Editorial del 12 de octubre del 2020.
Los grandes dueños de tierras, empresas, bancos y medios masivos de comunicación, vienen desarrollando una campaña sucia de criminalización de la izquierda, de marxistas, leninistas, comunistas… acusándonos de ser desestabilizadores, terroristas, responsables de la situación en la que está nuestro país. En este editorial compartimos elementos para ver cómo nos acusan de todo lo que ellos han venido ejecutando desde hace muchos años. Veamos.
7.851.295 hectáreas de tierras fueron entregadas, entre 1954 y el 2003, violando los correspondientes estatutos agrarios existentes durante esos años, según el Informe Final asumido por el propio Estado paraguayo, resultado de la investigación de la Comisión de Verdad y Justicia. Para hacernos una idea, toda la ciudad de Asunción cuenta con unas 11.700 hectáreas, o sea, las tierras malhabidas -robadas, usurpadas, invadidas por la mafia agroganadera- representan un territorio similar a 671 ciudades de Asunción. Y todos los gobiernos que atropellaron para usurpar estas tierras, lo hicieron defendiendo los intereses de las familias millonarias y entregando territorio a miembros de esas familias y a fieles defensores de los intereses de las mismas. Fue la derecha la que cometió este delito, o dicho de otro modo, fueron los dueños de empresas, tierras, bancos, quienes impulsaron y se favorecieron con esta política.
Nosotros fuimos los que luchamos contra la humillación de las patronales en los talleres ferroviarios de Sapucai, allá hacia comienzos del 1900. Trabajamos por la creación de sindicatos que peleen por mejores condiciones laborales, conseguimos la ley de 8 horas laborales, presionamos para un Código Laboral que genere básicas garantías a las trabajadoras y los trabajadores; salimos a defender precios justos de alimentos y transporte, reforma agraria para la producción campesina, salud y educación gratuitas y de calidad. Por pelear para que ganemos más libertades y justicia fuimos perseguidos. La clase explotadora inventó varias mentiras para que las luchadoras y los luchadores seamos vistos como criminales, cuando en realidad, estábamos ejerciendo nuestro legítimo y digno derecho a la rebelión ante la injusticia y el Terrorismo de Estado.
Más de 20.000 personas fueron víctimas directas del Terrorismo de Estado comandado por Stroessner y asesorado por los gobiernos de EEUU. Más de 400 personas fueron asesinadas y desaparecidas con el objetivo a largo plazo de borrar de nuestra historia el proyecto de quienes tuvieron el coraje de oponerse a la barbarie y para hacernos creer que somos un pueblo sumiso. Se registran a más de 18 mil personas que padecieron torturas físicas y psicológicas de todo tipo, tanto luchadoras y luchadores como sus familiares, incluyendo menores, adultos mayores, mujeres embarazadas. Cientos de niñas y adolescentes fueron reclutadas en casas donde vivían secuestradas para ser sometidas a sistemáticas violaciones sexuales cometidas por el tirano Stroessner y sus secuaces. Estos crímenes de lesa humanidad fueron cometidos, de vuelta, por las patronales. Como el propio Estado lo registró, en coincidencia con otras investigaciones, los apellidos de quienes se enriquecieron ocupando cargos públicos, amañando licitaciones, usurpando tierras, las empresas vinculadas al poder terrorista del stronismo, son los que hoy se encuentran defendiendo el saqueo, la explotación y la destrucción de nuestro país. Son las impulsoras principales de la criminalización de las luchas sociales y de la persecución ideológica.
Las trabajadoras y trabajadores del campo y de la ciudad, fuimos quienes desarrollamos las grandes experiencias de producción colectiva agrícola, ganadera y manufacturera, pusimos a andar el servicio de transporte por tierra, agua y aire, hacemos posible los avances de la tecnología, las obras de arte, somos quienes llevamos adelante propuestas educativas que lograron sacar del analfabetismo a miles de obreras, obreros, campesinas y campesinos. Somos nosotros los permanentes organizadores de campañas de solidaridad ante la imposibilidad de que el sistema de salud cubra el derecho a la atención médica de las y los habitantes del país, ante la imposibilidad de este Estado de cubrir el derecho básico a la alimentación, de protección al medio ambiente, de defensa del patrimonio público, de bienes estratégicos que desde hace décadas intentan privatizar. Nosotros y nosotras somos de la clase trabajadora del campo y la ciudad.
Ellos, son quienes desde 1939 se fueron beneficiando con créditos de los EEUU que han ido creciendo desde que se instala la tiranía militar en 1954. La política de fortalecimiento estatal que se desarrolló con fuerza en la década de los ’40, abre paso a lo que el economista Luis Campos denominó “monetarismo neoliberal” o “neoliberalismo económico”. Los préstamos fueron dilapidados por Stroessner y su camarilla de delincuentes, dando crecimiento exponencial a la deuda pública y habilitando leyes entreguistas como la Ley 246/55 de Incorporación de Capitales, fovoreciendo a los inversionistas extranjeros por encima de los capitales nacionales, permitiéndoles remesar sus utilidades, dividendos, intereses, pagos de regalías y patentes. A esa política de liberalización económica se sumó todo tipo de corrupción y saqueo con el tráfico de influencias, la evasión de impuestos, contrabandos de todo tipo a gran escala y el inicio del narcotráfico. Todo esto fue expresión de la derecha en el poder, de quienes concentran las riquezas producidas por las mayorías a quienes explotan y roban.
Nosotras y nosotros impulsamos la paz mundial, luchamos contra la bomba de hidrógeno, enviamos brigadas de paraguayos a luchar junto a los pueblos de España y de Francia, contra el fascismo terrorista sostenido y financiado a nivel mundial por los oligopolios. Venimos tratando de comprendernos mejor entre seres humanos, esforzándonos en superar nuestras miserias, insistiendo en que mientras el Estado sea incapaz de garantizar la igualdad de oportunidades materiales para todos sus habitantes, para una vida digna, con alimentación sana, trabajo, tierra, vivienda, salud y educación, será imposible que haya paz.
Nuestro país no se desarrolló industrialmente, tuvo -y tiene- una educación mediocre, bajísimo desarrollo de la investigación y las ciencias, un sistema de salud que excluye a los pobres de la posibilidad de acceder a una buena nutrición, a atención básica en torno a enfermedades comunes, como las de índole respiratoria. Los patrones no respetan las leyes laborales y existe una enorme desigualdad, en donde hay más de 1.800.000 personas en situación de pobreza, más de 300.000 en situación de extrema pobreza y más de 7.000.000 padeciendo todas las consecuencias del saqueo y la desidia del Estado manejado por los ricos y los super ricos, que no llegan a 2.500 personas y que son quienes dirigen esta propuesta hambreadora y corrompida. Ellos son quienes están en el poder desde hace más de 100 años. Son los Wasmosy, Cartes, Vierci, Zuccolillo, Zavala, y otros más, favorecidos en buena parte de su acumulación fraudulenta de riquezas por el stronismo.
Estas comparaciones que estamos realizando las podemos intercambiar y sostener donde sea y frente a quienes estén dispuestos a dar debate. La miseria de nuestro país es el resultado de varios años de administración y ejercicio del poder de la derecha, o sea, de las patronales. Ellos son los principales responsables de la crisis que vivimos, y no les interesa el desarrollo de un sistema productivo abocado a resolver las necesidades y proyecciones de las mayorías trabajadoras. A ellos les interesa seguir encontrando ventajas para ganar más y más dinero. Esta gente está representada en el Estado por una mayoría compuesta por las bancadas colorada, liberal, Patria Querida.
Así como nos hicieron mucho daño, tanto material como moral, las mayorías trabajadoras hemos venido generando numerosas experiencias de luchas, derrotas y victorias de las cuales sacamos valiosos aprendizajes. En esas experiencias, en la identificación de la enorme fuerza que tenemos como clase, en la recuperación de confianza respetando acuerdos y buscando la unidad desde abajo, desde los lugares de trabajo, vivienda y estudio, se encuentran las claves para superar esta crisis y construir un Estado al servicio de la clase trabajadora, con probada honestidad y sensibilidad, leal a los acuerdos y con la valentía para oponer resistencia, realizar una contraofensiva y disputar poder con posibilidades de victoria.
Ellos están y permanecerán en las cloacas de la historia. Nosotros seguiremos el legado de belleza y dignidad capaz de trasmitir esperanza y hacer posible el futuro.
Foto de inicio: el tirano Stroessner de testigo en la boda Zavala-Serratti Zucolillo-Conigliaro. Foto del archivo de Nemesio Barreto.
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