Por Najeeb Amado
Al culminar la jornada del 4 de octubre nuestro país estaba octavo en el medallero de Odesur, siendo anfitrión. Las medallas logradas aportan a la felicidad y el orgullo de la población paraguaya. La realización de los juegos permite que una parte de la población pueda crecer en interés y educación en torno a los deportes. Todo esto es beneficioso, sin lugar a dudas.
Remarco lo de ser anfitrión en competencias como estas porque las y los atletas conocen el territorio (clima, escenarios para la competencia, gastronomía), no tienen el cansancio ni el stress de los viajes, y además juegan con aliento del público. Aun así, nuestro país está muy lejos de los primeros lugares y en general, los logros son expresiones del esfuerzo individual de cada atleta. A ese esfuerzo, para materializarlo en grandes actuaciones, generalmente recurren a los recursos económicos de sus familias y/o de empresas. Por eso hablo de suerte: la suerte de nacer en familias con recursos económicos, la suerte de tener algún auspiciante, la suerte de tener talento y lograr una cobertura económica que te permita desarrollarlo. Así, miles de talentos para las ciencias, las artes y los deportes se pierden en nuestro país.
Como muestra, nuestra compatriota Erika Alarcón, ganadora de la medalla de oro en Patinaje Artístico, comentó que tuvo que mudarse a la Argentina para seguir su carrera.
Nada de esto nos resulta novedoso. Lo que quiero resaltar es que para medir el desarrollo de países es fundamental revisar las políticas públicas para niñez y adolescencia, para adultos mayores, para educación, salud, ciencia, arte y cultura, deportes. Y que, en todos estos terrenos, las políticas públicas del Estado que funciona en el Paraguay, desde hace décadas se ubican entre las últimas de América Latina.
¿Por qué nuestro país no ha invertido de manera responsable y seria en ninguno de estos aspectos del desarrollo? Porque la dependencia y la estructura en modelo “productivo” que el stronismo construyó, ha venido sustentando sus pilares en la entrega de la soberanía y el saqueo al servicio de las potencias extranjeras, teniendo como fieles aliados a los grupos económicos dueños de grandes tierras, grandes empresas y bancos. Los Stroessner, Abdo, Wasmosy, Saba, Vierci, Cartes, Zuccolillo y compañía han colaborado en la estructuración de un Estado y unas políticas públicas a la medida de intereses extranjeros, en donde ellos, como intermediarios, fueron acumulando riquezas evadiendo impuestos, incumpliendo el Código Laboral, usurpando tierras y realizando diversos tipos de operaciones ilegales.
Su plan es similar al de las patronales en todo el mundo: siembran miedo y terror ante nuestros deseos de protestar por las injusticias, nos educan para hacernos creer que quien quiere y se esfuerza sale al frente y, sobre todo, nos hacen competir al punto de dividirnos. Operan fuertemente para que entre trabajadoras y trabajadores nos disputemos y traicionemos. De otra forma es imposible explicar que unos pocos multimillonarios dominen a la mayoría trabajadora.
Con la recuperación de ese dinero malhabido y corrupto, concentrado en tan pocas manos, claro que podemos desarrollar políticas públicas que generen igualdad de oportunidades para el desarrollo de los talentos. Con los miles de millones de dólares de estos “empresaurios”, sin lugar a dudas podemos generar pensamiento independiente con alto desarrollo científico, artístico, deportivo, garantizando niñez y adolescencia sanas, así como una adultez mayor digna con un sistema de jubilación universal. Nuestro país tiene muchos recursos, no somos demasiados habitantes y, como cualquier otro pueblo, día a día nacen compatriotas talentosos. El problema es que el Estado organizado por las patronales, por la derecha internacional y nacional, representados por las direcciones de los partidos conservadores y patronistas Colorado y Liberal, sigue secuestrado por esa lógica angurrienta de acumulación, envuelto en una cultura mafiosa. Desmontar ese Estado y construir otro es el paso ineludible para superar nuestra crisis.
En la medida en que nos organicemos con independencia de las patronales y en contra de sus mezquinos intereses, las mayorías trabajadores podremos materializar ese país con un Estado que garantice una vida digna y con futuro a quienes nazcan en nuestro territorio. Mientras, nuestros logros seguirán concentrados en el terreno de la suerte.
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