Mundo | Por I. M. Isasi


Asunción de Trump: reacción y demagogia 

“La era dorada de Estados Unidos (EE. UU.) comienza ahora. A partir de hoy, nuestro país prosperará y volverá a ser respetado en el mundo entero, seremos la envidia de todas las naciones”. Con estas palabras iniciaba su pronunciamiento de investidura el multimillonario Donald Trump el pasado 20 de enero. Con base en su primer discurso y en las medidas aplicadas durante estos primeros días, la dirección que tomará la mayor potencia imperialista de nuestro tiempo durante los próximos cuatro años ha quedado establecida públicamente.

Para entender de manera general cómo se ha configurado la situación actual de los Estados Unidos y sus repercusiones a nivel local, pero haciendo énfasis en el impacto internacional, es necesaria una aproximación al contexto económico, político e ideológico que ha dado origen a esta realidad.

En los últimos años, la crisis de acumulación capitalista se expresó, entre otras formas, en un aumento en el costo de vida que golpeó los bolsillos de las y los trabajadores de este país, los gastos en bienes y servicios son cada vez mayores, situación que varios analistas burgueses supieron identificar como el principal motivo que llevó a los votantes a apoyar la campaña republicana.

La premisa para cambiar este escenario es  emprender una ofensiva económica proteccionista para los Estados Unidos, cuyos principales ejes serían a priori la intención de reducir impuestos a los ciudadanos y de implementar aranceles masivos de hasta el 60% sobre los productos chinos, y del 10-20% sobre todos los bienes provenientes del extranjero, para incentivar la producción y el consumo nacional, a la vez que se generan nuevos puestos de trabajo.

“Con este fin vamos a crear el Servicio de Ingresos Externos” —mencionó Trump, en su discurso— “para cobrar esos aranceles e impuestos que van a ser masivos y que van a entrar en nuestro tesoro, que van a venir de fuentes externas”. Los economistas convencionales advierten (y cualquiera con un ápice de raciocinio se daría cuenta) que gravar impuestos a la importación con porcentajes tan absurdos es una idea desastrosa y contraproducente, ya que implicaría un aumento en los precios de las mercancías por parte de las compañías extranjeras para cubrir los altos aranceles, y desataría represalias económicas de la misma naturaleza para la exportación estadounidense. Irónicamente, China, México y Canadá son los mayores importadores de bienes a los EE. UU., países con los que Trump antagonizó en sus discursos recientemente.

Además de instrumentalizar de manera demagógica las calamidades objetivas que azotan a la clase trabajadora, el ahora presidente se apoya en el relato de rescatar a una otrora “Gran Nación”, que no solo está experimentando un período de recesión económica, sino que se encuentra sumida en un estado de decadencia cuasiterminal que amenaza a la forma de vida estadounidense.

Volver a la tradición americana: el excepcionalismo

La “forma de vida estadounidense hace referencia a The American Way of Life, término que encapsula creencias y valores basados en el protestantismo, el liberalismo económico, la movilidad social y la meritocracia: Un ciudadano estadounidense, solo por ser de esa nacionalidad, inherentemente tiene la capacidad de “salir adelante”, de superar sus condiciones iniciales de vida por más desfavorables que sean, mediante el mérito propio y el arduo esfuerzo individual, para así lograr el éxito y vivir el Sueño Americano de tener una casa, un auto, formar una familia, etc. “Forjaremos una sociedad basada en méritos, no en colores”1, resaltó Trump, durante el acto de investidura presidencial.

“Luego de todo lo que hemos enfrentado juntos, estamos ante los mejores cuatro años de historia estadounidense (…) Con la ayuda de ustedes, reconstruiremos a la nación que tanto amamos. Somos un pueblo, una familia y una gloriosa nación ante Dios”.

El carácter distintivo del excepcionalismo yankee, cimentado en la doctrina del Destino Manifiesto, fue fuertemente reivindicado durante la media hora que duró el discurso. El magnate convertido en presidente vomitó sin tapujos una sarta de oraciones exaltando una versión mitificada del colonialismo genocida con el que se forjó EE. UU. a lo largo de su historia, como si se tratase de algo inspirador y digno de emular para la tan necesaria recuperación nacional:

“En nuestras almas resuena el llamado hacia la siguiente aventura. Nuestros ancestros convirtieron a un pequeño grupo de colonias al borde de un vasto continente en una poderosa república, con los ciudadanos más extraordinarios de la tierra, nadie se nos acerca. Los estadounidenses se abrieron camino a través de miles de millas de territorio escarpado de naturaleza indómita, cruzando desiertos, escalando montañas, superaron peligros inimaginables. Salieron victoriosos frente al salvaje Oeste, acabaron con la esclavitud, salvaron a millones de la tiranía, sacaron a miles de millones de la pobreza…”.

Tras su independencia, EE. UU. basó su expansionismo por toda Norteamérica en esta doctrina que caracteriza a la nación como una suerte de pueblo elegido, destinado por designio divino a conquistar el “vasto continente” de costa a costa, imponiendo por medio del exterminio y el desplazamiento forzoso su concepción de civilización a los habitantes originarios de esos “territorios escarpados” e “inhóspitos”, donde supuestamente no había nada más que naturaleza intacta esperando ser asentada.

El estadounidense blanco anglosajón sació su instinto de aventura y conquista, apropiándose de aquello que legítimamente le pertenecía según esta cosmovisión, para finalmente salir “victorioso frente al salvaje Oeste”, la última frontera, logrando así expandir sus dominios y arrasando con la barbarie. “Por sobre todo, mi mensaje para los estadounidenses es que nuevamente actuemos con coraje, vigor y vitalidad propias de la civilización más grande de la historia.” dijo en otro momento.

Es pertinente mencionar que la experiencia colonizadora estadounidense fue tan exitosa al consolidar la nación, que sirvió de ejemplo para otros proyectos expansionistas y genocidas, como el Lebensraum, la búsqueda de “espacio vital”, ejecutado por el nazifascismo a costa de decenas de millones de vidas consideradas subhumanas2.

Las manipulaciones burguesas en el discurso de Trump

Siguiendo con el parloteo hiperbólico y delirante, Trump afirmó que generaciones de patriotas estadounidenses sacrificaron todo por la libertad: “triunfaron en dos guerras mundiales, vencieron al fascismo y al comunismo”. Las tergiversaciones burguesas no conocen limites, ya que fue la clase propietaria estadounidense, sintetizada en su Estado nación, la que inspiró, emuló e impulsó al fascismo cuando no le quedaban otras formas de mantenerse dominante salvo recurrir al terror, cuando el gran capital financiero necesitó penetrar nuevas economías y cuando sirvió como fuerza de choque en contra del avance revolucionario del proletariado mundial, como punta de lanza de la arremetida anticomunista.

Si ha existido algún “pueblo” al que se le deba atribuir el mérito de acabar con el fascismo y salir verdaderamente triunfante de una Guerra Mundial, ese es el pueblo de la Unión Soviética, de sus distintas repúblicas y orígenes étnicos, que en vista de su inminente exterminio y de la amenaza que representaba hacia la humanidad, lideró heroicamente el esfuerzo para repeler y aniquilar al invasor hitleriano con toda la fuerza del glorioso Ejército Rojo, hombro con hombro con los camaradas partisanos de Europa oriental y los Balcanes para, finalmente, plantar el victorioso estandarte rojo con la hoz y el martillo en la capital alemana.

Así también, décadas antes, la Revolución Bolchevique puso en zozobra la continuación de la primera Gran Guerra interimperialista y a las potencias que la instigaron, inspirando sublevaciones y levantamientos revolucionarios por toda Europa.

A lo largo del Siglo XX, y hasta nuestros días, EE. UU. ha apoyado la supresión de toda fuerza progresista, democrática y ni que decir revolucionaria, en defensa de sus intereses geopolíticos. Durante la llamada Guerra Fría sostuvo de forma logística e intelectual a decenas de regímenes reaccionarios y de corte fascista.

Si bien el desmantelamiento de la URSS y del campo socialista internacional significó una regresión enorme para la clase trabajadora, esas experiencias socialistas demostraron que otro tipo de sociedad es posible. Quienes nos comprometemos con la causa socialista debemos aprender de sus errores y superar sus aciertos en nuestros proyectos revolucionarios venideros.

Ahora bien, con el nacionalismo chovinista descrito previamente, la clase propietaria busca y logra hasta cierto punto captar la atención del proletariado y la desvía hacia la necesidad de moldear un consenso y una identidad basadas en la unidad nacional, dejando atrás cualquier indicio de lucha de clases: todos somos estadounidenses, ante Dios y bajo la bandera todos somos iguales, rico o pobre, y allá afuera existen otros, que no son como nosotros, y nunca podrán serlo, por eso amenazan nuestra American Way.

Para los más incautos, esta ilusión llega a percibirse como verdadera al ver a través de sus pantallas a republicanos y demócratas fraternizando en vivo y en directo, en pos de un traspaso de mando pacífico, unidos por el bien común del país. Pero gane un partido u otro en la disputa interburguesa por administrar el dominio de su clase, el Estado como producto de los antagonismos irreconciliables de la sociedad clasista es el órgano de dominación de los propietarios contra la clase desposeída. Los intereses del candidato que sea son, al fin y al cabo, intereses de una misma clase, que es la que manda y busca perpetuarse. 

El capital y las elecciones en los EE. UU.

En ninguna parte (…) es tan crudo y tan abiertamente corrompido como en Norteamérica el poder del capital, el poder de un puñado de multimillonarios sobre toda la sociedad. El capital, una vez que existe, domina la sociedad entera, y ninguna república democrática, ningún derecho electoral pueden cambiar la esencia del asunto.

V. I. Lenin, Sobre el Estado: Conferencia pronunciada en la Universidad Sverdlov el 11 de julio de 1919.

Inmediatamente después de la victoria electoral en noviembre, se produjo un aumento récord en la bolsa de valores, las 10 personas más ricas del mundo tuvieron un incremento en conjunto de unos USD 64 mil millones, anticipando las políticas más amigables hacia su clase, como desregulaciones y exenciones de impuestos, pero por sobre todo los incentivos estatales para los capitalistas, siendo Elon Musk el más beneficiado por este aumento.

Fueron varios los multimillonarios que financiaron a un candidato u otro, sobre todo a Harris, con montos exorbitantes, de acuerdo a la agenda gubernamental que más les convendría o al candidato más influenciable para favorecer a sus negocios. En un principio, figuras de renombre como Mark Zuckerberg de Meta y Jeff Bezos de Amazon se mantuvieron al margen de tomar partido en los comicios, sin embargo, aseguraron los mejores asientos en la ceremonia de asunción al desembolsar USD 1 millón cada uno destinados a la organización del evento.

El acercamiento del CEO de Meta, empresa matriz de Facebook, Instagram y Whatsapp, con el compromiso del dueño de la plataforma X previamente asegurado, se da en consonancia con la pretensión de “detener la censura” y “devolver la libertad de expresión” del flamante presidente, así como las restricciones antimonopolio y contra la expansión a las que está siendo sometida la multinacional a nivel local y global.

Días antes, Meta implementó una nueva modalidad de regulación de contenido, poniendo fin al sistema de reguladores externos y reemplazándolo por notas comunitarias similares a X. Por reguladores externos se entiende a organizaciones de verificación de datos que suelen estar compuestas por profesionales, como periodistas, que se encargan de cerciorar la veracidad del contenido difundido en las plataformas, sobre todo noticias, y que trabajan regidos por ciertas normas y estándares internacionales. La nueva estrategia está acompañada de políticas de Conducta de Odio más laxas que favorecerán la divulgación de publicaciones de carácter reaccionario, negacionista, conspiranoico, racista, xenofóbico, lgbtfóbico, y un largo etcétera.

La propagación de este tipo de discursos ha aumentado considerablemente desde que la plataforma anteriormente conocida como Twitter implementó parámetros de esta naturaleza. Los gigantes tecnológicos de por sí editan, prohíben o impulsan publicaciones, dependiendo de su contenido político o ideológico; tienden a favorecer  a las ideas de la clase dominante (las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época) para consolidar su influencia en el público, por ejemplo al censurar denuncias contra el Estado Sionista.

Pasando de lo coercitivo a lo coactivo y retomando el desglose del discurso inaugural, definitivamente los segmentos en donde se enalteció el poderío militar estadounidense fueron los más vitoreados de la ceremonia. Biden, Harris, Obama y los Clinton, unidos por el apetito belicista de su clase, se pusieron de pie cuando Trump prometió “erigir las fuerzas armadas más poderosas que el mundo haya visto jamás”. 

Durante su campaña, la figura del Trump pacifista tuvo mucha repercusión, pero esta percepción simplemente se trata de una cortina de humo. Según datos del Banco Mundial, durante su primera presidencia (2017-2021), el gasto militar de EE. UU.  experimentó un aumento significativo, pasando de USD 646,75 mil millones de dólares en 2017 a USD 778,4 mil millones en 2020, destinados a modernizar y renovar equipos obsoletos, priorizar el desarrollo de sistemas de defensa antimisiles y armas nucleares, mientras reorientaba la estrategia militar hacia el Sudeste Asiático, reduciendo la presencia en conflictos como Afganistán.

El negocio de la guerra y las armas

La industria armamentística es otro sector de la burguesía que está detrás de los conflictos y se fortalece gracias al robustecimiento del presupuesto de “defensa”: Los tres secretarios de defensa al servicio del multimillonario neoyorquino tenían vínculos con grandes compañías dedicadas a la producción de material bélico: Jim Mattis era miembro de la junta directiva de General Dynamics, Pat Shanahan era ejecutivo de Boeing, y Mark Esper era el principal lobista de Raytheon. Estos antecedentes hablan por sí solos, por lo que se puede vaticinar una orientación similar para los próximos años.

La campaña de EE. UU. por fortalecer su predominancia a nivel global no se limita al gasto militar, sino que incluye una reorientación general de la política económica hacia la preparación para conflictos globales. Los aranceles a la importación descritos más arriba forman parte de la guerra comercial que también es parte de esta estrategia.

“Mediremos nuestro éxito no solo por las batallas que ganamos, sino también por las guerras que acabamos y aún más importante, por las guerras en las que no nos involucremos”, decía en la ceremonia. Días después, el Departamento de Estado ordenó la suspensión por 90 días de una gran parte de los programas de “asistencia” exterior, varios analistas burgueses y el propio gobierno de Zelensky habían expresado cierta incertidumbre sobre la continuación del apoyo económico y militar a Ucrania en los últimos meses, pero aún quedan fondos autorizados por el Congreso para continuar el apoyo bélico, ya depende de la Casa Blanca si serán desembolsados o no.

De igual manera, la suspensión no afectará al Estado genocida de Israel ni a Egipto, país vecino de la Palestina ocupada.

Otro momento que también fue aplaudido de pie por toda la sala fue cuando se atribuyó lo que describió como la liberación de rehenes en medio oriente. La liberación de los colonizadores sionistas retenidos por la resistencia palestina, así como la de un millar de palestinos en cárceles “israelíes” son parte de los acuerdos por el cese al fuego en Gaza. 

El gobierno de Biden ya había planteado una tregua a la entidad sionista en 2024, pero fue rechazada. Para esta ocasión se dio un esfuerzo bipartidista, ya que tanto el presidente entrante como el saliente enviaron a sus respectivos diplomáticos para ejercer presión y así concretar el acuerdo.

El frágil cese a las hostilidades es solo una movida táctica por parte del imperialismo. La retirada de Gaza de las tropas de ocupación fue celebrada por la resistencia y la comunidad internacional solidaria con la causa, como un respiro necesario, pero el sionismo mantiene su presencia militar en el perímetro de la región y sencillamente reconfiguró su táctica de sometimiento intensificando la agresión en los territorios de Cisjordania. Medios sionistas alegan que Trump prometió a Netanyahu que, si acepta un alto al fuego y la retirada de sus fuerzas militares de Gaza, apoyará a Tel Aviv retroactivamente si decide reanudar la agresión y violar la frágil tregua.

Además, el mismo magnate neoyorkino declaró que no confía en que perdure la tregua, dando sustento a la visión sionista de asentarse en Gaza: “Gaza es como un enorme sitio de demolición. Ese lugar, en realidad, tiene que ser reconstruido de una manera diferente”, respondió a un corresponsal de la Casa Blanca. También dijo que podría tener un papel en dicha “reconstrucción”, elogiando su “ubicación fenomenal, frente al mar” y su clima soleado.

El imperio de la familia Trump se basa en la especulación inmobiliaria, por lo tanto, no es de extrañar la insinuación del genocidio como una oportunidad de negocios. Así también, sus comentarios replican las declaraciones de su yerno Jared Kushner en febrero de 2024, cuando calificó al territorio frente al mar de «muy valioso» y sugirió que el estado sionista debería expulsar a los palestinos de Gaza y «limpiarla».

Esta postura, que reduce la vida y el sufrimiento de miles de personas oprimidas a una mera oportunidad económica, se enmarca en una narrativa más amplia.

La inmigración y la política reaccionaria 

Los inmigrantes han sido un constante chivo expiatorio en la retórica de “salvar a la nación”, en torno a ellos se ha construido la figura del enemigo externo, un recurso muy utilizado en la politiquería burguesa, especialmente en los países del Norte, cuando su careta democrática comienza a resbalarse. La burguesía tiene bajo su dominio toda una superestructura que instala sus ideas como las ideas de la sociedad,  así que no es tan difíil plantar las semillas de la discordia en la conciencia del trabajador al fomentar la división y el antagonismo entre los oprimidos, para que dirija su animosidad hacia el indocumentado por “quitarle el trabajo”, por poner un ejemplo, en lugar de de hacerlo contra la patronal que busca abaratar costos y contrata mano de obra precarizada por salarios de hambre. El mensaje es tan eficaz que hasta suele calar en los inmigrantes “de bien”, una vez que cuentan con la residencia y el derecho al voto.

Las políticas de exclusión, persecución, encarcelamiento y deportación de inmigrantes no cesaron ni por si acaso durante el gobierno de Biden, de hecho, tan solo en 2024 se alcanzó un récord de 271.484 deportaciones, más que en cualquier año de la era Trump. No obstante, resulta llamativo cómo el magnate ha emulado la retórica de odio tan prevalente luego de los ataques del 11 de septiembre de 2001 y que sentó las bases discursivas de la llamada Guerra contra el Terrorismo. Haciendo un paralelismo con la estigmatización de ese entonces, de que todo inmigrante de Medio Oriente era considerado un terrorista islamista que tenía la intención de destruir la forma de vida estadounidense, el indocumentado, además de quitarle el trabajo a los estadounidenses de bien y saturar los servicios estatales, es catalogado como ladrón, asesino, violador, miembro de alguna pandilla, narcotraficante y, por supuesto, terrorista.

En los primeros días de Trump ocupando la Oficina Oval por segunda vez, el abordaje antiinflacionario prometido en campaña fue prácticamente nulo, en cambio, el enfoque fue contra la inmigración. El magnate firmó una serie de polémicas medidas para contrarrestar esta amenaza barbárica, con las que pretende “dar inicio a la revolución del sentido común”: Declaró de inmediato un Estado de Emergencia Nacional en la frontera con México, el principal corredor migratorio por donde ingresan miles de personas forzadas a migrar desde distintas latitudes. Esta acción conlleva la militarización de la zona por medio del despliegue de tropas, con la misión de frenar lo que llama la “catastrófica invasión” al país.

También se espera la restauración del programa “Quédate en México”, que impide el ingreso a los EE. UU. a las personas que solicitan asilo en el país mientras se procesan sus casos, forzándolas a esperar del lado mexicano del muro, hacinadas y expuestas a condiciones precarias y peligrosas, sin acceso a servicios básicos, a riesgo de estar a la espera durante años.

Entre otras políticas de este carácter, Trump aseguró el uso de “todo el poder de la ley federal y estatal para eliminar pandillas y organizaciones criminales extranjeras” con la intención de reactivar la vetusta Alien Enemies Act of 1798 (Ley de enemigos extranjeros de 1798). Dicha ley fue utilizada por última vez durante el gobierno de Franklin D. Roosevelt con el fin de crear campos de concentración para ciudadanos de origen japonés tras el ataque de Pearl Harbor.

Al contemplar a toda oleada migratoria como una invasión de criminales e indeseables que penetra suelo estadounidense, se debe tener en cuenta que la aplicación de dicha ley requiere una declaración formal de guerra previa o en una situación de incursión predatoria en territorio estadounidense (invasión). Sumado a todo esto, la designación de los carteles como Organizaciones Terroristas Extranjeras puede servir de justificativo para una futura intervención militar en la región. Cabe recordar que la invasión a Irak se basó en acusaciones inventadas sobre la tenencia de armas de destrucción masiva. Los ecos de la Guerra contra el Terrorismo podrían volver a resonar.

Así también, la  reinclusión de Cuba en la lista de países considerados “patrocinadores del terrorismo” por Washington, sumada a las agresiones por un “cambio de régimen” en la isla son otros factores a considerar en este escenario. De hecho, Trump firmó una orden para preparar las instalaciones de la prisión de Guantánamo, dentro del territorio cubano ocupado por una base naval yankee desde 1898, para recibir a 30 mil inmigrantes indocumentados que no puedan ser trasladados a sus países de origen. Dicha prisión fue reconocida durante la Guerra Contra el Terrorismo como un centro de tortura y desapariciones, muchos de los reclusos ni siquiera contaban con una condena formal.

Remontándonos a otro ejemplo histórico para resaltar la hipocresía de EE. UU., fue la CIA quien financió al terrorismo contrarrevolucionario en Nicaragua mediante la introducción y venta de cocaína en los barrios más marginados de Los Ángeles, desatando a la par una epidemia de consumo de crack que afectaría principalmente a la demografía latina y afrodescendiente.

“Comenzaremos el proceso de devolver a millones y millones de extranjeros criminales a los lugares de donde vinieron”. En los últimos días, varias agencias como ICE, la DEA y el FBI han realizado operativos en al menos diez ciudades importantes de Estados Unidos, incluyendo New York, Miami y Chicago. Unos 8 millones de inmigrantes indocumentados son trabajadores activos, principalmente en los sectores de la agricultura, la construcción y los servicios, o se encuentran en la búsqueda de un empleo, esta cantidad representa un 5% de la mano de obra del país, la deportación de tan solo unos 1,3 millones de trabajadores supondría una contracción de la economía capitalista estadounidense del 5%.

En un ligero revés a esta arremetida xenofóbica, un juez federal de Seattle bloqueó la aplicación por parte del gobierno de una orden ejecutiva que recorta el derecho a la ciudadanía automática por nacimiento en EE. UU. por calificarla de inconstitucional. La orden busca evitar que los niños de padres indocumentados nacidos en el país puedan gozar automáticamente de la ciudadanía estadounidense.

Las ínfulas expansionistas del imperialismo se reafirman cada vez con más fuerza y a como dé lugar. “EE. UU. volverá a ser considerada una nación en crecimiento. Que aumenta su riqueza y expande su territorio”, aseveró el presidente. La clase dominante logra persuadir y movilizar a las masas en torno a consignas patrioteras, que hasta pueden resultar irrisorias, como el cambio de nombre del Golfo de México por Golfo de América, o una vieja y confiable campaña belicista para “defender” las fronteras y los intereses de la patria.

Elon Musk y la conquista del cosmos

“Vamos a ejercer nuestro Destino Manifiesto” —afirmó abiertamente—, hacia “nuevos horizontes”, con la determinación de extenderse hacia el espacio exterior e incluso conquistar el Planeta Rojo como última frontera. “Enviaremos astronautas estadounidenses a plantar la bandera (stars and stripes3) en el planeta Marte”, otro momento que fue ovacionado por todos los presentes en la sala, especialmente por el Bóer4 de Elon Musk.

El hombre más rico del mundo afianza cada vez más su posición en el primer anillo del gobierno. Horas después de la investidura, en un mitin llevado a cabo en un multitudinario estadio, Musk afirmó que el flamante Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, por sus siglas en inglés) llegará a Marte (¿¿¿???), no sin antes realizar el saludo Nazi dos veces en medio de su intervención. Ese mismo sábado hizo una aparición por videoconferencia en un mitin del partido filofascista Alternative für Deutschland (AfD), en donde mostró su apoyo a las propuestas supremacistas del mismo y declaró que los alemanes no deberían sentirse culpables por los pecados de sus padres ni de sus abuelos, en referencia a los crímenes del Tercer Reich, a días del Día Internacional en Memoria de las Víctimas del Holocausto.

DOGE es una institución recientemente establecida que tendrá la finalidad de reducir gastos estatales y reestructurar instituciones, se podría decir que emulando la motosierra de Milei. Elon Musk dirigirá esta cartera gubernamental.

Llegue o no a otro planeta, el nefasto hijo del Apartheid se ha adjudicado con aproximadamente 15 mil millones de dólares del Estado gracias a contratos federales con su empresa SpaceX para el desarrollo del programa de cohetes de la NASA y para proyectos de “defensa” del Pentágono, que utiliza los satélites Starlink en sus operaciones militares por todo el mundo. Podemos asumir que los gastos de “defensa” no serán recortados. 

Asimismo, la conformación de la Fuerza Espacial (Space Force) como rama de las FF. AA. se dio en el primer período de Trump, por lo que podría ser un nuevo foco para el presupuesto gubernamental. Una carrera espacial exploratoria sería solo la fachada para una gradual militarización del espacio.

Imagen de Elon Musk, haciendo un saludo nazi en un mitin trumpista, 2025. Vía Reuters.

Política exterior de un período crítico 

Volviendo a cuestiones más terrenales, El Canal de Panamá, una vía clave del comercio mundial que conecta el Atlántico y el Pacífico, se ha convertido en otro frente de la lucha por la hegemonía en el sistema imperialista tras las declaraciones del  47° presidente sobre la posibilidad de tomar el control militarmente:

“se gastó dinero como nunca antes se gastó en ningún otro proyecto, se perdieron 38 mil vidas en su construcción. Fuimos perjudicados por este regalo a Panamá que nunca se debió ceder. Las promesas de Panamá no se cumplieron. El propósito de nuestro tratado ha sido violado completamente. Navíos estadounidenses son tarifados de más y tratados injustamente, esto incluye a la Marina de EE. UU. China está operando en el canal. No se lo dimos a China, sino a Panamá. ¡Y lo vamos a recuperar!”.

Aquí Trump no necesita el pretexto de instalar una democracia para tumbar un régimen o realizar una intervención humanitaria para el gran capital estadounidense. El Canal es suyo, le pertenece legítimamente, lo perdieron y por eso lo deben recuperar. La vía marítima es de vital importancia, ya que conecta los océanos Atlántico y Pacífico y por ella transitan alrededor de 14.000 barcos al año, además, aproximadamente el 40% de la carga que transita por él tiene como destino u origen puertos estadounidenses.

Aunque el capital de ambas potencias esté intrínseco el uno al otro, a medida que China consolida su proyecto contrahegemónico, EE. UU. enfrenta crecientes dificultades para sostener su dominio global. La creciente presencia de empresas chinas en la región, con inversiones en infraestructura portuaria como COSCO, uno de los mayores grupos navieros globales de China, y otras compañías, ha generado preocupación en el gobierno estadounidense.

En este contexto, otros territorios clave como Canadá y Groenlandia han pasado de ser socios privilegiados a objetivos de una política más agresiva por parte de la Casa Blanca, al menos discursivamente, por el momento.

En cuanto a Canadá, Trump ha planteado la idea de su anexión como el estado número 51 de los Estados Unidos. Esta declaración, aunque descabellada en términos prácticos, refuerza la visión geopolítica de que Washington busca consolidar su control sobre el Ártico y garantizar el acceso a los recursos naturales de la región y reforzar la hegemonía estadounidense en el hemisferio occidental en sí. Canadá posee una extensa costa en el Círculo Polar Ártico y forma parte del Comando de Defensa Aeroespacial Norteamericano (NORAD) junto con EE. UU.

Groenlandia es otro punto clave en la competencia geopolítica entre las potencias imperialistas, debido a su ubicación estratégica y sus vastos depósitos de hidrocarburos y recursos minerales inexplorados, esenciales para la industria energética, tecnológica y militar. La isla está bajo dominio danés, pero Washington ha manifestado repetidamente su interés en controlarla, desde intentos de compra en 1867 y 1946 hasta la propuesta de Trump en 2019.

La Fuerza Espacial de los Estados Unidos tiene una presencia permanente en la Base Pituffik, al noroeste de la isla, que juega un papel clave en el control del espacio aéreo al servicio de NORAD. China, por su parte, ha buscado acceso a las riquezas minerales de Groenlandia y la ha integrado en su “Ruta Polar de la Seda”. Mientras que Rusia, con la mayor costa en el Ártico, lidera la militarización de la región con más de 50 bases estratégicas, y tiene la predominancia en la explotación de los recursos.

Según reportes de funcionarios daneses, Trump tuvo un caldeado intercambio telefónico con la primer ministra danesa Mette Frederiksen. “No hay duda de que hay un gran interés en Groenlandia y alrededor de ella. Basándome en la conversación que tuve hoy, no hay razón para creer que ese interés sea menor de lo que hemos escuchado en el debate público”, comentó a la prensa ese mismo día. El Multimillonario en Jefe ya había amenazado con imponer sus famosos aranceles al país europeo si no cedía a sus intenciones.

Curiosamente, ni la OTAN ni la Unión Europea han condenado con vehemencia las amenazas de Trump hacia un país miembro de ambas organizaciones.

El magnate declaró lo que se denominó como una Emergencia Energética Nacional. Bajo el lema drill, baby, drill (perfora, nena, perfora) el gobierno aumentará el subsidio y anulará regulaciones a las grandes multinacionales de hidrocarburos, a las que pertenecen sus “donantes” de campaña, para impulsar la perforación de pozos petroleros y de gas con la excusa de satisfacer las demandas internas y llegar a exportar la materia prima. “Volveremos a ser una nación rica, el oro líquido bajo nuestros pies nos ayudará a lograrlo”.

Por eso poco y nada sorprende el interés creciente en Canadá y Groenlandia, no solo por las enormes reservas no explotadas de petróleo, gas y minerales, sino por el deshielo del Ártico y la apertura de nuevas rutas marítimas en los próximos años.

La Emergencia Energética está acompañada de la revocación de la inversión destinada a incentivar la fabricación de vehículos eléctricos implementada por el gobierno anterior, reasignando los fondos a la tradicional industria automotriz, que, supuestamente, también necesitaba ser rescatada de las imposiciones para “hacer frente a la crisis climática”. De igual manera, las grandes compañías supieron adaptarse al “mandato de vehículos eléctricos”. Tesla, de Musk, fue la más exitosa, solo que en lugar de depender completamente de la industria de hidrocarburos, simplemente se diversificaron y sostuvieron mediante el expolio del sur global para la explotación minera de Cobalto, Zinc y otros metales empleados en componentes de baterías y otras piezas, maquillando así la destructiva lógica de acumulación con un “capitalismo verde”.

De la mano del incremento en las medidas depredadoras del medio ambiente, Trump también hizo oficial su salida, otra vez, del Acuerdo de París, un tratado internacional que discursivamente busca paliar el calentamiento global. Si bien no son más que palabras vacías en papel, impulsadas por las potencias y multinacionales más depredadoras, la ruptura deja en claro la concepción de sobreponer la destrucción ambiental para la obtención de recursos con tal de maximizar ganancias, lógica estructural del modo de producción capitalista predominante.

La farsa reaccionaria: a modo de conclusión

Donald Trump no es una figura excepcional, es la síntesis del gradual colapso de la fachada democrática de la gran burguesía imperialista en crisis. Y el auge de sus ideas reaccionarias tampoco es un fenómeno aislado, sino parte de una tendencia global para perpetuar la división entre dominantes y dominados bajo el modo de producción capitalista, en la que los dominantes sacan partido del descontento del proletariado, desviando su frustración hacia narrativas ilusorias, mientras que el progresismo electoralista y la izquierda reformista se limitan a administrar el capitalismo, a la vez que desmeritan cualquier opción verdaderamente transformadora.

Ante estas condiciones, la verdadera alternativa no está en el giro a la derecha ni en el reformismo burgués, sino en la construcción de un proyecto revolucionario e internacionalista, capaz de articular los intereses de las y los trabajadores, para una lucha no solo defensiva, sino de avance hacia la transformación socialista de la sociedad.

Discurso completo de Donald Trump en su toma de posesión como presidente de EE. UU – CNN En Español


Notas

  1.  ‘We’ll forge a society that is color-blind and merit-based’ colorblind se traduce literalmente como “daltónica”. En este contexto, al hablar de colores, Trump se refería al “color de piel”, el origen étnico. Una “sociedad basada en el mérito” significa de forma implícita dejar de lado las políticas identitarias características de los demócratas y progresistas. ↩︎
  2. Konrad Meyer, un destacado planificador nazi de las SS y autor del famoso Plan General del Este (…) escribió que la «América» ​​de los pueblos germánicos se encuentra en Europa del Este. En Der Untermensch (Los subhumanos), una de las publicaciones de Himmler para las SS, el Lebensraum oriental fue descrito como «tierra negra que podría volverse un paraíso, una California de Europa”. Carroll P. Kakel – The American West and the Nazi East: A Comparative and Interpretative Perspective. ↩︎
  3. Estrellas y franjas en inglés, es una forma coloquial de referirse a la bandera de EE. UU. por sus características 13 franjas rojas horizontales y 50 estrellas blancas, que representan a las trece colonias originales y a los cincuenta estados respectivamente. ↩︎
  4. Colonizadores blancos de origen europeo que impusieron su régimen racista en Sudáfrica. ↩︎