El caso «Eusebio Torres» o la radiografía de la impunidad

Por Jean Mersault.

Hay violencia en la sangre

Hay lodo en las conciencias

Hay siembra de olvido

de dilatada muerte en la gleba que devora el viento

Santiago Dimas Aranda, Rebelde corazón de América.

Después de muchos años, uno de los casos por crímenes de lesa humanidad de Eusebio Torres Romero, ex-comisario stronista y torturador, por fin llegó a juicio oral y público. Luego de que el tribunal rechazó el último incidente presentado por la desvergonzada defensa que recurrió en estos años a todas las artimañas posibles para intentar frenar el proceso, desde presentar una excepción de inconstitucionalidad hasta solicitar el cambio de carátula para argumentar la prescripción del mismo.

Las denuncias que abrieron esta causa son las de Carlos Ernesto Casco, su esposa Teresa Aguilera de Casco y su hermano Luis Alberto Casco, detenidos ilegalmente y torturados en 1976 en el Departamento de Investigación de Delitos de la Policía. Teresa Aguilera fue presa y torturada mientras estaba embarazada, su hijo nació en cautiverio. 

En ese marco, en la fecha de hoy 9 de febrero del 2024 iniciaron las declaraciones de víctimas y testigos en la sala 9 del sexto piso de la torre norte del Palacio de Justicia en Asunción. 

Torres Romero enfrenta así un nuevo juicio, ya que en anteriores ocasiones terminó impune; no sorprende por ello que no hayan más de nueve represores condenados. Su impunidad es una de las muestras materiales de una transición democrática inacabada; teniendo en cuenta que en 2014, durante el gobierno de Horacio Cartes, Torres Romero incluso fue condecorado por el Ministerio del Interior a cargo entonces de Francisco De Vargas (hijo). Aunque este nefasto abuelito stronista tiene en lo mínimo una veintena de denuncias que lo identifican como autor de bestiales torturas físicas y psicológicas, en las entrevistas del Informe Final de la Comisión de Verdad y Justicia (CVJ), siempre fue privilegiado con medidas. 

El Código Penal Paraguayo (CP) vigente contempla en su artículo 309 a la tortura, enmarcada en la línea de crímenes de lesa humanidad. Dicho esto, la defensa de este torturador –ahora senil– planteó que no se le puede juzgar porque esta ley no es la misma que regía en el momento de los hechos; lo que su obtuso abogado no declaró es que a pesar de que el CP vigente incorpora normas que no existían en esa época muchas de las acciones atribuidas a su cliente ya estaban reguladas por los Derechos Humanos (desde 1948 en adelante por esa organización internacional fundada sobre las bases ideológicas yanquis). En síntesis, estos stronistas sobrepasaron sus propias leyes. No tenían absolutamente ningún límite. 

Hoy estamos ante este tribunal burgués, sí, pero de igual manera es un paso importante en la medida en que las víctimas puedan confrontar con estos terroristas del Estado. En la medida en que estos casos puedan advertir de la importancia de la memoria, de la verdad y de la justicia. 

El stronismo no es que fue desterrado y desapareció en 1989, el stronismo sigue siendo esta injusticia: donde sus herederos controlan las instituciones estatales, donde sus abyectos represores pueden caminar libres por las calles, donde sus colaboradores civiles se jactan de «democráticos» en sendos artículos aleccionadores, etc. 

Esa injusticia se reproduce en una cultura consumida sistemáticamente por el silencio y la ambigüedad. Esa injusticia no se hace esperar. 

Qué tan difícil es imaginar a tanta gente implorando un poco de justicia desde hace más de cuarenta años. 

En este 2024 se cumplieron 35 años del golpe a Alfredo Stroessner, en esa línea la lucha por la memoria se extendió –como debe ser– más allá de una sola expresión humana sino que representó estas luchas a través de diversas formas y contenidos. Desde la música hasta la presentación del museo vivo en la Plaza de los Desaparecidos. Se preguntará quizá el lector o lectora: ¿a qué viene esto? Pues bien, esto tiene que ver con que, a día de hoy, la memoria también es una lucha, como tal, se disputa en los diversos terrenos que fueron cooptados por el stronismo: tantos serviles músicos, dramaturgos, periodistas, etc. 

Construir memoria y combatir al stronismo residual es algo que nos compete en la actualidad, a la vez que exigir toda la justicia posible –en este sistema– para Carlos, Teresa y Luis, lo que implica exigir justicia para cada una de las víctimas de esa nefasta tiranía, como Derlis, Julia, Antonio, Emilio, Miguel Ángel, Antonia, Faustina, Agapito, por citar a algunos de los más de 400 desaparecidos y los más de 18 mil detenidos y torturados. 

Para cerrar este breve texto, conmemorando a la vez que el día de hoy se cumplen 47 años de la desaparición de Agustín Goiburu, tenaz opositor de dicha tiranía fascista, quisiera citar un fragmento de una carta que escribió un funcionario argelino llamado Michel Hodent a Francine Faure: “yo le debo todo al que ya no está, porque nada se olvida”. 

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