Editorial del 13 de noviembre de 2024


Lo venimos diciendo de varias formas. El Estado que funciona en Paraguay está al servicio de grandes empresarios, banqueros, terratenientes, organizados y liderados por poderes económicos y políticos extranjeros. Estos poderes son corruptos y narcomafiosos. El principal líder de todos estos poderes es EE. UU., o sea, el aparato norteamericano al servicio de los grandes capitales de ese país.

Apuntalaron la ley de Superintendencia para usar el dinero de los trabajadores, la reforma policial para reprimir “mejor” la protesta social, la Ley de la Carrera del Servicio Civil para precarizar e igualar por abajo a la clase trabajadora, antes, la ley Zavala-Riera que criminaliza la lucha por la tierra, el Registro Unificado Nacional (RUN) para legalizar el robo de millones de hectáreas por parte de terratenientes afines al stronismo, en fin, todo el funcionamiento del Parlamento y del Poder Judicial está para favorecer a los patrones internacionales y sus sirvientes locales que se enriquecen ilegalmente.

Hoy se trató y se aprobó en el senado la Ley de la Carrera del Servicio Civil y los patrones, con la que quieren igualarnos por abajo; ya ganaron cultural y comunicacionalmente, ya que la mayoría ve que los funcionarios públicos son planilleros, corruptos y privilegiados. Y sí, en gran medida tienen razón al verlos así, pero de lo que no se dan cuenta es que la propuesta para, supuestamente, solucionar este problema es dejar al funcionariado público sin derechos y avanzar en la total precarización del trabajo, dejando a toda la clase trabajadora sin derechos. La aplanadora de las patronales, que es lo mismo que decir la aplanadora cartista, seguirá aprobando leyes diciendo que nos beneficiará para en realidad saquearnos y, al mismo tiempo, seguirá autoasignándose privilegios.

Para enfrentar este momento y mejorar nuestra situación necesitamos ponernos de acuerdo entre trabajadores, campesinos e indígenas, que somos la inmensa mayoría del Paraguay. Ese acuerdo es muy práctico, se expresa en conductas y, para ganar credibilidad, necesita que las y los principales líderes y militantes demuestren con sus cuerpos saber qué pasó y qué está pasando para tener tanta desigualdad, violencia y miseria, así como su total disposición para luchar y entregarse con humildad, paciencia, firmeza, ingenio, disciplina y coraje a la lucha. Mientras esto no se logre, será imposible llevar adelante las demás tareas para garantizar la igualdad de oportunidades y la justicia social.

El primer y fundamental acuerdo es sobre la relación entre ética y política. Para nosotros, las y los comunistas, la ética y la política deben estar fusionadas, nunca separadas, porque, cuando están separadas, sucede lo que ha venido sucediendo en nuestro país desde hace décadas. 

Varios dirigentes del Partido Comunista Paraguayo son ejemplos de fusión entre ética y política. Los dos últimos dirigentes históricos que asumieron la reconstrucción y resistencia de nuestro Partido fueron y son ejemplos de la fusión entre ética y política: nos referimos a Ananías Maidana y Luis Casabianca.

Con ética y política fusionadas, el siguiente paso es ponernos de acuerdo en cómo construir un proyecto nacional independiente, atendiendo el grado escandaloso de dependencia y colonialismo existente en nuestro país. Construir solidaridad internacional para auditar la deuda externa, recuperar la soberanía de Itaipú y Yacyretá, la soberanía sobre nuestras tierras y nuestro subsuelo, que hoy están en manos de empresas extranjeras, la soberanía sobre el sistema financiero en manos de capitales norteamericanos, brasileños y europeos, el control sobre las maquiladoras y un sistema de impuestos que sea justo y eficaz en la reducción de la evasión, una educación liberadora al servicio de lo que el Paraguay necesita para eliminar el hambre, la desnutrición, cuidar el medio ambiente y asegurar la producción para satisfacer las necesidades de toda la población, así como una cultura que reivindique nuestra historia relacionada a la historia de los pueblos indígenas que habitaron y habitan nuestro país desde hace siglos.

Pero todas estas tareas solo podrán realizarse con otro tipo de Estado. El Estado que tenemos no tiene condiciones de llevar adelante un proyecto nacional que garantice la independencia productiva, porque está estructurado para servir a los patrones explotadores y corruptos. Está organizado para cumplir los derechos de acuerdo a quién tiene dinero para pagar por ellos. Es un Estado que no nos sirve y que, además, divide al pueblo trabajador, corrompiéndolo y haciéndole competir por prebendas.

Para destruir el Estado actual y construir uno nuevo, necesitamos de sindicatos, centrales obreras, movimientos campesinos, estudiantiles, barriales, culturales, indígenas fuertes, grandes, unidos. Esta es la principal tarea. Con el sistema electoral fraudulento, la cabeza de muchos trabajadores a favor del dinero, sin que importe de donde venga, y la ilusión de lograr cambios con el voto y una nueva administración de este mismo Estado, seguiremos desmoralizándonos y sembrando desconfianza entre nosotros, o sea, entre trabajadores.

El Paraguay que queremos depende de la unidad y alianza social obrera, campesina, indígena y popular, con liderazgo creciente de juventud y mujeres trabajadoras. La fuerza de esta alianza se expresará como síntesis política electoral y de masas en lucha y en las calles, cambiando todo lo que deba ser cambiado. Con esta comprensión, las movilizaciones que venimos organizando en estos tiempos tendrán un profundo sentido humano y estratégico. Tenemos que salir a pelear por las mentes y los corazones de las mayorías.