CON-TEXTO / Por Miguel H. López
La responsabilidad del Gobierno de Mario Abdo Benítez en general, en particular la de su ministro de Salud, Julio Mazzoleni, en la situación actual de colapso del régimen de salud pública y el inicio de la fase más crítica de contagios y muertes por Covid-19, es la expresión clara del cinismo del sistema expresado en un modelo económico y político que desprecia la vida y entroniza el lucro aupado en la corrupción y la empresa privada. En este acto, hay ejecutores y cómplices que juegan el papel de verdugos de las mayorías empobrecidas y menos favorecidas por la distribución desigual de las riquezas que genera el país.
En estos días las principales asociaciones de médicos de la República alertaron de que habíamos llegado a la antesala de lo que podría convertirse -en las siguientes semanas y meses- en una catástrofe humanitaria sin precedentes. Las salas de terapia intensiva están sobrepasadas y en los hospitales hay carencia de insumos, equipos y apoyos de bioseguridad. El efecto fue tal que la Cámara de Diputados por unanimidad aprobó este jueves emplazar por 48 horas al titular de Salud a crear un comité de crisis con los gremios para delinear estrategias de urgencia [1].
En la calle y en los puestos de trabajo persiste un raro clima que nadie está explicando.
Ante las informaciones diarias oficiales cada vez más alarmantes de infestación masiva, con por lo menos 8 muertos diarios en promedio –en una población que no supera los 8 millones- y la ausencia permanente del Estado en la vida cotidiana, solo hay mensajes virtuales y visibilidades por la prensa, nadie explica nada congruente, consistente y claro.
En los entes estatales se impusieron nuevos protocolos con cuadrillas y reducción de permanencia y presencia humana; en los locales públicos, de un día para otro, retornaron los rigores del protocolo básico y las restricciones que se habían relajado con el avance de las fases de la “cuarentena inteligente”; y los locatarios, responsables de comercios y otras oficinas, agudizaron su mirada de desconfianza hacia las demás personas que circulan por sus establecimientos.
El mismo Gobierno, repentinamente, está presionando en algunas partes, amenazando con multas si no se aplican las distancias sociales y otras medidas; y la policía reactivó su celo con la rigurosidad que pone bajo sospecha a cualquiera, con una inusitada exigencia no característica de la fase 3 en las calles.
En la prensa algunos referentes de Salud Pública hablan de proyecciones apocalípticas para septiembre y octubre, pero no dan respuestas ni explicaciones de por qué el sistema sanitario ya no tiene camas, ni insumos ni está preparado ni cuenta con personal suficiente y capacitado. Y como siempre, la mayor presión comienza a apuntar nuevamente a la gente, con un extrañamente desempolvado slogan: salgan lo necesario y quedate en casa. Como remate, el Gobierno prepara el plan de imponer a la población una retomada cuarentena estricta, casi cero, los sábados y domingos [2], pero el resto de la semana las aglomeraciones y labores seguirán casi normales.
La gravedad del cuadro, no nos cuentan. Sin embargo nos quieren obligar a recrudecer medidas, sin mayores explicaciones más que «aumentaron los casos», que en teoría era previsible, pero ahora ya no hay lugar en los hospitales. No nos cuentan lo que está pasando ni cuan indefensos estamos por la situación del sistema sanitario, pero nos azuzan con que está próxima la hecatombe. Ya ni siquiera hay hisopados de confirmación a muchas personas, porque directamente declaran infectado a cualquiera que estuvo en algún nivel de contacto con algún contagiado sea real o no su cuadro. No nos dicen por qué cambió este protocolo ni nos explican que los insumos son escasos. Tampoco nos aclaran cómo es posible que falte todo y nos estemos encaminando hacia el matadero, cuando que el Gobierno asumió en nombre nuestro un préstamo de USD 1.600 millones para hacer frente a la pandemia del nuevo coronavirus. Tampoco nos aclaran por qué el ministro Mazzoleni tiene desde abril o mayo USD 500 millones para atender la emergencia sanitaria, comprar camas, insumos, todo lo necesario para cuando estuviéramos en este momento que dicen está llegando, y no los gastó hasta ahora para el fin destinado.
Al Gobierno, como expresión de este sistema deshumanizado, la vida –la salud- de la gente- no le importa. Esa es su característica. Desde el mismo momento en que la crisis sanitaria fue tomada como un asunto político y no sanitario estaba claro hacia dónde encaminaba la atención a la pandemia. Buscaron posicionar políticamente –fuera de toda institucionalidad- al presidente y al ministro de Salud, pero cuando hace 2 meses las cifras comenzaron a ser desfavorables, separaron sus figuras de la “noticia negativa”. Intentaron rifarse la plata para los insumos y luego dejaron todo sin efecto. Finalmente no compran ni fuera ni dentro del país. Las organizaciones de médicos son categóricas en que estamos ingresando a la deflagración de los contagios y que las autoridades no prepararon nada en serio para protegernos, cuando que esa es su responsabilidad material, política, humana y moral.
La situación está pasando de grave a muy grave, pero el Gobierno timorato no se atreve a enfrentar la realidad por temor a enojar a los dueños del capital explotador. Los empresarios no deben ser molestados porque tienen que seguir acumulando a costa del peligro de muerte de las y los trabajadores que son quienes ponen a funcionar la maquinaria para producir las riquezas con las que los patrones se quedan. No equipan los centros sanitarios, no disponen subsidios reales y efectivos, no asisten a las ollas populares que finalmente están salvando el hambre que se expande; y no se ocupan de fondo del problema de la población que finalmente es la que paga los platos rotos de la inoperancia gubernamental.
Lo que está ocurriendo muestra el rostro descarnado del sistema. En todos los lugares en donde tal cosa ocurrió el manejo fue del mismo modo, porque anteponen el capital a la gente.
Este fin de semana ingresaremos en Asunción y Central –el área más poblada del país- a una nueva fase, híbrida esta vez, de las restricciones de cuarentena en donde la que deberá apretarse los cinturones y afanes, es la población común, nuevamente a costa de su economía y salud mental.
El cinismo del Gobierno como expresión del sistema es tal que ante la alerta lanzada por los médicos de todo el país, que son los que conocen la realidad desde dentro y desde terreno, respondió a través de Mazzoleni un despropósito: que hagan las denuncias puntuales y serias. Justamente él, que no fue capaz de levantar un dedo para desbaratar la corrupción que desde su ministerio operaba con la fallida compra de los insumos chinos.
Como están las cosas, nuevamente se cumplirá el ancestral dicho ivai ha ivaivéta, mientras sigamos permitiendo que tal cosa ocurra. Enfrentar la situación de desprecio que expresa el Gobierno hacia la población solo puede lograrse con inteligencia, coraje y organización. Cualquier acción aislada y sin plan, finalmente solo refuerza al sistema.
Imagen de inicio: Fotografía de Pedro Pérez.
[1] https://www.ultimahora.com/diputados-emplaza-mazzoleni-crear-comite-crisis-48-horas-n2900834.html
[2] https://www.lanacion.com.py/pais/2020/08/20/asuncion-y-central-a-fase-cero-durante-fines-de-semana-solo-falta-el-decreto/
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