Editorial, 20 de abril del 2020
Los alimentos están cultivados y producidos por trabajadoras y trabajadores, al igual que toda la ropa que utilizamos, o los vehículos en los que nos movemos, también la luz, los ventiladores, las cocinas, las heladeras, las computadoras, los televisores. Si nos ponemos a mirar todo lo que nos rodea, encontraremos que la clase trabajadora de la ciudad y del campo es la que todo produce.
La pandemia del coronavirus nos ha llevado a nuevas experiencias en las que el pueblo trabajador está dando los más bellos ejemplos de solidaridad y cobertura, ante los más horribles ejemplos de corrupción e injusticias por parte de empresarios, con la sobrefacturación de tapabocas y otros insumos, como también con despidos sin pagar lo que corresponde a trabajadores.
Desde su comodidad, los patrones dueños de empresas, viven de la producción de la clase trabajadora y dirigen el Estado narcomafioso que opera en el Paraguay, evadiendo impuestos, dejando de pagar lo que corresponde a los trabajadores, sacando ventajas de sus contactos en todas las instituciones públicas. Este sistema de salud es parte de su mezquina propuesta de país.
Si la clase trabajadora era la que gobernaba, toda esta crisis se hubiese enfrentado sin la angustia, el hambre y el miedo ante la falta de estructura en salud pública. Dolor e incertidumbre es lo que nos genera un Estado que no se hace cargo de la mayoría que habita el país.
El dolor y la incertidumbre se extienden a la situación de la educación y el año lectivo. No se sabe cómo culminarán sus estudios la niñez y la juventud, lo cual complica más aún a la clase trabajadora, porque las y los estudiantes quedan en sus casas y además cuesta acompañar el aprendizaje sin la presencia de los docentes.
En este marco, debemos tener total claridad: una reforma del Estado será provechosa si cuenta con la participación principal de la clase trabajadora de la ciudad y del campo. Necesitamos otro Estado. Necesitamos impuestos a las grandes riquezas, impuestos sobre bienes de lujo, como también al tabaco, a la soja, a los Bancos y financieras. Sabemos que podemos dejar de pagar las deudas con Itaipú y Yasyreta, como también la deuda externa. Hace rato ya pagamos todas estas deudas, con el sudor y la sangre de millones de paraguayas y paraguayos. Es inmoral que continuemos pagando.
Otro gran punto es reformar el sistema de recaudación de impuestos, para evitar que las grandes empresas sigan evadiendo sus compromisos. La escandalosa evasión de impuestos evidencia que los dueños del Estado, y por lo tanto los responsables de su perjudicial funcionamiento, son los millonarios.
Un Estado que funcione para garantizar salud, pan y trabajo solo podrá existir si es construido y administrado por las trabajadoras y los trabajadores. Ya tenemos suficiente experiencia con este Estado de empresarios, banqueros y terratenientes.
La corrupción, el mal gasto público y la ausencia del Estado a la hora de atender las necesidades de las mayorías, debe ser arrasada por la fuerza organizada y la propuesta del pueblo trabajador, que cuenta con su Partido Comunista para confrontar, luchar, poner el cuerpo, resolver los problemas y animarse a gobernar el país.
Para que tenga sentido una reforma del Estado, tenemos que garantizar salud, pan y trabajo para todas y todos. Si no es más de lo mismo.
Necesitamos otro Estado, con impuestos para los que más tienen, con administración honesta y transparente, con salud y educación de calidad y garantizadas para todas y todos, con trabajos que aseguren estabilidad social, contratos colectivos y jubilación. Un Estado para las mayorías, gobernado por las mayorías.
Es el momento de confiar en nuestra propia fuerza, de juntar a la mayoría, de negar nuestra fuerza a quienes ganan mucho dinero diciendo que nos representan, cuando en realidad se benefician de este insostenible estado de cosas.
La unidad comienza en las fábricas, en las empresas, en las chacras, en colegios y universidades, en barrios. De esa unidad puede salir el poder político y una unidad mayor. Pero sin esa unidad, nada nos conducirá a un mejoramiento de nuestra calidad de vida.
La salud, el pan y el trabajo saldrán de nuestras iniciativas. Tenemos esta oportunidad y toda nuestra fuerza mayoritaria.
*Pintura: Manifestación, de Antonio Berni.
Pienso que atravesamos un momento histórico y tanto y más por ello una oportunidad también histórica de toma conciencia plena de la necesidad de toma del poder por parte de los trabajadores y trabajadoras de los diversas áreas de producción de las riquezas y bienes de nuestro país . Somos los legítimos dueños de está riqueza y debemos administrarla de modo igualitario y justo . Solos sobradamente capaces y humanamente merecedores .
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