Actualidad | Por Héctor Insfrán, San Pedro.
Es admirable ver a los médicos, trabajadoras y trabajadores de blanco enfrentar la pandemia para defender vidas humanas, sabiendo que la suya corre peligro, sin las condiciones mínimas, sin equipamiento, sin herramientas necesarias y sin salarios dignos.
Igualmente es admirable el trabajo de los bomberos voluntarios, quienes cargan al hombro la responsabilidad de un Estado ausente para los pobres. Enfrentan el fuego que arrasa con furia en el campo y en la ciudad sin pedir nada a cambio, con todas las limitaciones, pero con voluntad.
Lo indignante es ver que tengan que recurrir a limosnas para mantener la infraestructura que necesitan, que carezcan de necesidades tan elementales como agua, energizantes y alimentos para soportar los estragos de los incendios. No hay presupuesto para eso.
Las acciones realizadas para enfrentar esta catástrofe son mediatizadas de forma superficial, enfocando en el heroísmo desde la idealización y ocultando las verdaderas causas del desastre ambiental, económico, sanitario, educativo.
Cada una de estas crisis tiene un responsable que tiene que rendir cuentas: el gobierno al servicio de la mafia, de los narcoamigos y sus secuaces. Es la corrupción imperante de las instituciones estatales la que organiza las condiciones para que la mafia del agronegocio nacional y trasnacional pueda destruir a sus anchas el país.
Entre las causas de esta catástrofe, podemos incluir los multimillonarios desvíos a través de sobrefacturaciones y negociados en la cúpula mafiosa de los partidos y movimientos políticos que ostentan el poder, la escandalosa evasión de impuestos por parte de las grandes estancias y empresas en connivencia con los ejecutivos municipales, departamentales y nacionales, quienes manejan las instituciones públicas con fines mercantilistas y prebendarios.
La anuencia de los politiqueros sinvergüenzas en los cargos públicos para la destrucción de miles de hectáreas de bosques, también va de la mano con el despilfarro multimillonario en los entes binacionales que sólo sirve para que se perpetúen en el poder con todo el privilegio que eso implica en este sistema.
Los supuestos representantes de los departamentos y del país (diputados y senadores), sólo se preocupan de sus privilegios y el de su entorno, mientras los trabajadores indígenas y campesinos paraguayos son condenados a sufrir las peores consecuencias de la indolencia de un Estado que los expulsa de sus hogares y los olvida. Miles de campesinos e indígenas despojados de sus tierras para dar lugar al monocultivo.
Los poderes fácticos dominan la “justicia” paraguaya, que está al servicio de la mafia para acusar, imputar y encarcelar a los que reclaman los derechos genuinos, mientras defienden a los evasores, corruptos y destructores del medioambiente. Todo el aparato estatal en contra de las organizaciones que defienden la vida, los derechos, la protección del medio ambiente, el acceso a la tierra, techo, educación, salud y los intereses generales de la población. Todas estas irregularidades legitimadas por los medios de comunicación masiva. Pero a pesar de todo, y aunque todavía no es suficiente, existen aún profesionales honestos, personas solidarias, comprometidas con la vida, con la humanidad y con el medio ambiente.
En ese sentido, es reconfortante ver a hombres, mujeres, jóvenes de la ciudad y del campo, que con profundo amor se ponen al frente de la organización colectiva y popular, organizan ollas populares y apelan a la solidaridad de la población paraguaya para que los niños y ancianos no pasen hambre.
Los indígenas, campesinos, sin tierra, sin techo, obreros y profesionales organizándose en las comunidades y en las zonas periféricas de las ciudades, buscando respuestas a las necesidades ya que las autoridades encargadas de velar por los derechos de las mayorías, son justamente quienes los violan.
Mientras exista el diálogo y confianza entre clases empobrecidas, mientras nos busquemos los unos a los otros en pos de la unidad de las organizaciones de las bases, mientras nos organicemos para potenciar nuestras capacidades, experiencias y para construir poder desde el pueblo mismo, se podrá recuperar el territorio, sellar definitivamente una identidad y desarrollar el país.
Fotografía de inicio: Incendio de Cateura. Cobertura de Adelante!
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