Derrotar a la mafia

Editorial del 18 de agosto de 2020

Suena muy grande y difícil de realizar el título del presente editorial. Mucha gente cree que derrotar a la mafia en el Paraguay es tarea imposible, y al mismo tiempo, las permanentes demostraciones públicas de descaro y putrefacción de este sector, avivan las ganas y la urgencia de pensar seriamente en esto.

En el Partido Comunista Paraguayo (PCP) somos conscientes de las dificultades y riesgos que implica enfrentar a narcotraficantes, contrabandistas, terratenientes, grandes evasores de impuestos y banqueros lavadores de dinero, sobre todo porque la actuación de estos delincuentes en el Paraguay, responde a los intereses de los grandes capitales imperialistas, en el marco de lo que venimos compartiendo sobre el proceso de inalterable decadencia del capitalismo a escala mundial.

Un primer elemento que nos hace creer que podemos derrotar a ese grupo mafioso que opera en nuestro país, es que somos una abrumadora mayoría con experiencia y capacidad de producir lo necesario para hacer posible el desarrollo de la sociedad, desde lo mínimo hasta lo más complejo que hace a nuestras vidas. Cualquier persona que esté leyendo este editorial, puede hacer el ejercicio de mirar a su alrededor y encontrará que absolutamente todo lo que le rodea, fue producido por manos trabajadoras. Nada fue ni es producido por las patronales.

Entonces, el carácter mayoritario y el conocimiento del proceso social productivo son dos capacidades potencialmente devastadoras para esa minoría criminal y explotadora. Cuando la clase trabajadora cobre consciencia de esto será capaz de ejercer una fuerza aplastante.

Nuestro Partido es una herramienta compuesta por trabajadoras y trabajadores. No tenemos ningún explotador en nuestras filas. Venimos organizándonos, diseñando una estrategia revolucionaria y compartiendo nuestras experiencias con trabajadoras y trabajadores del campo y la ciudad, de nuestro país y de varios países del mundo, porque el alcance del capitalismo y su insalvable crisis e impotencia para resolver el mejoramiento de la calidad de vida de las mayorías, tiene un alcance mundial. Claro que existen países en donde vive mejor una mayor cantidad de gente, pero esa situación no elimina la explotación, el hambre, el desempleo, la violencia; y además ese bienestar de algunos países es posible gracias a la división internacional del trabajo que genera un rol a cada país, y en el caso de países como el nuestro y como varios de nuestra América, de África, de Asia, por citar algunos continentes, la súper explotación de la clase trabajadora, así como de los recursos naturales, permite esa mejor calidad de vida en otros países.

Ya recordamos en otros documentos, que Carlos Marx insistía en que el Estado expresa las verdades sociales de su tiempo, por lo que la estructura y la operatividad del Estado que funciona en nuestro país, expresa el poder de la mafia, que es el poder del capitalismo de acuerdo a lo que este sistema necesita del Paraguay. Este Estado, así como está organizado, no puede simplemente “ser mejor administrado” para resolver las injusticias y garantizar a todos los habitantes, los derechos consagrados en la Constitución Nacional.

Para que exista trabajo con estabilidad laboral, salarios dignos, jubilación; para que las tierras produzcan todo lo que el pueblo paraguayo necesita consumir; para que la educación y la salud tengan total cobertura nacional y sean gratuitas y de calidad; para que el acceso a la vivienda sea una realidad para las mayorías; para que quienes más ganan paguen más impuestos y no puedan evadirlos; para eliminar la corrupción; para desarrollar industrias ecológicamente sustentables; para ser soberanos e independientes, necesitamos organizar una lucha revolucionaria que transforme las relaciones sociales, realice el juicio y castigo a torturadores y saqueadores, y construya un nuevo Estado al servicio de las mayorías. Y para lograrlo debemos identificar correctamente la composición del poder que se refleja en este Estado, como también conocer muy bien nuestras fortalezas y debilidades.

La Comisión de Verdad y Justicia, en su Informe Final (que es la conclusión oficial del Estado paraguayo, aunque venga violando y traicionando sistemáticamente sus resoluciones al respecto), cuando describe el aparato represivo de la tiranía stronista, destaca que “estaba adaptado a los aspectos caudillistas, prebendarios y patrimonialistas que el régimen promovía en la sociedad paraguaya”. Estos vicios penetraron en nuestra sociedad y trascendieron al Partido Colorado para reflejarse en el Partido Liberal Radical Auténtico como también en otras organizaciones políticas y sociales, inclusive del campo popular.

Con estos vicios, el movimiento obrero sindical se fue desmovilizando y dividiendo. Lo mismo pasó y pasa con el movimiento campesino y con otras organizaciones sociales, así como varias organizaciones políticas también fueron distanciando su discurso, sus documentos, sus propuestas programáticas, de sus prácticas. En ese sentido, quienes militamos en el PCP hemos realizado una profunda autocrítica de nuestras prácticas y nuestra seriedad a la hora de elaborar estrategias, planificar acciones, aplicarlas, evaluarlas y construir una verdadera alternativa al poder de las patronales.

Es una tarea dolorosa y muy complicada, pero no vemos que haya otro camino para retomar esa vinculación con la gente que, en el cumplimiento de los acuerdos, en la transparencia respecto a los objetivos, en la coherencia en cuanto a los desafíos para superar esta crisis general del capitalismo, recupera la confianza capaz de generar la fuerza y el poder capaz de confrontar con la mafia y derrotarla.

La amplia unidad necesaria para transformar esta situación requiere de una poderosa columna vertebral obrero-campesina y popular. Y para que esa columna vertebral tenga suficiente fortaleza debemos reorganizar a la clase obrera y al campesinado, de modo tal que transmitan confianza e identidad en las demás capas sociales perjudicadas y hartas de todo este proyecto mafioso que podrá vestirse de diversos colores, pero que continuará con su misma esencia si no desarrollamos una fuerza moral e intelectual con la capacidad de orientar a las mayorías hacia su anulación y superación.

Sabemos que, en millones de trabajadoras y trabajadores, existen suficiente experiencia productiva y sanas intenciones de construir un país con justicia y paz para sus hijas e hijos. Confiamos plenamente en esa mayoría trabajadora, al tiempo de seguir desarrollando nuestra experiencia y enriqueciendo nuestra comprensión de este momento, en cada lucha que damos.

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