Opinión | Por Jean Mersault
El día de ayer, domingo 12 de enero, se generó un escándalo mediático a partir de la publicación de la excandidata del Partido Patria Querida (PPQ), Eugenia Aquino, que, aprovechando su visita al cementerio de la Recoleta (Asunción), denunció la «inmoralidad» y «desubicación» de unos albañiles que se habían dado una pausa de la jornada laboral para preparar unos chorizos y tres muslos de pollo entre los panteones (más tarde los acusó de embriagarse en el lugar).
A veces es difícil hacer el ejercicio de reflexión frente a la inmediatez en que nos inducen las coberturas de los medios burgueses, sus espacios publicitarios y productos de entretenimiento, pero este caso abre la puerta para que podamos hablar más explícitamente del alcance y algunas de las formas en que se expresa la lucha de clases para nuestra clase trabajadora en Paraguay.
Ante esto, los medios burgueses, para no variar demasiado, amplificaron la denuncia y el escándalo, causando que la administración del cementerio de la Recoleta prohibiera a partir de hoy el trabajo autónomo de esos albañiles.
Hay varios elementos relevantes a este respecto: 1) la posición de trabajadores autónomos sin estabilidad y regularidad de ingresos para su sobrevivencia, mucho menos seguridad social ni salud, producto de la dinámica del Modo de Producción (MdP) capitalista; 2) las pésimas condiciones laborales a las que se ven obligados a desenvolverse para sostener sus vidas; 3) la población obrera sobrante que se acumula en el país; 4) el grado de disciplinamiento moral burgués al que estamos expuestos en lo cotidiano.
Lo que sufre el proletariado es brutal —en este caso hablando de Paraguay—, sumamente golpeado por las condiciones de vida cuando trabaja y extremadamente vilipendiado cuando no lo hace; termina siendo expulsado y excluido por no respetar las formas burguesas, incluso en lo que se refiere a un almuerzo en un lugar de trabajo (donde por cierto no hay cantina ni espacio de comedor). Acá vemos cómo a través de improperios y aleccionamientos morales, desde las alturas espaciales de la confianza que falsamente proporciona la ideología burguesa, se reproducen mitos (como la famosa frase peyorativa “el paraguayito” y/o la expresión en guaraní “Aichejaranga”, para referirse a una especie de lástima hacia la clase desposeída y muchas veces disminuida) para naturalizar las relaciones sociales capitalistas. La excusa es el “respeto”.
Fui a llorarle a mi padre en su aniversario de muerte, a llevarle unas flores con mi hijo…fui a contarle algunas novedades aunque ya quizás las sepa…
— Euge Aquino (@aquino_euge) January 12, 2025
Y me encontré con este espectáculo dantesco, nefasto… pic.twitter.com/KU95N8EjKH
Sobre el último punto, no está de más recordar los versos que escribió el gran escritor Yevgueni Yevtushenko, en su poema “ternura”, sobre cierta aproximación que se tiene hacia los vivos: “¿Dónde y cuándo se puso de moda decir: / «Indiferencia para los vivos,/ interés por los muertos»?”, porque en definitiva para su clase “la gente viva es molesta”. Para la burguesía paraguaya y sus miserables representantes políticos de los diversos partidos del orden (ANR, PLRA, PPQ, etc.), el proletariado es una molestia cuando se trata de aparentar formalidad o de reproducir su moral decadente. Mas no cuando se trata de incrementar las horas de trabajo para redituar mejor las ganancias y la acumulación. Así que tampoco es raro que funcionarios del partido colorado de la municipalidad de Asunción rápidamente le hayan dado la razón a la vulgar hija de la burguesía patriaqueridista, talentosa practicante de la tergiversación y apologeta de la injuria, ya que coinciden ideológicamente en casi todos sus puntos y mucho más en lo que se refiere a naturalizar al capitalismo.
Vale pensar en nuestros vivos y muertos para entender la diferencia que tenemos con su presunta altísima moral al hablar de los cementerios: ¿lamentaron la muerte de Emilia Cardozo mientras trabajaba en un biggie?; ¿grabaron algún vídeo escrachando a los directivos que obligaron a sus compañeros a seguir trabajando luego de aquello?; ¿lloraron y denunciaron con nosotros por las vidas de Elías, Gustavo, Nelson, Sergio y los demás afectados por la negligencia de Ochsi?; ¿querrían ellos estar trabajando un domingo bajo el infernal sol en un cementerio por un jornal precario? Está bien, no tienen que simpatizar con nuestros muertos ni con nuestros reclamos bajo este sistema del horror al servicio del capital; pero las excusas de su moralidad abstracta ya no sirven para justificar estos intentos de disciplinamiento.
Ya en el inicio del Manifiesto Comunista se puede leer que “la historia de todas las sociedades hasta nuestros días es la historia de las luchas de clases”; y el desarrollo histórico de nuestro país no escapa de esto, aunque las expresiones específicas de la lucha hayan cambiado en apariencia, siguen presentes y se manifiestan, como en este caso con los albañiles del cementerio, de forma violenta en público, buscando perpetuar la narrativa mencionada anteriormente. Aunque lo niegue en la prensa después.
La perspectiva de la politiquería burguesa inunda los canales de radio y televisión, las redes sociales y los diarios. Por lo que es imprescindible, en este contexto, hacer el esfuerzo por comprender que no se puede esperar otra cosa de los delegados mediocres de la ideología burguesa. Nuestra oportunidad ante esto es la de responder con unidad de clase y organizarnos en el partido de la clase trabajadora para construir una propuesta políticamente independiente. Es momento de juntarnos y construir el país para la clase trabajadora.