La operación Urano, la tumba del fascismo en Stalingrado

Este noviembre, recordamos una de las batallas bisagra de la historia de la humanidad. Sin Stalingrado no habría ni el cinematográfico Día D, ni la caída de Berlín y con dicha ciudad templando el acero, el fin de la aventura fascista que como reacción bárbara de la burguesía internacional pretendía destruir la experiencia soviética, para profundizar la explotación capitalista en el mundo. El camarada Harold García-Pacanchique, formula una recomendada reconstrucción histórica y militar de esta batalla, la cual se impone conmemorar en estos momentos de luchas y crisis.

Por Harold García-Pacanchique | @HaroldGarcia95

“Moriremos como héroes por la ciudad de Stalin. ¡La tierra soviética será la tumba del enemigo! Confío en mis soldados y en mis oficiales: por encima de mi cadáver no pasará ni una sola alimaña fascista”

Jefe de la 3ra Compañía de tiradores.

El 23 de agosto de 1942 las sirenas de la ciudad de Stalingrado se prendieron ante el inclemente bombardeo al que esta era sometida por la fuerza aérea alemana, que pretendía hacerse de la llamada ciudad de Stalin y su gran capacidad petrolera; la batalla que se extendería hasta principios del mes de febrero de 1943, pasaría a ser una de las confrontaciones armadas más importantes de la Segunda Guerra Mundial, dada la gran capacidad de combate desplegada, especialmente entre los meses de agosto y noviembre de 1942.

Tras el asedio militar del Eje encabezado por los ejércitos de Hitler, Mussolini y acompañados de algunas fuerzas de bajo combate húngaro-rumanas, la guerra en el Este de Europa era inminente, pues para el Nazi-Fascismo en avanzada era prioritario acabar con la Rusia judeo-bolchevique (tal como diría la retórica nazi respecto de la URSS), puesto que tras la consolidación de una victoria sobre ella, se lograría asegurar el proyecto del Führer de una vez por todas en el “viejo continente”.

La fuerza del Sexto Ejército comandado por Friedrich von Paulus, asediaría de tal manera la ciudad de Stalingrado que la dejaría en cenizas, pues la obsesión de Hitler de conquistar esta produjo una guerra de tierra arrasada que se desarrolló al sur occidente de la URSS, a tal punto que como lo comenta Vasili Grossman en su libro “Stalingrado crónicas desde el frente de batalla”, la población de dicha zona manifestaba constantemente que “aquí se reunió todo el arsenal diabólico del militarismo alemán”, demostrando con ello la capacidad de despliegue militar que poseían las fuerzas del Eje, pretendiendo con este desenvolvimiento generar la desmoralización de las tropas soviéticas.

La resistencia

Ante la permanente confrontación militar entre las fuerzas nazis y soviéticas, la resistencia de los últimos fue heroica y de grandes magnitudes, lo que permitió que la moral de las tropas del Ejército Rojo se fortaleciera, pues aunque los alemanes tuviesen a Stalingrado en llamas, los soviéticos no desfallecieron y no permitieron que las fuerzas enemigas tomaran los principales puertos del Río Volga, resistiendo las embestidas de los tanques y la aviación alemana a tal punto que toda la población de la ciudad empezó a jugar un papel determinante en la estrategia de guerra de guerrillas urbana, planteada por Zhúkov.

A los altos índices de moral, se le suma un factor determinante para el desarrollo de la guerra de resistencia y avanzada soviética, el factor climático, pues las fuertes lluvias de otoño y la llegada del invierno harían del frente soviético en combate un enemigo difícilmente franqueable; ante esta situación el Ejército Rojo delegó varias columnas de apoyo para la defensa de Stalingrado provenientes de Siberia, quienes al mando del coronel Gúrtiev resistían como las piedras el imponente invierno. Así lo comenta Grossman: “los siberianos son hombres de gran fortaleza, austeros, acostumbrados al frío y a las privaciones, silenciosos, amantes del orden y la disciplina, bruscos en sus palabras. Los siberianos son hombres resistentes y seguros como las rocas”. Ellos le imprimieron una sensación de victoria a la tropa y le ocasionaron múltiples golpes al enemigo en combate, especialmente golpes morales y de desgaste. Sin su participación, la batalla en la ciudad de Stalin hubiese sido a otro ritmo.

Por ejemplo, los soviéticos con un amplio conocimiento de la ciudad atrincherados en fábricas y edificios semi destruidos, perpetraron acciones de impacto a las principales voces de mando alemanas. Un experto grupo de francotiradores, en pequeñas células militares se movía como pez en el agua en un campo de batalla que los alemanes desconocían, el campo urbano; allí se le va a conocer al condecorado Vasili Záitsev, héroe y francotirador del Ejército Rojo al cual se le atribuyen más de 200 muertes de oficiales y soldados de las tropas alemanas.

Francotiradores soviéticos.

La Operación Urano

Como ya lo hemos advertido, Stalingrado fue un sitio atípico de combate durante la Segunda Guerra Mundial. Sus características urbanas demandaron un nivel de inteligencia militar superior y por lo tanto de mayor número de bajas en combate, puesto que como lo enuncia Vasili Grossman: “En Stalingrado no existía una zona militar escalonada en profundidad. La ciudad que como una estrecha franja se extendía a lo largo de unos sesenta kilómetros a orillas del Volga, no tenía zonas de retaguardia ni avanzadillas. El Stalingrado reducido a un montón de cenizas y escombros se trocó en ciudad-frente, ciudad-trinchera, ciudad-blindaje”.

Ante esta situación era casi imprescindible que los soviéticos aprovecharan otros factores determinantes, entre los cuales se encontraban las desgastadas tropas alemanas del Sexto Ejército y los débiles soldados húngaros y rumanos que custodiaban el noroeste y el sur de la ciudad; condiciones que debían ser rápidamente resueltas militarmente, pues en anteriores intentonas de combate para avanzar sobre el enemigo, el Ejército Rojo no había sido contundente.

Fue así que la Stavka [1], opta por avanzar en un plan que lograse desarticular las fuerzas del norte y el sur  de Stalingrado, con ello disuadiendo las fuerzas del Sexto Ejército y así lograr embolsar las tropas de Hitler que agotadas por las inclemencias climáticas y la resistencia soviética, las convertían en un flanco fácil de atacar. A esta etapa de la guerra se le llamó la “nueva situación”, la cual el historiador militar David M. Glantz, pormenoriza de la siguiente manera,

“la “nueva solución” de Yeriómenko [2] recomendaba rodear a todas las fuerzas del Eje en Stalingrado, para lo que proponía primero una operación de ruptura contra las fuerzas rumanas que defendían el Don en el noroeste de la ciudad y en la región de los lagos al sur y, posteriormente, una incursión a gran escala de los cuerpos de caballería, en cooperación con fuerzas mecanizadas, que se encontrarían en Kalach del Don, a la espalda del Sexto Ejército. El general Zhúkov, adjunto a Stalin en el Alto Mando Supremo, aceptó la idea de Yeriómenko de un envolvimiento más amplio y reforzó significativamente los contingentes adscritos para materializarla, dando lugar a lo que sería el plan de la Operación Urano”.

Operación que se gestó a partir del día 12 de octubre, mes en el cual la guerra vivía sus momentos más intensos y que finalizó sus últimos retoques el 18 de noviembre, a un día del asalto de las tropas del Ejército Rojo, el cual en tan solo cuatro días logró cerrar el cerco del Sexto Ejército, dejando a Paulus sin ninguna posibilidad de vencer, consiguiendo así la captura de 3.000 prisioneros rumanos y un saldo de alrededor de 90.000 prisioneros alemanes.

Victoria frente al fascismo

Tas la derrota definitiva de las fuerzas del Tercer Reich a inicios del mes de febrero de 1943 en Stalingrado, iniciaría la debacle del Eje proporcionando con ello un avance de las fuerzas soviéticas sobre occidente, recuperando Ucrania, Rumania, Hungría, Polonia, en su avanzada hacia Alemania; este golpe en la llamada ciudad de Stalin constituye uno de los momentos más heroicos del ejército soviético desde su ingreso a la Segunda Guerra, lo cual convierte a la Operación Urano en el primer golpe contundente de las fuerzas del Ejército Rojo al Nazi-Fascismo.

Dado a que el debilitamiento del Sexto Ejercito, golpeó moralmente a las tropas del Eje y permitió el avance de los soviéticos de manera contundente hacia occidente, haciendo de las hordas Fascistas un débil mito como enemigo contundente, ya lo diría Kalegánov el 5 de noviembre 1942, en la antesala de la estocada final a los nazis en la URSS,

“Jamás fue Stalingrado tan magnífico y grande como ahora, cuando, en ruinas, es glorificado solemnemente por los pueblos del mundo amantes de la libertad. Stalingrado vive. Stalingrado lucha. ¡Viva Stalingrado!”.

Cerrando así el histórico evento político-militar que se inició a partir del 19 de noviembre de 1942 en las barricadas urbanas de Stalingrado y que a 78 años de la feroz ofensiva soviética aún los comunistas lo recordamos con tesón.

El pueblo soviético no sólo dio probadas razones de heroísmo y de ejemplo por la construcción de un futuro comunista, sino también nociones de guerra en clave popular, venciendo al entonces ejército más poderoso del mundo.


Imagen de inicio: El centro de la ciudad de Stalingrado después de la victoria soviética sobre las tropas del Eje. Extraída del banco de imágenes de Wikipedia.

[1] Estado mayor de las fuerzas armadas de la URSS.

[2] General del Ejército Rojo, comando las tropas que lograron embolsar el ejército Nazi en Stalingrado.

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