Tras la manifestación convocada en Asunción por la Generación Z, la brutalidad policial dejó como saldo 31 personas detenidas arbitrariamente, torturadas así como varias hospitalizadas. El stronismo sigue latente y es la respuesta a un modelo económico repudiado por la clase trabajadora.

La movilización de la Gen Z concentró varios reclamos populares

En una iniciativa inspirada por las movilizaciones populares en Nepal, una amplia plataforma de jóvenes convocó a una manifestación pacífica en el microcentro de Asunción este domingo. La respuesta fue de centenares de personas de una diversidad de sectores: jubilados, docentes, trabajadores, indígenas, pacientes de enfermedades crónicas, etc., que canalizaron sus rabias pidiendo la renuncia de Santiago Peña y condenando la corrupción de más de setenta años de gobiernos colorados que mantiene al país sometido en un estado permanente de catástrofe para las mayorías. 

La impopularidad del presidente títere Santiago Peña va cada año en ascenso. A pesar de mostrar al Paraguay como un modelo a seguir en la región —celebrado por pares como Javier Milei—, la extraordinaria inflación de alimentos, la dramática pérdida de poder adquisitivo de la clase trabajadora, la debacle sanitaria, los reclamos campesinos, el retroceso de derechos, el genocidio de pueblos indígenas, entre otros, muestran otra realidad. Una realidad que acorrala a Peña donde va.

Un gobierno que no respeta los derechos humanos

La naturaleza pacífica de la manifestación no detuvo el violento accionar de la policía, que actuó bajo las órdenes de reprimir. La calle es de la policía, recuerda la máxima stronista vigente. La noche se extendió con diferentes muestras de violaciones a los derechos humanos por parte de las fuerzas represivas, algunas de ellas: una adulta mayor atropellada por Linces, personas acosadas y golpeadas, y 31 personas detenidas arbitrariamente en la Agrupación Especializada. 

Este Estado no nos representa

 Este es un Estado cooptado por la narcomafia, el crimen organizado, cuya corrupción es síntoma de un problema mucho mayor. Como habíamos mencionado en un editorial pasado: El Estado que funciona en el Paraguay está estructurado para favorecer a los grandes empresarios, banqueros y terratenientes. Por eso, mientras los Linces jamás atropellarán a un heredero de la dictadura, no dudan en hacerlo con una anciana.

Las fuerzas represivas no están para protegernos a nosotros. Están para proteger sus fortunas malhabidas. 

Por eso debemos desmantelar este Estado, corrupto y mafioso, y organizar otro que verdaderamente responda a las mayorías: trabajadores, campesinos e indígenas. 

La única salida real a décadas de saqueo, corrupcion y represion es la organización de las mayorías. 

Solo un Estado construido y dirigido por la clase trabajadora, campesina e indígena puede garantizar justicia, derechos y dignidad para el pueblo paraguayo. La represión del cartismo demuestra su miedo al poder popular. Nuestra tarea es transformarlo en organización y lucha concreta hacia un Paraguay donde el pueblo sea realmente quien mande.