Con orgullo reconocemos a toda la clase trabajadora que sigue moviendo toda la maquinaria para que podamos subsistir. Desde el personal médico, de servicios, de seguridad, administrativo de los centros de salud, hasta las y los trabajadores de áreas de producción y de servicios que nos garantizan las cuestiones básicas. A ellas, a ellos, nuestro abrazo fraterno y nuestro deseo de que se mantengan con fuerza y buena salud.
Desde el 11 de marzo a esta parte, estamos comprobando que el Estado paraguayo no funciona para dar cobertura a sus habitantes. Hemos visto en las noticias la insuficiente cantidad de camas y de respiradores que tenemos, la ausencia de condiciones básicas de seguridad para el personal de salud y para los pacientes, la falta de centros de salud, medicamentos e insumos básicos. Y además de esto, la ausencia de seguridad social y jubilación, termina de demostrarnos que la lógica del “cada uno para sí” es la que se nos impone ante esta crisis.
Por otro lado, como ha sido históricamente, las mayorías trabajadoras se solidarizan, y entonces las ollas populares y los cuidados autogestionados en los barrios, en los lugares de trabajo, están salvando gran cantidad de vidas. Es la solidaridad de ese otro país, el de las mayorías trabajadoras, la que construye su cobertura para evitar que la catástrofe se extienda y para asistir a quienes están en peores condiciones.
Porque ni la aparición del coronavirus ni la incapacidad de enfrentar esta crisis son accidentales. La lógica de acumulación de riquezas del capitalismo, de las patronales, es la que construyó este desolador escenario. La deforestación es el primer paso para las pandemias, cuyos efectos se potencian con la destrucción de la biodiversidad, dando paso a que virus de animales se trasladen a seres humanos, según demuestran estudios serios. Como lo coloca el científico Fernando Valladares, del Centro Superior de Investigaciones Científicas de España, “simplificamos los ecosistemas, reducimos el número de especies y perdemos biodiversidad. Esto hace que desaparezcan especies intermedias que actúan como barrera”, favoreciendo el contacto y la exposición.
Y si, como algunos especulan, el virus se propagó en el marco de la guerra comercial entre EEUU y China, esto también nos demuestra que es la lógica mercantil capitalista la que motivó la aparición y expansión del COVID-19.
El problema de nuestra deficiencia en cobertura de salud pública estriba en esta misma lógica, la salud como mercancía. El capitalismo mercantiliza derechos básicos y los vuelve privilegios. La medicina privada y la industria farmacéutica dominan nuestra sociedad. El Estado viene desfinanciando el sistema de salud pública, sin inversiones en mayor contratación de personal médico, ni infraestructura, ni insumos, ni medicamentos.
Así como el creciente porcentaje de trabajo informal, que es la forma en que trabaja la mayoría en nuestro país, es producto de una política implementada por los gobiernos a través del Estado, favoreciendo siempre a los dueños de empresas, fábricas, bancos, grandes extensiones de tierras.
Como ya lo dijimos varias veces: el Estado paraguayo está financiado por las mayorías trabajadoras y dirigido por las minorías explotadoras. Esta terrible realidad tiene décadas de existencia y siempre ha sido criminal. Y es la que necesitamos revertir para superar esta crisis.
En estos días de cuarentena también pudimos ver que son las mayorías trabajadoras las que mueven la producción en el país y en el mundo. Si las mayorías paran, para la producción. Si los patrones paran no para la producción, porque no son ellos quienes producen. Por eso, porque somos mayoría y además producimos todo lo que vemos y consumimos, es justo y necesario construir un gobierno dirigido por trabajadoras y trabajadores.
En un gobierno dirigido por la clase trabajadora, hace rato los bancos hubiesen dado una buena parte de sus millonarios ingresos para costear la crisis, así como los sojeros, las industrias maquiladoras. Las farmacéuticas hubiesen asegurado insumos y medicamentos para los centros de salud. Las industrias de camas y colchones hubiesen aportado más camas para hospitales. Las importadoras hubiesen destinado sus recursos para importar todo lo que haga falta, incluyendo el antiviral cubano interferón. Se hubiese privilegiado la salud de quienes producen y no hubiese habido ningún despido. Sin duda se presentarían otros problemas y contradicciones a resolver. Y sin duda el Estado estaría volcado a custodiar los intereses de las mayorías, no de un pequeño grupo de millonarios.
¿Cómo salimos de esta catástrofe? Solo en la medida en que la clase trabajadora desarrolle confianza en su propia fuerza, con prácticas de Poder Popular que nos ejerciten en el trabajo colectivo y la organización, multiplicadores de capacidades, así como en otro manejo posible y necesario del poder, volcado al beneficio común.
Las patronales son las grandes responsables de esta pandemia. Es su lógica de acumulación capitalista y de mercantilización de todos los aspectos vitales la que nos pone en situaciones de peligro global en pleno auge de la ciencia y la tecnología. Pero las patronales no solo niegan su responsabilidad, además están trasladando los costos de esta crisis sobre las espaldas de la clase trabajadora. Como dice el camarada Fabricio Arnella en su artículo El virus de la explotación: “en la normalidad, privatizan las ganancias, en crisis, socializan las pérdidas”.
La Organización Internacional del Trabajo dice que se podría perder 25 millones de puestos de trabajo. Los más de 3 billones (millones de millones) de dólares que las potencias imperialistas invertirán para salir de la crisis pueden quedar cortos. Un escritor se preguntaba “¿Tiene sentido que el capitalismo global haya producido más de 1.500 millones de smartphones en un año y tan pocos respiradores asistidos en caso de una pandemia?” Y nosotros respondemos que no tiene ningún sentido. Es el mundo capitalista el que está en crisis.
Se produce toneladas de comidas y millones mueren de hambre, toneladas de medicamentos y millones mueren por falta de medicamentos. La capacidad para producir lo que se necesite para enfrentar esta pandemia en todo el mundo, existe. El problema es que está privatizada y la ganancia y el derecho a la propiedad son más poderosos que el derecho a la vida.
En la lógica del capitalismo, en el Paraguay, se viven estas informaciones, que son oficiales: Más de 180 pedidos de suspensión de contratos de trabajo. Esto afecta a más de 8.000 trabajadores. El Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social (MTESS) tiene graves limitaciones para hacer intervenciones a empresas, por la escasez de funcionarios y los limitados recursos para esta tarea. Según el Ministerio de Trabajo los sectores empresariales afectados pudieron llegar a marzo con el cumplimiento de las obligaciones con los trabajadores. Sin embargo, para abril no habrían recursos, sobre todo en el sector gastronómico y de turismo. La ministra afirma que comenzarán, desde abril a aceptar la suspensión de salarios. El Ministerio de Trabajo, ante denuncias de incumplimiento de medidas sanitarias y laborales en el marco de la prevención del coronavirus ya realizó 100 controles y verificaciones a empresas situadas en varias zonas del país. Sin embargo, para el viernes 27 de marzo, se registran 1590 trabajadores despedidos 798 denuncias de despido e incumplimiento de medidas sanitarias.
Por eso debemos lavarnos y sacudir todo, incluyendo nuestros cerebros, para recuperar nuestra rica experiencia como clase trabajadora y convencernos de una situación que es real: tenemos condiciones para gobernar el país y es una obligación ejercer nuestro derecho como mayoría.
El Partido Comunista, como organización de la clase obrera, al servicio de la alianza social obrera, campesina y popular, suma todas sus fuerzas al proyecto de liberación nacional y necesaria construcción del socialismo, que se logrará con movilización y lucha unitaria. Es tiempo de revolución. ¡A sacudir todo!
*Imagen de inicio: Pintura de Vasili Kandinski, Composición VII.
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