Canal de Memoria | Por Federico Tatter1


La memoria histórica es fundamental en el contexto de la justicia de reparación integral permanente2, ya que nos permite reconocer y confrontar las violaciones de derechos humanos en la historia, incluso en el pasado reciente, o presente actual, por contraste y verificación de sus modos de obrar. Este proceso se basa en cinco pilares esenciales: verdad, justicia, reparación, garantías de no repetición y reconciliación con justicia de Estado. Cada uno de estos elementos contribuyen a construir una sociedad realmente democrática y más justa, evitando el resurgimiento de ideologías antidemocráticas, antimemoria, antihistoria, revisionistas que falsifican la historia, neofascistas, neoliberales, tecnofascistas, etnonazistas  (conceptos a desarrollar y conocer, pues allí anidan adversarios actuales y futuros de la humanidad con mismo ADN que el pasado reciente, donde la tergiversación y la mentira son ejes cardinales).

El primer pilar, la verdad, nos permite documentar en forma permanente las atrocidades cometidas y visibilizar las experiencias de las víctimas, así como registrar todas las formas de resistencia y resiliencia, para dar instrumentos a toda la juventud, los colectivos e individualidades diversas que van surgiendo y de las que es imperioso se empoderen. Al reconocer la historia de lucha popular se desmantelan todas las narrativas manipuladas o directamente mentiras que son utilizadas por grupos de ultraderechas o granjas de bot (robots cibernéticos), para justificar sus acciones de destrucción de todo ámbito público popular. La verdad es un antídoto contra la desinformación y la falsificación de la historia, que hoy aparecen como mentiras en redes sociales y en los medios masivos capturados por megaempresarios sin control alguno.

La justicia es crucial para asegurar que los responsables de violaciones a los derechos humanos del pasado, y los que se preparan en el presente, sean llevados ante la ley. Sin justicia, el ciclo de impunidad puede alimentar el resentimiento y la radicalización, creando un terreno fértil para el tecnofascismo y el etnonazismo. La rendición de cuentas es un paso indispensable hacia una sociedad democrática y social, en realidad conforme a las necesidades populares.

La reparación, que debe ser permanente y segura, busca sanar a las víctimas y sus comunidades. Al ofrecer compensaciones simbólicas y materiales, se reconoce su sufrimiento y se promueve su dignidad. Esto no solo ayuda a las víctimas, sino que también fortalece la cohesión social, impidiendo que los grupos tecnofascistas aprovechen el descontento social manipulando por redes.

Finalmente, las garantías de no repetición son también permanentes y son esenciales para evitar que los errores del pasado se repitan cíclicamente. La educación y la promoción de una cultura de paz son vitales para contrarrestar ideologías antidemocráticas, antimemoria, que buscan sostener una sociedad sin historia. La memoria histórica debe ser un pilar en la formación ciudadana, en forma constante, transversal, visibilizando los cambios y surgimiento de nuevos actores, nuevas diversidades, y cualquier forma de vulnerabilidad, para corregir toda forma de posible discriminación temporal o permanente, por el carácter que sea, conforme a los estándares del sistema nacional, regional e internacional de protección a los derechos humanos, monitoreados y actualizados, siempre.

En conclusión, la memoria histórica y los pilares de la justicia reparativas son herramientas poderosas en la lucha contra toda forma de etnonazismo, extremismo antidemocrático y el tecnofascismo de las redes concentradas de mentiras y falsificaciones. Al recordar nuestro pasado real, construimos un futuro más justo y resiliente, para todas, todos, todes, en todo tiempo presente y futuro. Es un desafío importante para este 2025, en todos los rincones de nuestra América continental e insular.


Notas

  1. Es Integrante y vocal internacional del comité ejecutivo de la Federación Latinoamericana de Asociaciones de Familiares de Detenidos Desaparecidos, FEDEFAM. ↩︎
  2. La justicia de la transición, de dictaduras a democracias liberales, no a democracias populares es preciso aclarar, ha dejado sabores amargos. Varias transiciones, fueron más bien transacciones. Donde los sistemas económicos y políticos se mantienen intactos como en dictaduras cívico-empresario-militares, y solo se agregan elecciones periódicas, con golpes blandos también periódicos, si las ciudadanías «eligen mal o no conforme al interés del capital especulativo global». Por ello, parece ser más ajustado conceptuarse como «justicia de reparación integral permanente», que acompañe la lucha popular permanente por la autodeterminación, la soberanía y el modelo de producción y distribución más equitativo, incluyente y sostenible con el planeta y la humanidad finita y hoy bajo ataque de supervivencia existencial. ↩︎