Editorial del 21 de setiembre del 2020
Sin lugar a dudas, la revolución socialista en el Paraguay estará liderada por la juventud trabajadora, con su fuerza y convicción para cambiar todo lo que deba ser cambiado. Con su sensibilidad y creatividad para estimular y potenciar la participación de las mayorías trabajadoras, los sectores profesionales, intelectuales, artistas, así como de pueblos indígenas, de la niñez, de la adultez mayor, en la construcción de un proyecto político y social basado en nuestra cultura y en nuestra historia, a la vez con el contenido internacional y las exigencias de este tiempo, que supere el modo de producción capitalista e inaugure formas de libre asociación entre seres humanos para producir lo que se necesite para superar esta crisis, para desarrollar las capacidades e intereses de todas y todos, y formular nuevas referencias que aplasten esa doble moral que tanta inseguridad y desconfianza nos sigue generando.
Sabemos que debemos trabajar mucho para que la juventud trabajadora se convenza de la necesidad y posibilidad de organizar la revolución y derrocar a las patronales de sus posiciones de poder.
La ausencia de oportunidades para estudiar y trabajar, la ausencia de políticas culturales y de estímulo para el arte y las ciencias, la súper explotación perpetrada por las patronales, con las que el capitalismo somete en Paraguay a la población juvenil, son duros golpes que aplacan sus potencialidades. Las y los jóvenes reciben en promedio salarios inferiores al mínimo y son víctimas de la subocupación cuando no del desempleo y la expulsión de sus hogares, tanto del campo a la ciudad como del país hacia el exterior. De cada 10 jóvenes, 7 no tienen acceso a sistemas de jubilación ni seguro médico, además de ser cada vez más quienes se ven obligados a dejar de estudiar para trabajar y poder subsistir.
Y en ese marco, las mujeres jóvenes sufren una situación aún más terrible, con mayor explotación, menor ingreso, mayor desempleo, sometidas en los propios hogares por hábitos machistas, como parte del engranaje de un sistema que las trata como propiedad del patrón, que promueve la cosificación de los cuerpos, el adormecimiento de las mentes, que prioriza el dinero sobre la vida, que propone competencia salvaje, individualismo, consumismo superficial y una total irresponsabilidad a la hora de detener la entrega y la represión de los gobiernos de turno. A esto nos enfrentamos.
Las personas que estén vinculadas a procesos de trabajo colectivo y organizado, saben que así de devastadora como es esta realidad, así de arrolladora es la capacidad de superación que resulta de la suma de esfuerzos y talentos, catapultados por esa dignidad de quienes se disponen a lograr mejores condiciones de vida que alcancen a la patria entera.
Y para avanzar cada paso en esta batalla necesitamos a la juventud. Ese impetuoso compromiso que demuestra cuando se opone a la injusticia es fundamental, por ejemplo, para hacer frente a la propuesta del Presupuesto General de la Nación (PGN) para el 2021, que constituye una nueva ofensiva sobre la clase trabajadora, buscando eliminar las conquistas de derechos laborales, sobre todo en el funcionariado público, pero también sobre la clase trabajadora que es explotada en el sector privado.
Un primer paso es conocer a fondo el contenido del PGN 2021. Sabemos que de este gobierno no saldrá un presupuesto que cubra las necesidades de las mayorías en cuanto a salud, educación, vivienda, tierra, trabajo y jubilación, y menos con este ordenamiento de impuestos, pero es necesario analizar las dimensiones de la propuesta en nuestros espacios, exponer esta situación con decidido entusiasmo y combatividad, en todos los lugares de trabajo, de vivienda y de estudio, agitando para una amplia articulación que recupere la confianza de la mayoría trabajadora en su fuerza propia, con el impulso de esa energía que solo la juventud trabajadora es capaz de desplegar.
Hace décadas atrás, el escritor francés Paul Vaillant-Couturier había dicho que el comunismo es la juventud del mundo. Y en estos tiempos de tanta crisis, tanta angustia, tanta inseguridad, reivindicar al comunismo como la más noble, bella y joven de todas las causas de la humanidad, constituye una valiente posición que se irá extendiendo en la clase trabajadora, en la medida en que sigamos educándonos con el ejemplo de la práctica revolucionaria, responsable, seria y alegre que esa nueva sociedad viene gestando en cada lucha justa y organizada.
Ilustración de portada: David Eusebio.
Deja una respuesta