Paraguay | Por Lizzy Osorio
Se cumplen cuatro años de la ejecución de Lilian Mariana y María Carmen Villalba, de 12 y 11 años de edad respectivamente, por parte de la Fuerza de Tarea Conjunta, bajo el gobierno de Mario Abdo Benítez. Sin duda, una fecha trágica para quienes nos reivindicamos defensores y defensoras de los derechos humanos.
Las implicancias de este hecho pusieron de relieve el problema más profundo relacionado con la violencia institucional en el país: el ensañamiento del Estado paraguayo en la persecución y ejecución a las niñas y mujeres Villalba. Solo dos meses después del asesinato a las niñas, la misma FTC, torturó y desapareció a Carmen Elizabeth Villalba, Lichita, de solo 14 años. Posterior a esta desaparición forzada, detuvo a la tía de Lichita y madre de las niñas ejecutadas, Laura Villalba, confinándola ilegal y arbitrariamente a un destacamento militar.
Las denuncias de abusos y violaciones a los derechos humanos por parte de las fuerzas de seguridad han sido recurrentes en el país, no era la primera vez que se asesinaba a no beligerantes, no era la primera vez que se torturaba a pobladores. Pero, ¿vestir a niñas con uniforme de guerrilleras luego de ejecutarlas? ¿Quemar las pruebas de los hechos y celebrar como una “victoria” el abatimiento a niñas? Esas son muestras de prácticas aberrantes, frutos de la herencia del stronismo.
Stroessner: El violador de niñas
Durante las décadas de tiranía político-militar del general Alfredo Stroessner, Paraguay vivió un periodo marcado por la represión sistemática, el terrorismo de Estado y la violación de derechos humanos. A pesar del miedo y la angustia de varias sobrevivientes, hoy tenemos testimonios de víctimas directas que confirman la magnitud del infanticidio, las atrocidades cometidas por el régimen y la persecución sistemática de niñas y mujeres en un contexto de extrema opresión y violencia.
El terrorismo de Estado bajo Stroessner se manifestó en la desaparición forzada, tortura y asesinato de cientos de personas. La maquinaria represiva del régimen se encargó de silenciar a cualquier voz disidente mediante el uso de violencia extrema. La represión política fue acompañada de una estrategia de deshumanización que incluyó la persecución y el abuso de niñas y adolescentes, intensificando el clima de miedo y sometimiento.
¿Por qué con nuestras niñas antes y ahora?
Durante los 35 años del régimen stronista se realizaron prácticas sistemáticas de eliminación de niños y niñas, cuyos madres y padres eran considerados opositores o amenazas para el régimen. Las brutalidades de estas acciones reflejan un intento de erradicar la resistencia desde sus raíces más vulnerables, perpetuando un ciclo de terror y dolor.
¿Cambiaron esos años con respecto a la actualidad? Hablar de desaparición forzada, de infanticidio y terrorismo de Estado es nuestra realidad hoy, lo sucedido hace cuatro años es la prueba de que las violaciones sistemáticas y detenciones arbitrarias prosiguen. Las niñas, nuestras niñas, son utilizadas como una herramienta de coerción y castigo, enfrentándose no solo al aparato represivo, sino a un estigma y demonización por parte de las mismas organizaciones que se reivindican protectoras de derechos humanos en nuestro país. En este sentido, es muy fácil saber de qué lado ponernos, el abuso por parte del Estado, el silencio y el miedo no nos pueden paralizar y, peor aún, hacernos cómplices.
Continuamos luchando contra la impunidad de estos crímenes de lesa humanidad, exigiendo el juicio y castigo de los responsables políticos. El esfuerzo, sin duda, debe ser colectivo, seguir vinculando a más activistas y organizaciones de nuestro país y que juntos podamos trabajar en mecanismos efectivos para la protección de nuestras infancias es nuestra tarea.
Hoy a cuatro años de ese triste día y por la memoria de Lilian Mariana y María del Carmen, exigimos el esclarecimiento de su ejecución, luchamos por la aparición con vida de Lichita y la liberación de Laura y Carmen Villalba.
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