¿Efraín o Euclides? Esa es la cuestión

Por Najeeb Amado

Sin lugar a dudas, resolver a qué dupla presidencial elegir es uno de los grandes dilemas de todo el conglomerado que se ubica en posiciones opuestas al Partido Colorado, en general, y donde también se encuentra ese amplio abanico denominado “campo popular”.

Elegir entre un golpista como Alegre y un ex secretario (ministro) del gobierno del fraude (Mario Abdo) como Acevedo, es cuando menos un dilema desgraciado y que desafía nuestra dignidad y nuestro sentido de oportunidad.

Es uno de los grandes dilemas porque entendemos que evitar un nuevo gobierno del Partido Colorado tiene mucha importancia, sobre todo porque Peña es un elemento del grupo Cartes y de su estructura, que es Honor Colorado, y que, desde su derrota en las internas para las elecciones generales del 2018, aún con el triunfo de Abdo como Presidente de la República, logró tener hegemonía, mayor fuerza que el oficialismo dentro del Partido Colorado. Esto es algo poco común en nuestro país. Normalmente el oficialismo colorado es hegemónico dentro de su Partido desde que triunfa hasta los primeros tres años de gobierno. De ahí que dada la fortaleza propia de Honor Colorado y de la ANR en general, con la mayor vocación para administrar los intereses de las patronales que operan en nuestro país y con el mayor número de funcionarias y funcionarios públicos, debemos considerar que un gobierno de Peña será un gobierno mucho más compacto y difícil de enfrentar.

A propósito de la descarada y cada vez más abierta intromisión de los EEUU en la política paraguaya, es importante comprender que es muy probable que esto forme parte de “aprietes” a Cartes, Velázquez y otros actores de la politiquería y los sucios negocios en el país, negocios que fueron históricamente apadrinados por los yanquis.

En un artículo que escribí hace unos días atrás, decía que un amigo planteó un escenario bastante indigno, proyectando las consecuencias del desarme ideológico de las izquierdas a propósito de la defensa que hacen a las instituciones de la democracia burguesa ante la brutalidad de bolsonaristas en Brasil o del gobierno de Boluarte en el Perú, afirmando que esta lógica nos podría llevar a elegir al menos facho entre dos fascistas.

Aclaro que no categorizo como fascistas a Alegre y a Acevedo. Sí puedo decir con total seguridad que son dirigentes políticos alienados a las patronales y a las potencias extranjeras que tienen intereses económicos, políticos y geoestratégicos en nuestro país. El paso de Acevedo por varios gobiernos colorados, incluido el del stronista y corrupto Abdo, de quien dijo, nada más y nada menos, en un programa televisivo, que debe “gratitud eterna”, como una clara muestra de su ubicación en torno al Poder capitaneado por los EEUU con poderosa influencia del narcotráfico y la mafia. Asimismo, el intento de privatizar aeropuertos, el apoyo al golpe a Lugo y la genuflexión frente a la embajada norteamericana, hablan a las claras de la disposición y los compromisos que tiene Alegre en el marco de las relaciones de fuerza y de Poder.

Estar «condenados» a apoyar a cualquiera de los dos es cuando menos extremadamente ingenuo.

El Estado en disputa

¿Por qué decimos que es extremadamente ingenuo apoyar a cualquiera de los dos? Porque el aparato estatal que funciona en el Paraguay está quebrado. Además, la crisis general del modo de producción capitalista condiciona con extraordinaria fuerza y conservadurismo las políticas públicas de Estados y gobiernos en general.

En el caso paraguayo, el margen de maniobra es muy escaso para cualquier gobierno que pretenda aplicar políticas públicas muy superadoras del actual gobierno. Este año el Estado paraguayo debe pagar bonos soberanos por valor de 700 millones de dólares. Para entender la magnitud de esto, el Estado paraguayo no sabe quiénes son los tenedores de esos bonos. Los mismos se pudieron haber vendido (e inclusive continuar vendiéndose) a varias personas físicas y/o jurídicas. Desde hace tiempo que el Estado viene emitiendo bonos y contrayendo deudas para pagar deudas e inclusive para pagar salarios o sostener básicamente el aparato estatal. Este Estado que opera en el Paraguay es inviable para cualquier cambio mínimamente democrático-popular.

La inercia del capital y el rol del Paraguay en la división internacional del trabajo también restringen el margen de maniobra del nuevo gobierno. A eso le debemos sumar que la agroganadería es rentable en nuestro país gracias a la escasísima presión tributaria. Casi no pagan impuestos. Sin embargo, en cuanto a productividad, esos rubros no tienen condiciones de competir con capitales asentados en otros países. De modo que, una reforma tributaria debe ir de la mano de un replanteo productivo general en nuestro país.

¿Pero qué podríamos hacer entonces? Organizar luchas masivas para modificar el modelo productivo de manera soberana. Y esto requiere de una disposición organizativa y emocional muy diferente a la actual.

Por este tipo de cuestiones entendemos que lo más realista y serio es aportar responsablemente a la organización de una revolución socialista.

Si nos fijamos en los progresismos que triunfaron electoralmente en la segunda década del siglo 21, encontraremos que todos han asumido gestiones ubicadas en la centro-derecha, o sea, más a la derecha que las gestiones de los gobiernos progresistas de finales del siglo 20 y la primera década del siglo 21. Es más, sabemos que el Estado argentino es el principal Estado de bienestar en términos de seguridad y asistencia social en nuestra región. De igual modo, el gobierno de Alberto Fernández no pudo sortear las políticas de ajuste estructural (achicamiento del gasto público, más conocido como neoliberalismo) frente a la crisis y a la disposición de la dirigencia social y política del campo popular argentino ante la ofensiva de las patronales.

Para nosotros estas son cuestiones muy objetivas que condicionan la gestión del quinquenio 2023/2028.

La única salida es desmontar este Estado y construir otro capaz de aplicar políticas públicas favorables a las mayorías trabajadoras. Y para lograrlo, la gran tarea consiste en trabajar por la reorganización del movimiento social (sindical, campesino, estudiantil, indígena, territorial, cultural) para dotarlo de la fuerza capaz de obligar una síntesis política unitaria en condiciones de desplegar una estrategia revolucionaria acorde a la demanda histórica.

Entonces, ¿qué contrincante elegir?, esa es la cuestión

Entendiendo este complejo escenario, seguimos insistiendo en que derrotar al Partido Colorado es importante para las mayorías trabajadoras. Entonces, el desafío que tenemos es elegir a nuestro contrincante, a nuestro enemigo. Elegir contra quién nos podremos pelear y recuperar derechos, conquistando –a la vez- otros. O sea, podemos despojarnos de esa indignidad de apoyar a uno u otro, asumiendo que ninguno será NUESTRO Presidente y que nuestro voto no será de apoyo. Entiendo que nuestro voto nos puede servir para elegir contra quién enfrentar en el gobierno y lograr mejores posiciones para las mayorías trabajadoras.

Ni hablar del cogobierno. Estamos seguros de que proponer cogobierno, aceptar ministerios y/o secretarías, atendiendo la realidad del Estado que opera en nuestro país, solo nos conducirá al desprestigio, por aquello de la ausencia de margen de maniobra para resolver los enormes y profundos problemas que tenemos las mayorías trabajadoras.

Desde nuestra organización, a pesar de este difícil escenario, tenemos ese optimismo de la voluntad del que hablaba el camarada Antonio Gramsci, confiando en el ingenio y la capacidad de lucha de las mayorías trabajadoras, reivindicando como centro de labor militante la reorganización del movimiento social y la preparación objetiva y subjetiva para disputar Poder con el enemigo narcomafioso y explotador.

Decir la verdad, aunque esta sea dolorosa, es uno de los atributos que estamos trabajando desde nuestra organización. Claro que decir la verdad no implica estar en lo cierto. Podemos equivocarnos. Solo que en lo que respecta al Estado y a la correlación de fuerzas, los datos son muy concretos y demandan seriedad, responsabilidad, disciplina, ingenio, creatividad y coraje a la hora de renovar ideológicamente a las dirigencias sociales y políticas del campo popular. Dificilísima y hermosa tarea que, esperamos, cada vez una mayor cantidad de militantes, trabajadoras y trabajadores, la vayamos asumiendo.

El tema que abordo es extremadamente complejo, por lo que desarrollar todas sus aristas me llevaría a un artículo mucho más largo que el presente. De igual manera y a sabiendas de que los puntos expresados no están totalmente desglosados, y que además existen varios otros que no fueron mencionados, les dejo esta reflexión para aportar al debate y considerar esta idea de desechar el apoyo a uno u otro candidato, así como la participación en un eventual gobierno, y asumir que el poder de nuestro voto se debe reducir a elegir contra quién pelearnos durante los próximos cinco años, entendiendo que ejercer ese poder implica derrotar a Peña en las urnas para confrontar a quien llegue con mejores intenciones de disputar la presidencia, desde las calles durante los próximos cinco años.

*Najeeb Amado es Secretario General del PCP y Miembro de la Sociedad de Economía Política del Paraguay (SEPPY) y de la Sociedad de Economía Política de Latinoamérica (SEPLA). Actualmente Candidato a Senador por la lista 40 del Frente Guasu Ñemongeta, opción 15.


Ilustración de inicio de Beppe Giacobbe, extraída de Pinterest.

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