Análisis | Por Marcos Castellano*
El plebiscito por una nueva Constitución en Chile se celebró el 4 de septiembre, una fecha simbólica, elegida de propósito ya que un mismo 4 de septiembre, pero de 1970, Salvador Allende ganaba las elecciones y se inauguraba un proyecto de intento de transición democrática al socialismo. Como es bien sabido, ese intento fue violentamente interrumpido por un golpe orquestado por las patronales y su principal gobierno: los EEUU.
Dicen que no hay peor ciego que aquel que no quiere ver. Entonces, teniendo la Historia a nuestro alcance, ¿por qué no vimos venir el triunfo del rechazo? ¿Por qué no logramos enfrentar de manera más decidida y radical la campaña de mentiras, engaños, sabotajes y distorsiones de la derecha a través de múltiples medios de comunicación? ¿Por qué no pudimos movilizar a las mayorías trabajadoras para defender con intensidad los derechos que el capitalismo les ha venido negando en Chile, entre ellos varios colocados en la propuesta de nueva Constitución?
Inmediatamente después de la derrota, Gabriel Boric modifica su gabinete trasladándolo más al centro (¿o no será más a la derecha?), mientras a cuadras del Palacio de La Moneda reprimía estudiantes secundarios.
Y el panorama es igual de gris en el resto de la región. En Brasil, mientras el hambre y el desempleo asolan el país, la derecha (que en su mayoría está armada) se vuelve cada día más agresiva y ya dan claras señales que las cosas no se tranquilizarán una vez pasadas las elecciones.
En Argentina, el intento de asesinato a Cristina nos demuestra que la socialdemocracia no tiene la capacidad de enfrentar al fascismo, no pudo hacerlo en el pasado en ninguna parte del mundo ¿Qué nos hace creer que ahora sí podrá hacerlo?
Pactar con liberales, conciliación de clases, gobernar sin estorbar a la burguesía, implementar políticas de austeridad, flexibilización del código laboral, reformas en la seguridad social, es decir, el sostenimiento de este sistema. Eso es todo lo que la izquierda reformista tiene para ofrecernos hoy. No debería sorprendernos que los comunistas seamos tan impopulares entre la clase trabajadora ya que frecuentemente nos asocian a esos sectores reformistas.
Estamos atravesando tiempos muy duros en América Latina, y el horizonte no se dibuja muy alentador, si Gramsci estuviera vivo, estoy seguro que ya estaría harto de lo viejo que no acaba de morir e impaciente con lo nuevo que no termina de nacer.
En nuestro continente y el resto del mundo, la onda de gobiernos progresistas nos ha demostrado que el capitalismo es irreformable. El capitalismo sólo genera más capitalismo.
Por eso debemos apostar por la radicalización de nuestras ideas. Porque a medida que la derecha se radicaliza y nosotros no, corremos el peligro de ser arrastrados hacia su centro gravitatorio. De hecho, ya fuimos arrastrados hacia la derecha. ¿Quién defiende la institucionalidad burguesa hoy en día? ¿Quién defiende la democracia? ¿Al Poder Judicial? ¿Las elecciones? ¡Es la izquierda!
Debemos empezar a demandar lo que necesitamos y no simplemente aquello que es posible en una determinada coyuntura política y económica. Recordemos lo que estaba escrito en los muros de París durante las revueltas de mayo de 1968: «seamos realistas, demandemos lo imposible».
El marxista británico Raymond Williams lo sintetiza de una manera poética: «ser verdaderamente radical es tornar la esperanza posible, no el desespero convincente». Incluso en nuestro país, donde en los últimos meses la palabra «esperanza» adquirió un sabor un tanto amargo por la desilusión de confiar (una vez más) en el reformismo, debemos apropiarnos de ella y resignificarla por el bien de toda la clase trabajadora.
No solo nuestro proyecto político debe ser radical, nuestra esperanza y nuestra imaginación también deben ser radicales.
Si existe una tarea urgente en las filas de la izquierda revolucionaria es la de inducir un sueño como salida a esta pesadilla en la que vivimos. Es tiempo de mantener a nuestros afectos cercanos, de cuidarnos y de cuidar a nuestros camaradas, de abrazarles más fuerte, de expresar ternura en un mundo que aprovecha nuestros sentimientos de tristeza para manipularnos; es tiempo de esperanzar y de organizarnos.
Como dice la poeta chilena Gabriela Mistral: «dame la perseverancia de las olas del mar, que hacen de cada retroceso un punto de partida para un nuevo avance».
Compañeros, compañeras, si el presente es de lucha, el futuro es nuestro. Nos vemos en las trincheras.
*Marcos Castellano es militante de la Juventud Comunista Paraguaya y estudiante de Letras.
Foto de inicio: extraída de Internet.
Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.