Análisis | Por Oscar Herreros Usher
Según datos disponibles el Instituto de Previsión Social (IPS) es el mayor aportante de fondos para los bancos en nuestro país. Los depósitos del IPS en los bancos superan holgadamente la suma de 2.000 millones de dólares. Esa enorme suma rinde intereses anuales de alrededor de 8%.
Al mismo tiempo el IPS tiene desde hace ya bastante tiempo una deuda, asombrosa para no llamarla escandalosa, de alrededor de 400 millones de dólares con diversos prestadores de servicios, principalmente los proveedores de medicamentos.
Para poder enfrentar ese fabuloso endeudamiento se dictó una ley que autoriza al IPS a tomar créditos con los bancos. Los intereses de esos créditos rondan el 16% anual.
Existen fundadas sospechas de que este esquema financiero es todo un negociado en beneficio de las autoridades, tanto del IPS como del gobierno nacional. En los últimos tiempos hemos sido espectadores de una opereta farsesca entre el IPS, es decir sus autoridades, y organismos de control estatales en relación a la documentación que justifique y aclare la situación
Pero al margen de la consuetudinaria corrupción y su acompañante impunidad, tanto de actores públicos como privados, y de los reclamos y lamentos de la ciudadanía, nadie menciona el saqueo que mediante el esquema descrito al principio se está realizando en perjuicio de la clase trabajadora.
Depositar dinero en el sistema bancario a una determinada tasa de interés y volver a prestar ese mismo dinero de los mismos bancos a una tasa mayor, es perfectamente legal teniendo en cuenta las leyes que regulan el funcionamiento del IPS.
Lo que se oculta en eso constituye un perverso mecanismo de transferencia de riqueza de la clase trabajadora a la clase empresarial. No conforme con enriquecerse mediante la extracción de plusvalía que significa el trabajo asalariado en la economía capitalista, la burguesía, la clase apropiadora, recurre a esquemas financieros “legales” para aumentar sus ganancias a costa de la clase productora.
Los trabajadores debemos abrir los ojos, denunciar el expolio y exigir el cese de este saqueo.
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