Por Alhelí Cáceres [1]
“Por ende, el Estado político expresa, dentro de los límites de su forma sub specie rei publicae [como una clase particular de Estado] todas las luchas, necesidades y verdades sociales” Marx a Ruge (1843)
“Las relaciones de producción burguesas son la última forma antagónica del proceso de producción social, antagónica no en el sentido del antagonismo individual, sino en el de un antagonismo que nace de las condiciones sociales de vida de los individuos; pero las fuerzas productivas que se desarrollan en el seno de la sociedad burguesa producen al mismo tiempo las condiciones materiales de la solución de ese antagonismo. Por eso la prehistoria de la sociedad humana termina con esta formación social” Marx (1859)
La formación económica – social capitalista así como debe ser entendida y abordada como totalidad, debe comprenderse, a su vez, como la síntesis de todas las formas de explotación y dominación que la precedieron y que la componen hoy, como es el caso del racismo y el patriarcado. El capitalismo logra imponerse sobre viejas estructuras sociales perfeccionando los diversos mecanismos de explotación y dominación, se presenta, en suma, como síntesis de ellas, como contradicciones no superadas, como sobre-determinaciones del orden social burgués, y a su vez, como expresión concreta de la clase trabajadora, hombres y mujeres, negros y blancos, europeos, hispanos, afrodescendientes, indígenas, en donde tanto la mujer como la población esclavizada del África y América, padecen con mayor fuerza la violencia estructural de un sistema que se erige no sólo sobre las contradicciones entre el capital y el trabajo, sino sobre las demás estructuras de dominación cuya superación quedan por fuera de la estructura de la sociedad burguesa.
Esta breve introducción es colocada a modo de adentrarnos en el tema que nos atañe, un esbozo de la decadencia de los Estados Unidos como potencia hegemónica en el orden imperialista, a propósito también, de los últimos hechos violentos como resultado de la violencia policial sobre la población afroamericana.
El capital viene al mundo chorreando sangre
Con esa reflexión, Marx daba cuenta del contenido de las relaciones sociales capitalistas, erigidas sobre la base de la violencia y la expropiación. Pero ¿por qué iniciamos este apartado titulándolo de ese modo? Por la sencilla razón de que para comprender la prehistoria de la sociedad humana, es preciso comprender la dinámica de su estructura. En este caso, colocaremos elementos que nos permiten reflexionar respecto al contenido de la crisis sistémica y de su expresión en la sociedad estadounidense, como país hegemónico en la pirámide imperialista.
En pocos días, 47 ciudades en los Estados Unidos arden de indignación por el asesinato de George Floyd, en medio de una crisis general y civilizatoria, la violencia policial se convirtió en un catalizador de la rabia contenida en una sociedad groseramente rica y, a la vez, desigual.
El asesinato de Floyd no constituye un caso aislado ni mucho menos, sino que forma parte de la propia estructura de la sociedad estadounidense y cuya comprensión nos lleva a analizar las bases que la sostienen, y en la que la esclavitud y la trata de esclavos se constituyó en uno de los pilares de las antiguas trece colonias, que a pesar de la guerra civil, la abolición de la esclavitud no significó mejores condiciones de vida para la población afroamericana, considerados hasta hoy como ciudadanos de segunda categoría, ciudadanos que recién en la década de 1960 lograron acceder a derechos civiles tras históricas luchas y tantas muertes.
El capitalismo no puede entenderse sin el componente de la esclavitud, y la sociedad norteamericana en particular, es prueba irrefutable de ello. En el Informe sobre Pobreza y Pobreza Extrema elaborado por la Organización de Naciones Unidas (ONU, 2017) se expusieron cifras que permiten dimensionar la magnitud de la segregación, discriminación y violencia estructural hacia la población afroamericana, en una sociedad en la que esta población tiene una probabilidad de vivir en la pobreza de 2.5 veces más que los blancos, así mismo, la mortalidad infantil es 2.3 veces mayor en la población afroamericana. En cuanto al desempleo, este se duplica en este grupo de población que, además, gana menos que la población blanca, unos 82.5 centavos por dólar obtenido por una persona blanca. Asimismo, la tasa de encarcelamiento es 6.4 veces mayor en la población negra, en cuanto a riquezas, los hogares de individuos blancos son 10 veces más ricos que los hogares de individuos negros y, por si todo esto fuera poco, el 24% de las muertes violentas por parte de la policía, corresponde a la población negra, con una probabilidad 21 veces mayor de morir en manos de la policía con relación a la población blanca.
Asimismo, la profunda segregación racial, discriminación y violencia se manifiesta en las cifras de afectados y fallecidos por la pandemia del Covid – 19, en donde el 72% de las muertes corresponden a la población afroamericana que, curiosamente, tan sólo representa el 30% de la población de la ciudad más afectada por la pandemia, Nueva York. Esto como resultado de la precariedad de las condiciones de vida de esta población, del tipo de empleo que realizan y del nulo acceso a un sistema de salud.

Si bien estas cifras corresponden únicamente a la sociedad estadounidense, el racismo y la violencia estructural ejercidos sobre la población afrodescendiente, hispana, y sobre todo aquel ser humano cuya imagen no se ajusta a los estereotipos de la sociedad burguesa occidental, también constituyen una realidad en Europa, como es el caso de los inmigrantes africanos y árabes que huyen del hambre y la guerra, los hispanos que huyen de la miseria, para quienes son reservados los peores puestos de trabajo, en las peores condiciones posibles y con los salarios más bajos, como población sobrante cuya mera existencia implica la presión hacia la baja global de los salarios, en donde, la fuerza de trabajo entendida como mercancía, como decía Marx, es la única mercancía que se vende por debajo de su valor, incluso por debajo del necesario para garantizar su reproducción.
La crisis estructural del capital coloca una vez más en evidencia, la violencia, la desigualdad y la explotación inmisericorde de la que es objeto la clase trabajadora, situación agudizada por la pandemia en cada una de sus dimensiones.
Covid – 19 ¿culpable de la crisis?
La economía y la sociedad estadounidense se perfilan como una de las más afectadas por la crisis tanto en términos humanos como económicos, hasta la fecha, la pandemia ha dejado más de cien mil muertes, en cuanto a la economía, en lo que va del año son 40 millones de personas las que han quedado sin empleo, muchos de ellos son empleos que ya no volverán a recuperarse, algunas estimaciones de la Casa Blanca colocaban que el desempleo alcanzaría el 20%, ante lo que los economistas del status quo recomiendan a los desempleados “adaptarse a los cambios, ser creativos y ver en qué lugar pueden trabajar atendiendo a sus capacidades”.
Sectores como el turismo, la industria, la aviación han evidenciado un impacto mayor, la General Electrics, por ejemplo, ha parado la producción de los motores a reacción para los aviones, anunciando el despedido de 13 mil trabajadores. En este orden, el número de empresas que se han acogido al Capítulo 11 de la ley de bancarrota de los Estados Unidos ha ido en aumento, y en particular, se han acogido a ella las compañías energéticas, los comercios, Whiting Petroleum, Honrbeck offshore Services, entre otras.
Pero esto no significa que todos han salido perdiendo, grandes familias de multimillonarios se han dedicado a comprar acciones de las compañías, entre ellas Carl Icahn ha aumentado sus acciones en la compañía de alquiler de autos Hertz y en Newell Brans Inc., dedicada a la producción de plásticos y metales. Por su parte, Warren Buffett ha comprado acciones de Delta Airlines Inc., Tetra Laval invirtió 317 millones de dólares en las acciones de la International Flavours & Fragance Inc, multinacional de la industria cosmética, y Barry Sternlicht ha invertido 2 millones de dólares en acciones de Starwood, el mayor fideicomiso de bienes raíces de los Estados Unidos, mientras que Carlos Slim, el hombre más rico de México y uno de los más ricos a nivel mundial, ha comprado la PBF energy por 48 millones de dólares. (Bloomberg, 2020)
Sin embargo, antes de la pandemia del Covid – 19 ya los datos duros de la economía estadounidense planteaban un escenario no tan distinto al actual, veamos algunos números del país más rico del mundo.
Si bien es cierto que las derivaciones económicas de la pandemia han significado la destrucción de más de 20.7 millones de puestos de trabajo, el mito del pleno empleo se desvanecía mucho antes; pues según informes de organismos internacionales, si bien en Estados Unidos existían más fuentes de empleo, estos no eran necesariamente empleos de calidad, pues generalmente eran trabajos por hora y sin seguridad social y en donde los trabajadores del mayor empleador de los Estados Unidos, la compañía Walmart, por ejemplo, no podían subsistir sin la ayuda alimentaria otorgada por el Estado. La crítica situación de la clase trabajadora en los Estados Unidos se refleja también en el incremento del número de hogares que requieren subsidio alimentario para subsistir, pasando del 19.6% en el año 1980 al 31.8% en el año 2015.
En la misma línea, ciudades íconos del progreso y la tecnología se han convertido en verdaderos vertederos de seres humanos, la legendaria ciudad de San Francisco, al norte de California, se erige como el monumento a la desigualdad. Tan sólo en el año 2019 se registraron 36 mil asentamientos urbanos en una ciudad con 4 millones de habitantes, es importante destacar que San Francisco es la ciudad del boom tecnológico, de la mano de Google, Facebook y Apple. Otras ciudades como Portland, Nueva York y Los Ángeles, núcleos de la innovación, se han convertido en núcleos de la desigualdad extrema. En el año 2017 las estadísticas indicaban que al menos 553.742 personas se encontraban sin un techo en el que vivir en el país más poderoso y rico del mundo. (ONU, 2017)
En este sentido, con relación al deterioro y la desaparición de los puestos de trabajo en las ciudades íconos del desarrollo tecnológico, la Universidad Estatal de Portland indicaba que la tecnología tiene como consecuencia la desaparición de miles de empleos. ¿Recuerdan cuando en los artículos anteriores mencionábamos a la tendencia decreciente de la tasa de ganancia como elemento fundamental para comprender las dimensiones de la crisis sistémica? ¿Y que esta no era más que resultado del propio desarrollo de las fuerzas productivas e indicador de la productividad de la sociedad burguesa? He aquí una de las contradicciones del sistema que, mientras por un lado produce un desarrollo científico y tecnológico sin precedentes, por el otro, empuja al desempleo y la marginalidad a gran parte de la población.
Así mismo, esta modificación en la composición orgánica del capital altera los niveles de la cuota de ganancia, lo que no se traduce en una caída absoluta, sino relativa, que muchas veces no logra observarse con claridad como resultado de otros aspectos que inciden en ella, como es el grado de explotación del trabajo, el comercio mundial que compensa la cuota de ganancia entre las diferentes ramas de la producción capitalista, así como el rol fundamental que ha desempeñado el sector financiero, parasitario por antonomasia, en la degradación de la producción real de valores, presentándose al mismo tiempo como paliativo y a la vez, como resultado de la tendencia decreciente de la cuota de ganancia en el sector productivo de la economía a nivel global, y cuya expresión es también el elevado grado de concentración de capitales, la sobreacumulación y el aumento del volumen de capitales ficticios sin poder valorizarse, con las consecuencias que esto implica un sistema con niveles de interconexión nunca antes visto.
Análogamente, la década 2009 – 2019 correspondió a la expansión económica más larga que haya registrado el país, sin embargo, este crecimiento se caracterizó por dos elementos, su debilidad y la lentitud, y en donde, además, el crecimiento de los puestos de trabajo fue el más lento que se haya registrado en la historia reciente.
Otro elemento a tener en cuenta es el grado de concentración de la riqueza. El 1% más rico pasó de obtener el 10% de todo el ingreso nacional en el año 1980, a acaparar el 20% en el año 2017, según expresaba el Economic Policy Institute en el 2019, sin embargo, el salario se ha mantenido casi invariable, siendo tan solo de 7.25 centavos la hora. Esta grosera concentración de la riqueza se combina con la total mercantilización de las relaciones sociales, incluyendo servicios básicos como salud, educación, seguridad y acceso a la vivienda, haciendo de Estados Unidos, uno de los países más desiguales del mundo, en total contradicción con su condición de primera potencia mundial, manifestándose como una sociedad profundamente desigual, con una fuerte segregación racial, ausencia de redes de seguridad social y prestaciones sociales.
La población que concentra las ganancias no sólo no paga impuestos sino que acumulan riquezas en paraísos fiscales obtienendo ganancias del sector especulativo, lo que ha derivado en el incremento de capitales ficticios. En la misma línea, Michael Roberts (2020) señalaba que los bancos centrales han jugado un papel fundamental en el sostenimiento y reproducción del sistema financiero a través de las numerosas inyecciones de capital, impulsando de este modo el auge del mercado de acciones y bonos.
Antes de la pandemia, Estados Unidos ya contaba con 40 millones de pobres, 18.5 millones de pobres extremos y 5.3 millones de pobres extremos que viven en condiciones del “tercer mundo”, ostentando una de las tasas de movilidad social más baja del conjunto de países ricos, según reportaba la ONU en el año 2017.
¿Cuáles son los escenarios?
Los Think Tanks del establishment han planteado tres posibles escenarios denominados V, W y U, en donde V sería el escenario “ideal”, W el peor escenario y U el más probable. El escenario V contempla la caída estrepitosa del PIB global, pero a su vez, una recuperación igualmente pronunciada; el escenario W plantea recuperación lenta y luego una nueva recesión global; por último, el escenario U plantea una caída abrupta del PIB global y una lenta y baja recuperación, sin embargo, aparte de los escenarios mencionados, también ha cobrado relevancia un escenario L, aquel en donde la economía cae y mantiene un ritmo muy lento de recuperación y posterior estancamiento.
Para cualquiera de los casos, lo cierto es que nos espera una profunda recesión económica agudizada por la pandemia, pues el estancamiento en el crecimiento de la economía a nivel mundial ya era una realidad antes del Covid – 19. Igual de interesante resulta el análisis de los economistas Stiglitz, et. al (2016) quienes dan cuenta de un escenario de profunda crisis económica con el riesgo de un quiebre sistémico como resultado de las interconexiones del sistema financiero en general, y del mercado de créditos en particular, así mismo, señala a través de modelaciones matemáticas, cómo las redes financieras interfieren en la capacidad de regulación de los mercados, aumentando el riesgo de un quiebre sistémico. En la misma línea de la “decadencia anunciada” Chomsky (2012) plantea que Estados Unidos no se ha recuperado de las sucesivas crisis que han tenido como epicentro al país hegemónico a mediados de la década del 50 del siglo pasado y cuya mayor expresión fue la crisis financiera en el 2008.

Al complejo escenario económico, político y social por el que atraviesa Estados Unidos, se le añade la pérdida de liderazgo en cuanto a desarrollo de la tecnología aplicada a la producción, las disputas geopolíticas con Rusia y China por el control de mercados y territorios, además de los sucesivos fracasos en las aventuras bélicas tanto en medio oriente, específicamente Irak y Siria, así como en el este europeo, en Crimea, en este contexto de debilitamiento de su hegemonía mundial, la estrategia ha sido reforzar el control, por lo que los gobernantes del imperio atienden su “patio trasero”, apoyando de manera descarada golpes de Estado y recrudeciendo el bloqueo a Cuba y Venezuela, a modo de “castigo” para los pueblos que han resuelto su autodeterminación.
Para Beinstein (2009) el parasitismo capitalista a gran escala se constituyó en el cáncer del sistema, y en donde, como consecuencia del encadenamiento de las sucesivas crisis de súper producción, de la interdependencia generada en torno a las grandes potencias centrales y de que el capitalismo se haya estructurado en función de la economía estadounidense a partir de la segunda postguerra, hace que el capital en su conjunto, se encuentre en el mismo barco, a la deriva.
Por supuesto que esto no significa la desaparición del orden burgués, pues, como decía Marx, ni el hambre ni la miseria son revolucionarias, se tornan revolucionarias en tanto y en cuanto se toma consciencia de ellas y en función de esa conciencia se emprenden acciones para superarlas.
Más allá de los cantos de sirena que entona el progresismo acerca de la muerte del neoliberalismo y la emergencia de una suerte de “ensayo” socialista global; la pandemia, la crisis, el capital, perfilan un escenario distinto, de mayor convulsión política, social y económica, de incertidumbres y de toda una batería de medidas económicas encaminadas a salvaguardar los intereses de las clases dominantes, ciertamente, se ha puesto de manifiesto la necesidad de fortalecer los sistemas de salud pública, de la necesidad de la presencia del Estado en su función de garantizar derechos, sin embargo, la historia y la práctica concreta nos han demostrado que sin organización y lucha, la clase trabajadora no ha obtenido nada, por lo que tomar consciencia del hambre, la miseria, la explotación , el agotamiento de los recursos naturales y la destrucción de la naturaleza por parte de la voracidad del capital, se torna en la necesidad más imperiosa de la clase trabajadora, pues el capitalismo no morirá de muerte natural, el golpe final deberá asestarle su sepulturero, el proletariado, y parafraseando a Fidel Castro “el socialismo no es una simple quimera del destino, sino una necesidad histórica insoslayable”.
Bibliografía consultada
Marx, K. (1980) El Capital. Crítica de la Economía Política. Tomo III. Editorial Ciencias Sociales, La Habana – Cuba.
Marx, K. (1859) Contribución a la Crítica de la Economía Política.
Alston, P. (2017) Informe sobre Pobreza y Pobreza extrema en Estados Unidos. Relatoría de la Organización de Naciones Unidas.
Stiglitz, Roukny & Battison (2016) “Interconnectedness as a source of uncertainty in systemic risk” Journal of Financial Stability.
Chomsky, N. (2012) “American Decline: Causes and Consequences”. Revista IUS ET VERITAS, Nro. 45, Diciembre 2012/ISSN 1995 – 2929.
Beinstein, J. (2009) “Crepúsculo del capitalismo, nostalgias, herencias, barbaries y esperanzas a comienzos del siglo XXI”
Roberts, M. (2020) “Returning to normal”. Disponible en la web del autor: https://thenextrecession.wordpress.com/ Acceso: 06-06-2020
[1] Alhelí Cáceres es candidata a Magíster en Ciencias Sociales por FLACSO. Licenciada en Economía por la Universidad Hermanos Saíz Montes de Oca, Cuba. Actual Presidenta de la Sociedad de Economía Política del Paraguay – SEPPY, miembro de la Junta Directiva de la Sociedad Latinoamericana de Economía Política y pensamiento crítico – SEPLA, investigadora asociada al Centro de Estudios Rurales Interdisciplinarios – CERI, miembro del GT de CLACSO “Estudios Críticos del Desarrollo Rural”, militante del Partido Comunista Paraguayo – PCP, miembro de la Secretaría Nacional de Ideología y de la Secretaría de Relaciones Internacionales del PCP.
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