Texto publicado originalmente en el New Worker, órgano de prensa de la Plataforma Comunista de los Trabajadores de los Estados Unidos de América, el 7 noviembre de 2024

Traducción de I. M. Isasi, para Adelante!


Las elecciones en los Estados Unidos concluyeron el 6 de noviembre, para elegir al Presidente-Vicepresidente del país, representantes estatales de la Cámara de Representantes y el Senado, miembros de los Tribunales Supremos de los estados, varias legislaturas locales y gobiernos municipales de diferentes estados. Se eligieron los 435 escaños de la Cámara de Representantes. 34 de los 100 escaños del Senado estaban en disputa. A nivel estatal, 11 estados llevaron a cabo elecciones para gobernador. Se realizaron docenas de referendos locales junto con elecciones para varios cargos locales, incluidos jueces, alcaldes, concejales y sheriffs. También se votó sobre medidas legislativas estatales como el aborto, la educación, el plan de privatización de la “elección escolar”, políticas sobre drogas recreativas, salario mínimo, licencias por enfermedad y políticas de sindicalización.

El proceso electoral estuvo marcado por la intervención gubernamental en favor del partido Demócrata y la demagogia de ambas facciones principales de la burguesía. Los candidatos Donald Trump y Kamala Harris llevaron a cabo campañas sucias que hicieron que el ciclo electoral recaudará una obscena cantidad de $15.9 mil millones de grandes empresas para determinar el resultado. Centenares de capitalistas y monopolios invirtieron millones en las campañas de ambos candidatos.

Las estrategias de ambos partidos están firmemente orientadas a reforzar los monopolios de EE. UU. y fomentar alianzas imperialistas internacionales para competir con Beijing, todo esto mientras continúan su inquebrantable apoyo al estado genocida de Israel. A pesar de sus diferencias, ambos candidatos están completamente comprometidos con la gestión y sostenimiento del sistema capitalista.

Detrás de la intensa lucha interburguesa, encontramos las contradicciones del sistema podrido en sí mismo, en tiempos en los que la primacía de EE. UU. en el sistema imperialista está siendo amenazada. EE. UU. lucha con uñas y dientes por mantener su posición en la cima, mientras que el capital estadounidense busca confrontar a su rival China, que está reclamando nuevos liderazgos en cada vez más áreas. Este feroz antagonismo entre los bloques de potencias imperialistas y la intensa competencia entre ellas marca este ciclo electoral.

A pesar de todos los esfuerzos de la burguesía, sus agentes en el movimiento obrero y las fuerzas oportunistas, para presentar la lucha entre Harris y Trump como una batalla entre el “fascismo” y la “democracia”, reafirmamos que ambos candidatos representan un continuismo de las políticas antipopulares. Los candidatos independientes y de terceros partidos solo han servido para reforzar la campaña de Donald Trump y engañar al movimiento de la clase trabajadora. Estas llamadas “opciones políticas alternativas”, incluidas las que se autodenominan “socialistas”, solo se presentan para intentar entregar a las fuerzas revolucionarias las banderas de una burguesía extranjera.

Bajo administraciones tanto republicanas como demócratas —en todos los niveles, desde lo federal hasta lo estatal y local— el pueblo de este país ha sido sacrificado en el altar del lucro. Han sido abandonados frente a huracanes, inundaciones e incendios, con cientos de vidas perdidas en Florida, Georgia, Carolina del Norte, California, Texas y más allá.

Ambos partidos han asignado cientos de miles de millones de dólares en paquetes para apoyar a los monopolios de EE. UU. y alimentar conflictos imperialistas, desde el Medio Oriente hasta Ucrania y Taiwán. Ambos han presidido la destrucción de los derechos sociales —educación, salud, vivienda, servicios públicos— a la vez que implementaban políticas bárbaras. Han gobernado en medio de un aumento de los costos de los bienes de primera necesidad, erosionando los ingresos de los trabajadores y sus familias. Ambos han cargado al pueblo con impuestos aplastantes, solo para ver cómo esos fondos son desviados para rescatar a bancos y monopolios en tiempos de crisis o, de otra manera, se vierten en la expansión de las capacidades militares del estado burgués y sus alianzas imperialistas. Ambos partidos han presidido la pobreza generalizada y a millones de personas sin hogar.

Ambos han sido cómplices y han apoyado la represión de las luchas obreras y populares, presidido administraciones que dejan a millones de trabajadores negros y latinos enfrentando al racismo, a la brutalidad policial y a la discriminación violenta. Las víctimas de estos dos partidos imperialistas no son solo locales, sino que se extienden a todos los pueblos del mundo, que han sufrido por sus intervenciones, guerras, masacres, golpes de estado y sanciones.

Las confrontaciones entre los dos partidos, que han alternado el poder durante más de un siglo, no tienen nada que ver con los intereses y necesidades de la gran mayoría de la población. Nuestro país tiene todas las claves necesarias para desbloquear la emancipación de las masas trabajadoras y deben ser arrebatadas de las manos de los explotadores.

Los resultados son claros: Donald Trump ha ganado nuevamente las elecciones presidenciales con una victoria decisiva. Su victoria es fruto de una profunda insatisfacción con las políticas antipopulares de la administración Biden. Trump es claramente el candidato preferido por una facción de la clase dirigente de EE. UU. que insiste en priorizar al “adversario estratégico”, China —aunque esto es un enfoque que se remonta a la administración Obama— y socavar la creciente alianza China-Rusia. Esta facción del gran capital está decidida a confrontar a China de manera más agresiva para revivir la influencia y “gloria” de los negocios estadounidenses. Entre los partidarios de Trump se encuentran una plétora de multimillonarios, incluidos Elon Musk, Rupert Murdoch, Tim Mellon (banquero multimillonario), Palantir Technologies, Peter Thiel de PayPal, Johnson & Johnson, Kenneth Griffin de Citadel LLC, Richard y Elizabeth Uihlein, y Jeff Yass. Trump no solo ha obtenido el apoyo de este segmento de la burguesía, sino que también, desde 2016, ha ganado la confianza del mercado e inversores que lo ven como un buen augurio para las inversiones. Por eso, su primera victoria desató un repunte en el mercado, ya que los inversores se volcaron a respaldar la agenda económica de Trump. Aunque aún no ha asumido el cargo, ya estamos viendo una tendencia similar a la de 2016: las acciones a futuro del S&P 500 ya han subido más de un 2%. Mientras que el establishment político se inclinaba hacia una victoria de Harris, el sistema financiero veía una victoria de Trump igualmente favorable, y probablemente igual de rentable.

El periodo anterior de Trump aseguró la confianza de los líderes corporativos al reducir la tasa del impuesto corporativo del 35% al 21%, lo que refleja sus planes para un nuevo mandato. Jugando con el retroceso cultural que aún afecta a la sociedad estadounidense, Trump ha aprovechado la desconfianza generalizada del pueblo hacia el sistema político en medio de problemas sociales cada vez peores y políticas que no ofrecen alivio a los profundos recortes a los ingresos de la mayoría de la gente. En este sentido, la inmigración ha sido un tema central de su administración y lo será en la próxima. En su primer mandato, en 2016, Trump introdujo una serie de políticas antiinmigración dirigidas a cumplir sus promesas de deportaciones masivas. Un ejemplo clave fue el “Protocolo de Protección a Migrantes” o la política de “Permanecer en México”, que obligaba a los solicitantes de asilo a regresar a México mientras esperaban sus audiencias en los tribunales de inmigración de EE. UU. La demonización de los inmigrantes y la retórica reaccionaria de Trump han permanecido consistentes. No cabe duda de que tales políticas se intensificarán en su nuevo mandato. A pesar de toda su retórica contra Trump, la administración Biden no derogó esta política. En cambio, la usaron para deportar a miles de solicitantes de asilo hacia la frontera sur, donde fueron dejados vulnerables ante la Guardia Nacional Mexicana y el crimen organizado.

No olvidemos que el último gobierno de Trump presenció una escalada de la violencia de extrema derecha y el racismo, la erupción de las protestas de Black Lives Matter en el verano de 2020, que fueron respondidas con represión militar, y la pérdida de millones de vidas debido a la incapacidad de su administración para controlar los brotes de COVID-19. A pesar del eslogan “Terminar con las Guerras”, la administración Trump fue tan brutal como la administración Biden-Harris, aprobando más de $110 mil millones en ventas de armas a Arabia Saudita, apoyando al estado israelí asesino, y lanzando bombardeos en Siria para enfrentar al gobierno de Assad. Su administración tambaleó con las amenazas hacia Corea del Norte y comenzó a enviar ayuda militar y económica a Ucrania. A pesar de la retórica populista, su administración no fue menos cómplice de la maquinaria bélica y represiva – un resultado inevitable del sistema capitalista.

A lo largo de este ciclo electoral, Donald Trump ha hecho campaña con un regreso a las políticas del “sentido común”, un pretexto para vastos esquemas de privatización. Ha prometido reformas importantes en áreas como inmigración, votación y economía, entre otras. Una nueva administración de Trump probablemente revertiría las reformas de Biden, introduciría políticas fiscales aún más favorables para los monopolios, intensificaría la represión sobre la inmigración, aumentaría las confrontaciones agresivas con China-Rusia, seguiría apoyando al estado israelí asesino y, sin duda, recortaría aún más los ingresos de las masas trabajadoras. Entre otras cosas, Trump ha prometido estimular la economía estadounidense fortaleciendo aún más el proteccionismo comercial, con menos énfasis en la “economía verde”.

La Plataforma Comunista de los Trabajadores seguirá luchando sin cesar contra la administración Biden y, desde el 20 de enero de 2025, contra Donald Trump porque representan los intereses de la clase capitalista explotadora. Existe una necesidad urgente de la reconstitución del Partido Comunista en nuestro país, para una alternativa de la clase trabajadora que hemos perdido. Existe una necesidad profunda de la única opción política capaz de fortalecer sus lazos con las luchas populares, con los trabajadores, las mujeres trabajadoras, los jóvenes, estudiantes, migrantes, pueblos indígenas y demás pueblos oprimidos, y las organizaciones de lucha de la clase trabajadora para dirigir las fuerzas necesarias para derrocar este sistema podrido que genera tanta miseria. La situación en la que nos encontramos hoy es la de un movimiento obrero revolucionario deshecho por la degeneración ideológica y política de las fuerzas clasistas. El dominio del oportunismo ha dejado al proletariado desarmado frente a los ataques del capital.

Sin embargo, las recientes luchas de los trabajadores y estudiantes, junto con el movimiento de liberación palestino, representan fuerzas clasistas emergentes que tienen el potencial de ser reunidas en la lucha por la revolución social.

El Partido Comunista es la única fuerza capaz de oponerse a los grandes bloques de la burguesía en una dirección anticapitalista y antimonopolios, por la victoria de la clase trabajadora.

Nos solidarizamos con todos aquellos que rechazaron el embrollo del “mal menor”, muchos de los cuales saben que los demócratas y republicanos no son una salida. Es una buena perspectiva para los trabajadores y los pueblos que se niegan a quedar atrapados en los juegos de la clase dominante.

¡Hombro a hombro con el proletariado, luchando cada día, el partido será construido! Un futuro mejor es posible. En las filas del Partido Comunista, nuestro destino está en nuestras propias manos.