capitalismo
En su obra “Imperialismo: Fase superior del capitalismo” (1916) Lenin analiza la unidad global del capital cuya racionalidad económica deviene en la cada vez mayor concentración y centralización tanto de capitales como de medios de producción. Lenin señala el surgimiento del capital financiero como resultado de la fusión del capital bancario y el industrial, y en donde las guerras por el reparto del mundo y de las riquezas son aspectos centrales de la racionalidad imperialista, demostrando que estas son inevitables en tanto subsista la propiedad privada sobre los medios de producción.
Una de las tesis leninistas vigentes se refiere a la predominancia de los monopolios y del capital financiero en la dinámica global del capitalismo posterior a la década de 1860, punto culminante del capitalismo de libre competencia. Por otra parte, Lenin da cuenta de los procesos de fusión de grandes empresas, controlando así diferentes ramas de la producción industrial, en donde la libre competencia es la que engendra la concentración de la producción y cuyo desarrollo histórico conduce a la conformación de monopolios.
Entre los rasgos principales de la fase imperialista descritos por Lenin encontramos la concentración de la producción y el capital a niveles que permiten que estos controlen la vida económica, la fusión del capital bancario y el industrial deviene en capital financiero surgiendo así una oligarquía financiera, la exportación de capitales, la conformación de asociaciones internacionales monopolistas y el reparto territorial del mundo entre las potencias capitalistas, son los aspectos más relevantes presentados en el análisis.
Los aportes de Lenin permiten comprender el carácter parasitario de la fase imperialista del desarrollo del capital así como la racionalidad vigente detrás las guerras que, bajo la lógica de reproducción del capitalismo buscan destruir las fuerzas productivas y generar nuevos espacios de mercado a los que exportar capitales garantizando de ese modo la reproducción ampliada del capital.
La realidad contemporánea refleja que las grandes corporaciones controlan la vida política y económica de las naciones y de la economía mundial, actualmente existen 100 grandes corporaciones, de las cuales sólo los ingresos de unas diez, superan al PIB de los 180 países más pequeños del planeta. Entre estas grandes corporaciones se encuentran Walmart, State Gird, China National Petroleum, Sinopec Group, Royal Dutch Shell, Exxon Mobil, Volkswagen, Toyota Motor, Apple, BP, Berkshire Hathaway, McKesson, Samsung Electronics, Glencore, Industrial & Com. Bank of China, Daimler, United Health Group, CVS Health, Exor Group y General Motors.
Comprender la centralidad que ha cobrado Estados Unidos y su moneda en el tejido imperialista gracias al poder económico de sus grandes corporaciones y a su complejo industrial-militar, resulta imposible si no tomamos a Lenin como punto de partida, para quien las guerras que han tenido lugar responden a los intereses de la clase dominante por expandir sus mercados, por ejercer control sobre los recursos naturales y la fuerza de trabajo. Actualmente existen 43.060 empresas transnacionales que dominan la vida económica y política a nivel global, y cuya capacidad de reconfigurar territorios, determinar la configuración política y económica de las naciones o regiones es espeluznante. El aumento de este número de empresas transnacionales da cuenta del cada vez mayor grado de concentración de los mercados, reforzando la tesis de Lenin respecto al imperialismo como antesala de la revolución socialista.
Por otra parte, Lenin no sólo teorizó respecto a la descomposición del capitalismo en su fase parasitaria, sino también respecto al rol de los países más débiles de la cadena imperialista mundial y en donde la explotación del trabajo asalariado se complementa con la subordinación y subyugación de los pueblos de los países coloniales y semicoloniales por el capital financiero internacional.
La vigencia de las tesis de Lenin respecto a la fase imperialista toma cuerpo al aplicarlas para analizar la dinámica de la economía paraguaya, en donde las grandes corporaciones transnacionales como Monsanto–Bayer, Cargill, LDC, entre otras, dominan el comercio exterior de la producción de soja, la extranjerización de la tierra, su concentración en pocas manos, así como la subordinación a los intereses de la clase dominante brasilera bajo la lógica subimperialista de Brasil, no pueden explicarse sin los elementos arrojados por Lenin para la comprensión de la dinámica de la economía mundial, sólo por citar un ejemplo.
El pensamiento de Lenin es un pensamiento de futuro, sus aportes a la teoría económica respecto al papel de la inversión extranjera, a los monopolios y el comercio exterior, al papel de las cooperativas de base socialista en los procesos de transición, entre otros, permiten no sólo comprender la racionalidad de la fase imperialista del capitalismo, sino también, y por sobre todo, permite pensar y re pensar el rol de la economía y del Estado en el período de transición, así como el papel de los países más débiles de la pirámide imperialista para generar procesos de transformación revolucionarios que inviten a la construcción necesaria de una alternativa real a la sociedad del lucro, el dinero y el despojo.
Como dijera Fidel “No ha habido gladiador que haya librado más combates ideológicos que los que libró Lenin”.
*Por Alhelí Cáceres
**Ilustración de Fernando Vicente, de «Diez días que sacudieron el mundo»
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