Editorial del 29 de octubre de 2024
¿Por qué esperaríamos que patronales lideradas por el cartismo y la narcomafia defiendan intereses y derechos de las mayorías trabajadoras? ¿Tenemos un movimiento sindical que, desde las Centrales Obreras, se ha venido recuperando en un carácter incorruptible, de defensor inquebrantable de las mayorías trabajadoras y con una fuerza que se está masificando con rapidez? ¿La creciente informalidad, tanto en el sector público como privado, no muestra justamente la debilidad del movimiento sindical? ¿Por qué una Central internacional que nació de la mano de las patronales imperialistas y sus servicios de inteligencia para combatir al comunismo, o sea, a la propuesta de poder obrero, llevaría adelante políticas favorables al mejoramiento del conjunto de las trabajadoras y los trabajadores?
Esperar que el gobierno cumpla con acuerdos que favorecen a la mayoría trabajadora, o esperar que la Confederación Sindical de las Américas (CSA) sea firme en la lucha por los derechos laborales y el poder obrero, es lo mismo que acordar con las termitas, a través de un documento firmado, la protección de las maderas.
Que las Centrales afiliadas a la CSA se hayan levantado de la mesa de trabajo del gobierno porque este no cumplió con los acuerdos, atendiendo el origen y las intenciones de la CSA y del gobierno, nos lleva a pensar que no pasará de un amague frente al desprestigio creciente, tanto de las Centrales como del cartismo corrupto, mafioso y hambreador. Quisiéramos estar equivocados y por supuesto que también queremos una poderosa unidad que desemboque en una masiva y combativa Huelga General, cuya fuerza arrolladora genere condiciones para negociaciones en las que las patronales, por fuerza de las mayorías trabajadoras y por el temor que las mismas generan, se sientan obligadas a conceder los derechos que defendemos. Pero sabemos que la única forma de caminar hacia una Huelga General es la movilización combativa de sindicatos y trabajadores para obligar a las centrales a la convocatoria de dicha medida de fuerza.
Como era de esperar, la CUT-A realizó su VI Congreso con respaldo de la CSA, emitiendo un comunicado en el que cuestiona a las termitas, o sea, al gobierno que excava en el Estado hasta dejarlo hueco e inservible, como parte de su plan privatista que desde siempre estuvo a la vista.
Algunos podrán decir que en su discurso el cartismo dice querer defender los intereses de las mayorías, pero esa gente que es engañada por el maquillaje del cartismo cada vez es menor. En general, la gente sabe que la propuesta de las patronales es el ‘cada uno para sí’, el ‘sálvese quien pueda’, como base cultural ideológica de la precarización laboral universalizada, que es el proyecto estratégico contra el cual nos cuesta luchar para frenar y destruirlo.
La dirigencia sindical y política que se opone al proyecto privatista, saqueador y universalizador de la total inseguridad laboral, no puede decir que fue engañada. Son demasiados los elementos que, desde hace años, nos demuestran las intenciones de las patronales. Por eso es tan indignante que hayan firmado a favor de la ley de superintendencia discurseando a favor de las supuestas buenas intenciones del gobierno en favor de la clase trabajadora. Es, cuanto menos, poco serio e irresponsable darle un voto de confianza al equipo de Horacio Cartes.
Luego de ese voto de confianza y de la continuidad del saqueo gracias a la ley de la superintendencia, anunciando una serie de políticas de ajuste con el proyecto de ley del servicio civil, la propuesta de achicar el Estado, la de reformar el Código Laboral y ahora la Constitución Nacional, hablar sin ninguna autocrítica cuestionando el rumbo del gobierno y anunciando que existe un sindicalismo inteligente, serio, responsable y en recuperación dentro de las centrales resulta casi tragicómico.
Este escenario, sin lugar a dudas, refuerza la propuesta de concentrar nuestro esfuerzo con las trabajadoras y los trabajadores que no están sindicalizados, además de insistir para que la dirigencia sindical honesta y combativa salga a trabajar en sus bases para comprender que, para defender nuestros derechos, necesitamos una fuerza masiva en las calles. Solo la masividad y la firmeza al exigir lo que nos corresponde podrá generar un nuevo escenario para negociaciones que nos beneficien a las mayorías trabajadoras, sin perder de vista la necesidad de un nuevo Estado dirigido por estas mismas mayorías trabajadoras.
Sin fuerza en las calles, no tiene sentido negociar con el gobierno esperando que cumpla sus promesas, seguirá siendo igual que acordar con las termitas la defensa de la madera sana y sólida.