Editorial del 24 de noviembre de 2020.
Desde hace varios años se instaló la idea de que la iniciativa privada es mejor que la iniciativa pública. El stronismo se encargó de detonar toda confiabilidad y prestigio que pudiese tener lo público. La función pública se redujo al proyecto de saqueo de la camarilla de delincuentes que se enriqueció a costa del dinero y de los bienes públicos que son propiedad de toda la población paraguaya.
Se nos educó en la idea de que el Estado era un botín al servicio de los gobernantes. Se nos hizo olvidar que el Estado es una estructura financiada por toda la población y que las instituciones públicas son un bien de todo el pueblo, con más razón en países como el nuestro, donde somos las mayorías trabajadoras las que sostenemos dichas instituciones con un sistema de impuestos en donde quienes menos tenemos somos los que más pagamos.
Abdo Benítez es una muestra de este proyecto impune de saqueo. Se atreve a decir que no tiene tierras malhabidas y llama haraganes a quienes pedimos justicia en los impuestos. Abdo tuvo casa, comida, educación y salud con dinero que su padre robó de las arcas del Estado. Con ese dinero robado se volvieron millonarios y siguieron, en “el país de los amigos”, beneficiándose con negocios amañados desde el Estado.
Existen numerosos datos respecto a apropiaciones fraudulentas por parte de Mario Abdo Benítez padre. Al menos 7.000 hectáreas de tierras con infraestructura y ganado, un avión, acciones en empresas, diversos inmuebles son parte de la ilegal acumulación de riquezas de la familia del actual Presidente del Paraguay, al que debemos obligar a que rinda cuentas, como varios otros.
Con mentiras y robos por el lado de los ricos, y solidaridad y lucha por el lado de la clase trabajadora, este trágico 2020 nos viene dando una gran cantidad de experiencias. Durante esta pandemia, se demostró de manera más clara que la solidaridad y la preocupación por la situación de la gente se expresa mucho más en los sectores populares. Los ricos se volvieron mucho más mezquinos, despidieron gente, hicieron poco ejercicio de la solidaridad, buscaron que el Estado les asista más a ellos. Mientras que quienes dependemos de nuestros ingresos diarios y mensuales para subsistir, nos dimos la mano, luchamos juntos, festejamos nuestra resistencia y nos angustiamos por nuestras pérdidas.
Hoy queda más claro que el Estado y las instituciones públicas funcionan mal porque los propietarios patrones, los que son dueños de las grandes tierras, las grandes empresas, los bancos, buscan que esa estructura solamente garantice sus ganancias y que genere lo mínimo de educación, salud y servicios para que las mayorías trabajadoras puedan acudir a sus lugares de trabajo a seguir produciendo las riquezas que luego pasarán a sus manos.
El poder público, el poder de este Estado, es el poder de lo privado. Como lo dijimos varias veces, este Estado está construido a imagen y semejanza de las patronales, a quienes no les interesa la igualdad de oportunidades para desarrollar un proyecto verdaderamente democrático y productivo que elimine el hambre, la explotación, la depredación de la naturaleza, la corrupción.
La igualdad de oportunidades requiere de vivienda digna, alimentación adecuada, salud de calidad para toda la población. En una sociedad justa, la salud y la educación deberían tener la misma calidad para toda la población, garantizando un sistema público con trabajadoras y trabajadores preparados y conscientes del orgullo y la felicidad plena que les generará construir una sociedad que se cuide y promueva el desarrollo de los talentos que tenemos absolutamente todos los seres humanos.
Las direcciones políticas de los partidos Colorado y Liberal se han pasado mintiendo sobre sus verdaderas intenciones. Siempre fueron serviles al capital y a las patronales en perjuicio de las trabajadoras y los trabajadores, en perjuicio del campesinado pobre y de los pueblos indígenas. Y a favor de los grandes monopolios imperialistas como Cargill, Tigo, Itau, Frigorífico Concepción, Coca Cola y otros.
Esta semana sumaron una nueva mentira para generar la atención del pueblo en otro lugar, evitando que las mayorías podamos analizar el fondo del problema para solucionarlo de raíz. El Presidente del fraude, Mario Abdo, había dicho hace meses que reducirían los salarios, incluyendo a las binacionales. Sabemos que en Itaipú y Yacyretá existen personas que ganan 20, 30, 40 y hasta cerca de 100 millones al mes. También se dijo que los fondos sociales de Itaipú y Yacyreta pasarían al Presupuesto General de la Nación (PGN) para su mejor utilización. Colocaron esta propuesta de manera ilusoria, para hacerle creer a la gente que con ajustes pequeños en las leyes, esto sería posible.
Hoy podemos ver que ni se redujeron los altos salarios ni los fondos sociales fueron al PGN. Resulta que ambas cuestiones requieren de una lucha social sostenida y articulada con organizaciones del campo popular brasileño, porque implican revisar el funcionamiento de las binacionales que están compuestas por ambos Estados. Nos vendieron humo para ilusionarnos y llevarnos a debates que no nos sirven.
En el Partido Comunista Paraguayo insistimos en conversar con la verdad y sumar nuestra fuerza como instrumento de liberación al servicio de las mayorías trabajadoras. Y la verdad es que las patronales no sirven para nada y necesitan de nuestra fuerza de trabajo para seguir viviendo de manera lujosa. La verdad es que trabajan desde los canales de televisión, las radios, los periódicos, internet, para dividirnos y hacernos creer que los problemas son otros. La verdad es que las trabajadoras y los trabajadores somos quienes producimos todo lo que la humanidad necesita para vivir bien y que si logramos unirnos como clase y proyectar un sistema de producción sin patrones, si explotadores, con un autogobierno de la clase trabajadora, podremos resolver mejor nuestros problemas y lograr la justicia social que tanto hace falta.
El poder público y privado dirigido por la clase trabajadora es el único que nos permitirá ser libres. De modo que la propuesta es hablar con la verdad, estudiar sobre nuestras experiencias de producción y de relacionamiento social, valorar nuestra capacidad solidaria y la superioridad del trabajo colectivo sobre el trabajo individual, desconfiar de las patronales y de todo lo que nos meten en la cabeza a través de sus canales, radios, periódicos e internet, y construir un poder propio y seguro.
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