«Virus» es un término manejado en la biología para designar a un agente microscópico, portador de una infección, que únicamente puede multiplicarse dentro de las células de otros organismos y que es la causa de un sinfín de enfermedades. La informática tomó el término para designar a una serie de códigos, que pueden afectar parcial o totalmente un sistema determinado, dependiendo de su naturaleza. La educación en Paraguay ya venía funcionando plagada de virus en su sistema enfermo. Con la disposición reciente de las clases virtuales, se suma otro, cuyo origen no es diferente al resto.
Hace un par de días atrás, la camarada Alhelí Cáceres en un artículo publicado en este mismo periódico digital colocaba lo siguiente: “La pandemia más peligrosa es el capitalismo que lo mercantiliza todo, la vida y la muerte, haciendo de esta última un espectáculo”. Con la expansión del COVID-19 a nivel mundial, observamos cómo se agudiza estrepitosamente la crisis del sistema de producción capitalista, develando su incapacidad para garantizar salud, educación, alimentación y trabajo. Como ya mucho se ha señalado, en Paraguay y en la mayoría de los países del mundo, la incapacidad de los gobiernos para otorgar esas garantías no son consecuencia de la propagación del COVID-19, y en el caso nuestro es de muy larga data. Después de la guerra contra la triple alianza el Estado paraguayo respondió siempre a los intereses de un sector minoritario de la población y del capital extranjero, dejando de lado su responsabilidad y obligación de garantizar al pueblo las condiciones básicas para vivir dignamente. Esta práctica fue naturalizada con la tiranía militar fascista de Stroessner cuyo modelo de gobierno clientelista, terrorista y represor sigue reproduciéndose hasta nuestros días.
Y el gobierno de Mario Abdo es la expresión tangible del continuismo de ese modelo de Estado. Así lo vimos con las medidas tomadas por la pandemia preocupadas por socorrer a los bancos y a las empresas, pero sin ninguna alternativa de subsistencia para el 70% de trabajadores informales o los miles de despedidos. O en las medidas represivas de la policía enfocadas en humillar a la población desposeída mientras circulaban fotos de millonarios que regresaban de esquiar en la nieve en medio de las estrictas medidas de aislamiento. O con la compra fraudulenta de los tapabocas «de oro» en la DINAC y los insumos inservibles para el sector de la salud hace pocos días.
El sistema educativo paraguayo atraviesa la misma suerte, de las 54 universidades habilitadas por el gobierno, 46 son privadas sin ningún tipo de regulación y control sobre los aranceles, esto es una clara demostración del gran «negocio educativo» para el cual hubo una rápida medida.
El Ministerio de Educación y Ciencia (MEC) decidió de manera impositiva y apresurada cambiar a la modalidad de «Clases virtuales», sin la apertura de espacios consultivos, negando la participación de sectores sociales como los gremios estudiantiles en todos los niveles, los gremios de docentes, las organizaciones sociales del campo y de la ciudad, las organizaciones indígenas, las organizaciones políticas, mucho menos las familias.
Esta medida es, por lo tanto, una negación de cuestiones que hacen a la realidad material y concreta de la sociedad paraguaya, donde la mayor parte de la población no cuenta con seguridad social debiendo ingeniarse para poder cubrir necesidades básicas de subsistencia, mientras el Estado continúa protegiendo los negocios de un sector minoritario.
Estas «Clases virtuales» propuestas por el MEC tampoco contemplan consideraciones técnicas. Paraguay cuenta con una pésima infraestructura para la distribución de internet, no existe una cobertura gratuita del servicio, además presenta el más bajo nivel de implementación de Tecnologías de la Información y Comunicación comparando con países de la región, cuestiones limitantes no menos importantes que debieron ser consideradas para la implementación de dicha medida.
Esta negación de la realidad abarca también al sector universitario, en donde abundan estudiantes que al mismo tiempo son trabajadores, muchos hoy cesantes o despedidos, es decir, sin ingresos económicos, y que además son madres, padres, sostenedores de familias con responsabilidades y necesidades básicas no cubiertas que priman sobre la cuestión académica. Todos estos elementos conducen a la exclusión de una gran mayoría de la ciudadanía estudiantil del programa académico que buscan imponer.
Es considerable pensar en la educación virtual como una alternativa para este contexto, sin embargo, para que la medida sea realmente efectiva y tenga alcance, el Estado debe primero asumir a la educación como un derecho innegable que debe ser garantizado de forma inclusiva y con calidad, con propuestas pedagógicas que consideren el contexto rural, urbano y de los pueblos originarios. Dicha concepción de la educación implica que el Estado debe hacerse responsable de que toda la población estudiantil cuente con acceso a la salud, alimentación, trabajo, transporte gratuito, cobertura de internet y las herramientas tecnológicas necesarias para desarrollar propuestas como la presentada por el MEC.
La situación actual por la que atraviesa la humanidad nos obliga a las y los estudiantes comunistas a redoblar los esfuerzos para hacerle frente a esta dura batalla que nos toca dentro del sistema educativo paraguayo, plagado de «virus» que solo atacan a las y los hijos de la clase trabajadora, sin que el gobierno tome ninguna medida para evitar su propagación.
Sabemos que la cura para salvarnos es la infalible unidad de todo el gremio estudiantil, unidos como los dedos de una mano en un puño cerrado para lograr la fuerza capaz de golpear y destruir este sistema educativo que perpetúa las desigualdades y construir sobre sus escombros la educación que necesita nuestro país para estimular el desarrollo de nuestras capacidades. Pues esta crisis del sistema capitalista también ha puesto en evidencia nuestra capacidad para resolver los problemas de forma organizada, solidaria y colectiva. Porque en las escuelas, en los colegios, en las universidades, en los barrios y en el campo, la historia una vez más la estamos escribiendo con nuestros propios puños y letras.
Comité Estudiantil, Juventud Comunista Paraguaya.
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