Editorial del 20 de julio de 2020
Juntarnos, como clase trabajadora de la ciudad y del campo, a resolver cómo enfrentar al terror y la humillación es urgente, tan urgente como necesario y tan necesario como posible. Las torturas en Ciudad del Este, el encuentro mafioso entre Cartes y Macri, la corrupción galopante en el gobierno, las políticas de despido y de rebaja de nuestros ingresos, así como de golpear la seguridad social, el acceso a la salud, a la educación y a la jubilación, nos imponen un intercambio práctico sobre la manera en que debemos defender lo más valioso de nuestra condición humana: la dignidad.
Y las expresiones de dignidad como las múltiples manifestaciones ante los atropellos, o la continuidad de las ollas populares gracias a la solidaridad de las y los trabajadores, existen y son muchas. Como lamentablemente existen expresiones desmoralizantes como el apoyo de la dirigencia de las centrales obreras, a la política de reactivación económica que solo busca generar más espacios para el tráfico de influencias, las licitaciones amañadas y el atropello a los intereses de las mayorías trabajadoras. O la falta de reacción del pueblo trabajador ante el Terrorismo de Estado perpetrado por militares de la Marina en Ciudad del Este.
Con una pandemia que está empezando a golpearnos más fuerte en términos de salud de nuestra población, además de la enorme crisis económica que afecta sobre todo a la clase trabajadora, todo se nos hace más difícil, y debemos ser consciente de esto, para entender nuestras limitaciones. Y al mismo tiempo, es una necesidad comprender que buscar encontrarnos para realizar crítica y autocrítica, identificar nuestros vicios y hacernos cargos del doloroso proceso práctico que permitirá la progresiva superación de los mismos, es la única forma de enfrentar esta dura situación.
El gobierno del fraude está maniatado y cada vez con mayor incapacidad para realizar las tareas mínimas que este momento demanda. Con un Estado oligárquico controlado por la mafia transnacional, que es la expresión del capitalismo para el Paraguay, estos hechos que se están dando no son aislados. Los intereses defendidos son los de multimillonarios que se enriquecieron y enriquecen gracias al saqueo, la corrupción y la total mezquindad e interés por la justicia social.
La realidad nos muestra que existen dos países en el Paraguay: el que se expresa desde el Poder de las empresas, los terratenientes y el Estado, dirigido por la mafia; y el que se expresa por abajo con el esfuerzo de las mayorías trabajadoras para combatir el hambre y la inseguridad. El problema fundamental es que el Poder dominante, si bien se expresa desde sectores minoritarios, tiene más fuerza y logra aparentar ser imbatible, por lo que la resignación y desmoralización de las mayorías, sumada a la desconfianza generada por la propia cultura de las patronales, conspira contra la organización del poder de la mayoría.
No tenemos la suficiente fuerza para derrocar todo este sistema injusto de explotación, robo, terror y humillación, pero a la vez vamos acumulando fuerza y demostrándonos que, en términos potenciales, podemos derrotar a este perjudicial proyecto que domina nuestro país. Por eso es que el encuentro para comprender cuál es el contenido de la dignidad necesaria ante el terror y la humillación, es urgente y necesario. Y en este intercambio, solo la franca y constructiva crítica y autocrítica, basada en el análisis de la situación concreta y del proceso que nos llevó a esta situación, permitirá que lo necesario y urgente, también sea posible.
*Ilustración de portada de Antonio Berni, 1980.
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