Análisis | Por Óscar Herreros Usher
En estos días son dos los temas que compiten por los principales titulares en los diarios y por más minutos en los noticiarios de la televisión. La extraordinaria bajante del río Paraguay que a diario marca récords históricos y esa bruma densa que a todos afecta la respiración y daña los pulmones, que a los madrugadores les impide apreciar el maravilloso espectáculo del cometa Tsuchinshan-ATLAS.
No se trata de algo local, reducido a nuestro territorio. El humo proviene de grandes incendios que ya han consumido, y continúan haciéndolo, centenares de miles de hectáreas en el Chaco paraguayo, pero también del boliviano, y en las provincias de Córdoba y San Luis en la Argentina, en las regiones amazónicas de Bolivia y de Perú, en el Cerrado y en el Pantanal del territorio brasileño, además de su vasta amazonía. Por su parte, el déficit de caudal, asociado a una prolongada sequía, no se limita al río Paraguay, sino que acontece también en toda la cuenca del Paraná. También el curso superior del Amazonas presenta bajantes nunca antes registradas.
Esos dos fenómenos que se manifiestan en ámbitos diferentes, el uno atmosférico y el otro hídrico, en apariencia de naturaleza diversa tienen, sin embargo, un origen o causa común: el agronegocio.
El término agronegocio, también agroextractivismo, hace referencia a las actividades económicas ligadas a la producción, procesamiento, almacenamiento, distribución y comercialización de productos agropecuarios, forestales y otros recursos naturales biológicos, y a la gestión de la prestación de servicios, insumos, maquinaria y personal agrícola.
El recurso natural primario del agronegocio es la tierra. La tierra para el agronegocio constituye su principal medio de producción. Dentro del modo de producción capitalista es ineludible que los medios de producción sean propiedad privada de quienes son dueños, individuos o empresas, del capital.
Pero la tierra tiene la “mala costumbre” de estar cubierta de árboles con toda la biodiversidad tanto vegetal como animal, sin olvidar los grupos humanos campesinos e indígenas, que se desarrollan a su abrigo. Y los árboles no solo impiden ver el bosque, sino que además son hostiles al crecimiento de vegetales como el trigo, el maíz o la soja y no ofrecen alimento adecuado para vacas u ovejas, especies todas que requieren un ambiente de sabana (o ñu, en guaraní).
Por una parte, para el agronegocio la tierra ha de estar libre de bosques. Por otra, no debe estar fraccionada en pequeñas parcelas, cuanto mayor la superficie, mejor. La agricultura extensiva explota especies de ciclo anual como la soja, el trigo, el maíz, el girasol y otras cuya cosecha mecanizada deja residuos que no se degradan muy rápidamente. La ganadería requiere de pasturas frescas, nutritivas, apetitosas y agradables al paladar de las vacas; entonces, los pastos deben ser renovados periódicamente. Pero recoger y descartar los desechos de la cosecha y sustituir o restaurar los pastos son labores demoradas y costosas en maquinaria y personal frente a un procedimiento más sencillo, rápido y barato, muy apetecible a la lógica de maximización de ganancias del capital: la quema controlada. Que de controlada tiene poco, ya que apenas se dan las condiciones de escasa humedad ambiental y vientos moderados a fuertes, típicos de la estación seca (agosto a noviembre), se transfiere a los territorios naturales aledaños a la explotación agropecuaria y la «quema controlada» se convierte en un voraz y extenso incendio.
El procedimiento para la deforestación primaria varía si se trata de bosques húmedos densos tropicales (Amazonía) y subtropicales (Bosque Atlántico) o de bosques menos densos de tipo sabana arbórea (Cerrado matogrossense) y arbustiva (Gran Chaco). En el primer caso se comienza retirando la madera noble; luego se procede al corte raso por medio de pares de tractores pesados de oruga que arrastran largas cadenas tumbando la vegetación restante, árboles y arbustos, al suelo; finalmente, después de un tiempo de espera para que la materia vegetal se seque, se procede a la quema. En el segundo caso, dado que los bosques son menos densos, menos húmedos y no ofrecen maderas nobles que explotar, el proceso de deforestación es más simple y brutal, aplicándose el fuego directamente a la vegetación primaria y arrasando luego con cadenas lo que quede.
El resultado universal de las prácticas del agronegocio, que siguiendo la lógica del capital necesita expandirse continuamente si no quiere perecer, es la deforestación con la desaparición de millones de hectáreas de bosques nativos, la destrucción de la biodiversidad llevando a la extinción a innumerables especies animales y vegetales, la contaminación de cauces hídricos y acuíferos por el uso intensivo de agrotóxicos, la privatización de los bienes comunes por la apropiación de las tierras por medios legales o no (en nuestro país, las tierras malhabidas cuyo «blanqueo» es uno de los objetivos ocultos del proyecto de ley del Registro Unificado Nacional) y la expulsión de comunidades campesinas e indígenas de sus tierras y territorios (un ejemplo reciente es el caso de algunos grupos aislados del pueblo Ayoreo Totobiegosode obligados a emigrar a otras regiones del Chaco imposibilitados para alimentarse a causa del daño ambiental y expuestos a encuentros no deseados con comunidades no indígenas).
Como se ha visto, tanto para conquistar las nuevas tierras que requiere la expansión del agronegocio como para liberarla de desechos de la cosecha anterior o renovar las pasturas, la quema es un procedimiento omnipresente. El fuego no es fácil de controlar y es muy propenso a expandirse a los territorios vecinos. Las imágenes satelitales muestran que más del 90% de los incendios se origina en propiedades privadas, principalmente en las explotaciones ganaderas y son más intensos en épocas de sequías que son cada vez más frecuentes y prolongadas. Cabe ahora preguntarse por qué las sequías duran cada vez más y se producen cada vez más seguido.
A mediados del siglo XX, contaba mi abuela, los campesinos paraguayos consultaban el Calendario Bertoni para saber con muy buena exactitud qué días habría lluvia, su intensidad y duración. Ese calendario fue elaborado por el suizo Moisés Santiago Bertoni que vivió en el Paraguay desde 1891 hasta su fallecimiento en 1929. Bertoni fue naturalista, botánico, escritor y anarquista (una de sus hijas se llamaba Vera Zasulich [revolucionaria marxista rusa recordada por su intercambio epistolar con Karl Marx] y otra Sofía Perovskaia [revolucionaria narodniki rusa, ejecutada por su participación en el asesinato del zar Alejandro II]).
El Calendario Bertoni mantuvo su vigencia y precisión durante largas décadas. Esto se explica por la permanencia del ciclo del agua: la humedad evaporada de los inmensos bosques sudamericanos (la Amazonía, el Bosque Atlántico, el Cerrado) transportada hacia el sur por vientos cálidos se convierte en lluvias al encontrarse con los vientos procedentes de las frías regiones polares. El resultado era un ciclo anual de sucesivos meses con mayor o menor pluviosidad, dependiente de las diferentes temperaturas de los vientos reguladas por las estaciones del año. Este régimen era muy estable, solo perturbado por ciclos de alcance global como el fenómeno de El Niño, que determinaba la alternancia de épocas más lluviosas o secas.
El efecto inmediato de la reducción de la superficie boscosa es la disminución del aporte de humedad a la atmósfera y una profunda perturbación del régimen anual de lluvias. A menor humedad, menor cantidad e intensidad de las lluvias, sequías más prolongadas y frecuentes. Como se ha visto, la reducción de la superficie boscosa tiene su origen en la deforestación causada por el agronegocio, causa final de las perturbaciones ambientales, sequías, incendios, ríos exiguos, que nos afectan actualmente.
El río Paraguay tiene su ciclo anual de aumento y disminución del caudal (o del nivel) determinado por la alternancia de los meses lluviosos y secos. Sus nacientes se encuentran en el estado brasileño de Mato Grosso, en el extremo noroeste del arco del Cerrado. Su curso sigue hacia el sur, atravesando el Pantanal, una extensa zona de humedales ubicada mayormente en el estado de Mato Grosso do Sul y el extremo oriental de Bolivia, que retiene las aguas y, por consiguiente, amortigua las oscilaciones del caudal. En esta parte de su recorrido recibe la contribución de importantes ríos provenientes de la parte este del Cerrado. Abandona el Pantanal en las cercanías del río Apa y continúa hasta su desembocadura en el Paraná, tramo en que recibe los afluentes de la región oriental paraguaya, cuyas nacientes se encuentran en las zonas hoy completamente devastadas del bosque atlántico. Obviamente, las variaciones del régimen pluvial causadas por la deforestación han alterado el comportamiento tradicional del río Paraguay mostrando bajantes extraordinarias.
Hay estudios sobre el Índice de Riesgo Ecológico (IRE), una herramienta de planeamiento territorial con foco en la integridad de los recursos naturales en ecosistemas acuáticos, que muestran que el mismo es elevado en las regiones en que el agronegocio es más antiguo y floreciente (Ver el informe técnico «Análisis de Riesgo Ecológico de la Cuenca del río Paraguay«1).
Ahora bien, puede parecer una paradoja, pero la acción deforestadora del agronegocio, que trae aparejada una profunda alteración del régimen de lluvias con sequías extremas y precipitaciones devastadoras, es enormemente perjudicial para el mismo, que es totalmente dependiente de ese régimen para su ciclo anual de cultivos y pasturas. Esto lo explica el carácter cortoplacista de la producción capitalista, enfocado solo a la ganancia inmediata, sin preocuparse por los efectos a largo plazo de su accionar.
Cabe una pregunta: ¿Por qué nuestros países, Argentina, Bolivia, Brasil, Paraguay, Uruguay, tienen como base de sus economías el agronegocio, siendo este tan pernicioso para el ecosistema, incluso para el propio agronegocio? La respuesta se encuentra en el carácter global del sistema de producción capitalista. La tendencia del capitalismo hacia la expansión incesante hasta abarcar todo el planeta ya fue insinuada por K. Marx y F. Engels en el Manifiesto Comunista, desarrollada por Marx en El Capital y completada por Lenin en El Imperialismo fase superior del capitalismo.
El modo de producción capitalista, justamente por ser global, ha determinado en su evolución una división internacional del trabajo, cuyo resultado actual es la concentración de la producción industrial y de alta tecnología en los países centrales y dominantes del sistema, y la producción de materias primas de bajo agregado de valor industrial en los países periféricos, para beneficio de los capitales concentrados y monopolistas. No se trata de que nuestros países sean subdesarrollados, es decir, que todavía no han alcanzado los niveles de desarrollo al nivel de los países centrales por una incapacidad intrínseca (haraganes, dilapidadores o lo que sea). Esto puede verse en la excelente compilación realizada por Nestor Kohan, «Teorías del Imperialismo y la Dependencia desde el Sur Global«2.
El agronegocio no es un invento de la última hora. En nuestro país, en particular, ha transitado una larga evolución que se inicia con la primera venta, que significó privatización, concentración y extranjerización, de las tierras públicas durante el gobierno de Bernardino Caballero, uno de los fundadores de la actual Asociación Nacional Republicana, ANR o Partido Colorado, esas mismas tierras que antes de la Guerra Guasu eran fiscales en un 96%. Esto se mantuvo durante unas ocho décadas y a mediados de la tiranía stronista empieza el surgimiento del agronegocio como tal. A partir de los años 90 del siglo pasado hasta el presente el agronegocio se consolida, sobre todo en base a las tierras malhabidas del periodo anterior. Este proceso está muy bien descrito en el artículo de Lis García, Guillermo Achucarro y Maximiliano Manzoni, «Estronismo climático. Relación entre la dictadura estronista y la crisis climática en Paraguay«3. Otro enfoque, relacionando al agronegocio con las estructuras del Estado, con las empresas transnacionales, con los agrotóxicos y con la alimentación y la salud de la población, es el de Lis García y Claudia Ávila en «Atlas del agronegocio en Paraguay«4. Por su parte Ramón Fogel, Sara Costa y Sintya Valdez, en «El agronegocio y los mecanismos de la desigualdad en Paraguay: un análisis de la captura de la política tributaria«5 hacen un análisis desde una perspectiva sociológica, explicando cómo la estructura de la tenencia de la tierra (aproximadamente el 2% de la población posee el 85% de las tierras en el país) conduce a un valor del índice de Gini, que mide la desigualdad social de 0,93, o sea, una desigualdad casi perfecta en un país que tiene la mayor concentración de tierras en el mundo.
El hecho de que los gobiernos, actual y anteriores persistan en el modelo agroextractivista me recuerda aquella canción de Carlos Puebla:
Aquí pensaban seguir [nuestro gobierno, servil al capital, no cambiará el modelo]
Tragando y tragando tierra [más y más, aparte de las malhabidas]
Sin sospechar que en la sierra
Se alumbraba el porvenir
Y seguir de modo cruel
La costumbre del delito [están asociados al narcotráfico]
Hacer de Cuba un garito [y al crimen organizado]
Y en eso llegó Fidel [he aquí la solución]
He aquí la solución, entendiendo que nuestro “Fidel” es la expresión unitaria y colectiva de la necesaria alianza obrera, campesina, indígena y popular. La solución es la revolución socialista, cambiar de raíz el sistema productivo capitalista. Negarnos a aceptar el molde que el capitalismo en su fase imperialista nos ha impuesto, que es el rol de productores de commodities agropecuarias y de consumidores de productos industriales y de alta tecnología extranjeros.
Se acabó la diversión
Llegó el Comandante
Y mandó a parar
El Comandante es la clase trabajadora consciente y organizada, productora de todos los bienes y servicios que se consumen en la sociedad, con un proyecto claro de emancipación y de soberanía y capaz de hacerlo realidad.
- https://d3nehc6yl9qzo4.cloudfront.net/downloads/eri_paraguay_espanol.pdf ↩︎
- https://iealc.sociales.uba.ar/wp-content/uploads/sites/57/2022/06/Teorias-del-Imperialismo-y-de-la-Dependencia.pdf ↩︎
- https://www.baseis.org.py/wp-content/uploads/2021/03/2021_N-41-Febrero.pdf ↩︎
- https://www.baseis.org.py/wp-content/uploads/2020/03/2019_Dic-ATLAS.pdf ↩︎
- https://www.jstor.org/stable/pdf/j.ctv1gm013c.7.pdf?refreqid=fastly-default%3Af4fbc5a5ee9dd1345186a372fdd529ed&ab_segments=&initiator=&acceptTC=1 ↩︎
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