Canal de Memoria | Por Federico Tatter


La Operación Cóndor desde la historia de Ña China y Lidia

Conforman dos extremos desde donde encarar una crónica situada en el Paraguay dictatorial. Desmenucemos. De Ña China, sabemos muy muy poco y, por esa razón, insistiré en repetir su nombre varias veces. Seguramente fue una de las miles de “trabajadoras del agua”, como muchas se autodefinen, que no pagó el diezmo adecuado a la autoridad policial, para llevar y traer mercaderías cruzando las fronteras porosas y húmedas, de día o de noche, entre Puerto Elsa y Clorinda. La necesidad tiene cara de hereje. No obstante, la participación de ella es clave. Pues sin ella, lisa y llanamente —y sin ser contrafácticos—, esta historia podría no haber existido. Y es precisamente Lidia Cabrera Maíz, quien la recuerda con afecto, con reconocimiento, por su gesto humano, solidario, arrojado y arriesgado.
Lidia, es compañera de Sotero Franco. Nació en Argentina, formoseña, hija del exilio paraguayo del ‘47. Sotero es paraguayo, cordillerano. Ambos desde su juventud, militaron en el clandestino, perseguido, proscripto —con intencionalidad genocida—, Partido Comunista Paraguayo (PCP).
Lidia y Sotero, hasta la fecha viven para dar testimonio del terrorismo de estado y de las maquinaciones de la Operación Cóndor. Son sobrevivientes y se han comprometido a contar cada detalle, donde fuere. En un estrado judicial que juzga crímenes de lesa humanidad o ante un medio de comunicación global. Y lo han hecho con lujo de detalles. A propósito, Lidia presentó un libro en noviembre de 2024, donde registró sentido testimonio de la trágica odisea vivida por su familia nuclear desde 1977, en el que se presentan detalles que en otras oportunidades no había podido expresar. Se dio el gusto de contar más. Y no se olvidó de Ña China.
Lidia y Sotero, eran enlace del PCP en la argentina ciudad fronteriza de Puerto Iguazú. Y sus compañeros más cercanos, estaban en la ciudad de Posadas del mismo país, eran Juan José Penayo y Cástulo Vera Báez, ambos detenidos desaparecidos hasta la actualidad —a excepción de Cástulo, que su cuerpo fue hallado en “la huerta” de los fondos de la Ex Guardia de Seguridad e identificado mediante procedimientos de antropología forense—.

Los hechos

En enero de 1977, en procedimientos distintos, la gendarmería argentina, secuestró a Lidia y Sotero, luego a Juan José y a Cástulo, a través de los ductos de la Operación Cóndor fueron trasladados hasta el departamento de Investigaciones de Pastor Coronel en Paraguay. Lidia, en su cautiverio, contó con la ayuda de la también detenida bajo cargos de contrabando, Ña China, quien a su salida y a escondidas fue hasta la casa de la madre de Lidia, de nombre Rosa, para comunicar que su hija seguía con vida. Desde allí se intensificaron las denuncias nacionales e internacionales pidiendo su libertad. Lidia y Sotero, luego fueron trasladados al campo de concentración de Emboscada. Luego de mucha presión, con sus hijas Myriam y Victoria, lograron obtener refugio en Europa. A Juan José, Rogelio Goiburu aún lo busca, como a muchos más. Los restos de Cástulo fueron identificados y entregados con honores a sus familiares.
Entonces, el gesto de Ña China se agiganta. No pudo salvar a todos, pero hizo mucho. Tal vez no se esperaba que ella diera un aporte tan grande. Toda una heroína ella, aunque tal vez no lo sepa. Pero su valentía da sentido y validez a este relato. Gloria y honor a las trabajadoras del agua. Fin, por ahora.


Referencias