Chase Sardi, agente de la CIA y responsable de la desaparición y muerte de mi hermano

Por José Miguel González Acosta.

La misión de la Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América (CIA) financiada con fondos del Congreso de ese país es recoger y analizar información y, sobre todo, intervenir activamente en los diversos escenarios latinoamericanos con un rango de acción que va desde el manejo y la manipulación de la información y el control de los medios de comunicación hasta la captación de líderes sociales, funcionarios y políticos; la creación de organizaciones de pantalla disimuladas como inocentes e insospechadas ONGs dedicadas a inobjetables causas humanitarias, hasta el asesinato de líderes sociales y políticos molestos y la infiltración y destrucción de toda clase de organizaciones populares.

Los archivos del Terror guardan la declaración de Miguel Gregorio Chase Sardi –con sus seudónimos de Gato, Gallardo y Tío- hecha en diciembre de 1975 a la Policía stronista. Por un sueldo de 300 dólares y un seguro de 5.000 dólares, este “eminente antropólogo” fue agente de la CIA y uno de los principales responsables de la desaparición y muerte de mi hermano Octavio Rubén González y de miembros del Comité Central del Partido Comunista Paraguayo (PCP) a fines de 1975.

En el libro de Joel Filártiga y Luis Agüero Wagner “La Fiesta del Tiranosaurio”, desde la página 152 se encuentra la declaración de este delator. Con el compañero Carlos Salaberry, en calidad de ex-integrantes de la Juventud Comunista, intentamos desentrañar la seguidilla de arrestos ocurridos a fines de 1975. Este afectuoso camarada, preso en emboscada varios años y exiliado en Brasil, falleció sin conocer la trama que ahora expongo.

Chase Sardi –en su declaración indagatoria al jefe de Investigaciones, Pastor Coronel, el 4 de diciembre de 1975- contó que se afilió al PCP en 1949. Fue expulsado y vuelto a afiliar en 1968, esta vez, por orden expresa de integrantes de la CIA que operaban en la Embajada de EE.UU. en Paraguay. Su misión: pasar informes sobre el PCP. No obstante, desde 1963 -de acuerdo a su testimonio- comenzó a trabajar en la lucha anticomunista bajo las órdenes de Edgar L. Ynsfrán, quien ocupaba la cartera de ministro del Interior del dictador Alfredo Stroessner.

Chase Sardi. Foto de UH.

La clave de la desaparición y muerte de tantos comunistas hace 45 años, comenzó en 1970, cuando mi hermano, con 25 años y yo, 14, ingresamos a nuestro país desde Buenos Aires. Posteriormente supe que Rubén fue la punta de lanza en el proyecto del Comité Central del PCP en el exilio. Le habían dado la misión de preparar las condiciones para el regreso a Asunción de los principales dirigentes comunistas.
El “Gato” Chase Sardi, espía de la CIA y flamante comunista nuevamente desde 1968, relata en su declaración indagatoria que fue afiliado en la segunda oportunidad, con el respaldo de José Asunción Flores y Elvio Romero. Inmediatamente a su reafiliación, el secretario general del PCP de aquel entonces, Miguel Ángel Soler, delegó dos tareas a cumplir en Asunción: conseguir trabajo para los camaradas que serían enviados desde la Argentina y la conversión de dólares a guaraníes para la asignación de los gastos.

Fue así que este repulsivo delator, en 1970, contactó “al camarada Enrique” (pseudónimo de mi hermano) y le consiguió trabajo en Nill Muebles, lugar en el que posteriormente también me incorporé. Es decir, la Inteligencia estadounidense sabía, desde 1968, los pormenores del proyecto que tenía el Partido Comunista Paraguayo. Dejó que ingresaran a nuestro país los mejores hijos de nuestro pueblo y sus principales líderes. La CIA actuó de acuerdo con su manual de procedimiento. Siempre supo de los pasos y acciones de los camaradas a través de sus pyrague, entre los que también se encontraba el fotógrafo Taurín Portillo. Esperó siete años para ordenar a Stroessner descabezar, apresar, torturar y asesinar a la mayoría de los integrantes del Partido Comunista Paraguayo con datos precisos.

Fue así que la policía stronista –vuelvo a reiterar, con referencias concisas- comenzó por arrestar a los principales líderes. El pasado 30 de noviembre se cumplieron 45 años de la desaparición y asesinato de los miembros del Comité Central Miguel Ángel Soler, secretario general del PCP y Derlis Villagra Arzamendia, secretario general de la Juventud Comunista Paraguaya. En la casa de Derlis también apresaron a mi madre, Petrona de Jesús Acosta, diabética, con 65 años. Estuvo en el penal de Emboscada casi tres años. «Recordar es fácil para quien tiene memoria; olvidar es difícil para quien tiene corazón«, escribió alguna vez Gabriel García Márquez.

A mi hermano lo detuvieron el 3 de diciembre de 1975, en su lugar de trabajo, la Central Hidroeléctrica Acaray. Fue trasladado a la capital del país. Estuvo recluido en el Departamento de Investigaciones y también fue visto en Vigilancia y Delitos. Fue sometido a vejaciones y torturas. Posteriormente lo asesinaron.
«Nunca se olvida a un ser amado, sólo se aprende a vivir sin él» leí hace poco. Y este hermano entrañable -quien cumpliría 75 años el pasado 20 de noviembre- se hizo cargo de mi desde niño. Era un ser excepcional, un hombre nuevo, distinto, quien poco a poco fue introduciéndome en el dominio del pensamiento y en la acción. Un comunista coherente y digno, con el valor para enfrentar los obstáculos y vencerlos.

José Miguel González Acosta.

El periodista, escritor y poeta argentino Juan Gelman, tras la pérdida de su hijo Ariel, secuestrado y asesinado durante la dictadura militar argentina junto a su mujer María Claudia, embarazada de 7 meses, dijo verdades profundas: que la palabra «desaparecido» es una sola, pero encierra cuatro conceptos: el secuestro, la tortura, el asesinato y la desaparición.

¿Dónde están los restos de mi hermano para recuperarlos y darles un lugar de homenaje y de memoria? ¿Dónde está la verdad, su verdad? La nuestra es la verdad del sufrimiento. La de los asesinos, la cobardía del silencio. Así prolongan la impunidad de sus crímenes y la convierten en impunidad dos veces.


Fotografía de inicio: Octavio Rubén González Acosta.

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