Por Miguel H. López | CON-TEXTO

Ñaime vai ha ñaime vaivéta. Esta frase vernácula del casi incontestable arandu ka’aty se aplica hoy día a la situación del país, como consecuencia de la irresuelta crisis socioeconómica y el empeoramiento de la misma por el mal gobierno de Mario Abdo Benítez. Un gobierno incapaz, surgido del fraude electoral, que tiene al sistema sanitario colapsado y sin esperanzas de salud posible para la población en una pandemia de coronavirus que a diario mata a 20 personas y contagia a 1.500.

Claro, el problema es generalizado en todos los ámbitos, una economía que se precipita, un campo laboral que escupe desempleados cada día y una clase política empresarial fagocitadora que aprovecha la miseria para ser aún más miserables, desviando, robando y especulando con el dinero público. Por todas estas cosas y más, parte de la población –cada vez en mayor número y ya no solo en la capital de la República- está en las calles desde el pasado 5 de marzo reclamando la cabeza del presidente Abdo, de su vicepresidente Hugo Velázquez y toda la plana mayor del Gobierno. El gesto pusilánime del mandatario –al que nos tiene acostumbrados- fue detonar fusibles en los ministerios de Educación, Mujer, Salud y Gabinete Civil de la Presidencia. Cambios que no cambian nada, sustituciones que no sustituyen nada. Media docena por 6.

La crisis sanitaria está peor, las vacunas contra el nuevo coronavirus no llegan ni llegarán en el breve tiempo, cuando hay países en la región que ya inmunizaron casi el 30% de su población. Las negociaciones oficiales –además de tardías- solo estaban preparando el colchón a las farmacéuticas privadas que quieren hacer negocio con el cadáver y la salud de la gente. El exministro Julio Mazzoleni es responsable en este caso y debe responder por ello. Tampoco hay medicamentos en el sistema sanitario, la gente está muriendo, los familiares están vendiendo todo para costear los tratamientos porque Salud no da, la desesperación cunde, pero las autoridades dicen que las protestas están infiltradas y tendenciadas. Que no es la forma de reclamar y que se están haciendo los esfuerzos para revertir la situación. Tuvieron 1 año y USD 1.600 millones (más USD 3 mil millones entre donaciones y ayudas) para poner todo en condiciones y no hicieron nada sustancial. Son culpables por acción y por omisión, por desviar la plata pública y por no cumplir su responsabilidad constitucional. Son culpables. Deben irse de los cargos, ser juzgados, devolver lo birlado y penar prisión por sus delitos.

Todos los días en El Paraguayo Independiente y 14 de Mayo, a metros de las puertas del Parlamento, se reúnen los manifestantes –la población- para gritar su indignación y su impotencia. A veces marchan hasta la sede de la ANR, el Partido Colorado, en el Gobierno hace más de 70 años (con una pausa de 4 años entre 2008 y 2012) y corresponsable de la atrocidad en que se halla el país. A veces marchan hasta Mburuvicha Róga, residencia oficial del Gobierno, o hasta la casa del expresidente Horacio Cartes, cómplice en mucho de lo que sucede en el país tanto en la catástrofe social y sanitaria, como en la corrupción vigente. Todos los días desde la primera semana de marzo. Todos los días al grito de “que se vayan todos, que no quede ni uno solo…”.

La incapacidad del gobierno es tal y la indolencia tan, que solo destila peroratas vacías y nada de respuesta efectiva a los reclamos. Al enarbolado fallido discurso de la infiltración extranjera para azuzar las protestas, cuando los culpables de las manifestaciones son ellos mismos, ahora se suman las contramarchas de hordas coloradas, cooptadas, rentadas, alquiladas, defendiendo al “gobierno de Marito” alegando que las críticas son infundadas, que casi casi vivimos en el paraíso. Hasta en el momento en el Guairá es donde ocurre esto. Solo basta mirar sus concurrencias para notar que ni defienden al gobierno ni estarían allí si no fuera por prebendas y zoquetes.

El país es una calamidad social y económica. Solo los necios la niegan. Solo las irrespetuosas autoridades insisten en que lo que vemos no es, que los reclamos no tienen fundamento y que las muertes por causa del sistema colapsado son mentiras de la oposición. Továko oĩ ajúrare. Los mismos informes oficiales en los portales de transparencia –aun estando maquillados- no ocultan la debacle próxima. Si no hay una respuesta sólida y de fondo, el coronavirus pasará a ser uno de nuestros problemas menores.

De la situación grabada en memes que decía “esperé ver a pobres asaltando supermercados en esta crisis y solo vi a los políticos robando la plata del pueblo”, pasaremos a otras realidades mucho más lacerantes cuyas consecuencias, estoy seguro, no gustará a las oligarquías aprovechadoras, ni a las autoridades corruptas, ni a los cómplices de siempre.

No, no estamos bien y podemos estar peor. Las protestas son apenas una parte de la temperatura social que se eleva. Hay diversos sectores articulándose para bajar a la arena de reclamos. Si no es ahora, cuándo. Las movilizaciones, hasta el momento, no concentran una dirección vertebrada y un programa de acción. La espontaneidad, necesariamente pasará a otro estadio. La dinámica social siempre es así, de esto la historia da miles de ejemplos en el planeta. De cómo se orientarán las movilizaciones dependerá si más temprano o más tarde la crisis les estalla en la cara a los canallas del gobierno. Hasta ahora el enfado de la gente sigue siendo tímido y educado. Bien sabemos que la educación pasa a ser osadía y luego irreverencia incontenible cuando la convicción vence al miedo insuflado desde el poder gubernamental. El fuego siempre engendra fuego. Eso ya lo sabían nuestros ancestros del paleolítico, nos recordaron siempre los pueblos en lucha y las sociedades nunca olvidan esas enseñanzas…