Santiago Peña, representante del presidente paraguayo, Horacio Cartes, entre los logros de su gestión presidencial de 2025, destacó el éxito del proceso de genocidio de los 19 pueblos indígenas en Paraguay.

Por Tecún Umán

“Este logro para las diferentes instituciones del Estado, y el sector privado, constituye la base para la consolidación de la Suiza de Sudamérica como futuro hub logístico e industrial. Un Paraguay sin indígenas, un Paraguay con progreso”. Aunque tales declaraciones no hayan sido pronunciadas por Peña, no son inverosímiles. 

El sueño de un Paraguay sin pueblos indígenas: nada nuevo bajo el sol fascista

Un Paraguay sin pueblos indígenas es el sueño del gobierno colorado, del agronegocio, de las empresas de obras viales, de algunas organizaciones vecinales, de los transeúntes de la avenida Artigas, de los conductores de radio y TV en horario estelar. 

La ausencia de las palabras “pueblos indígenas” en el discurso de Peña no es una omisión. Es un simple reflejo de un proyecto de Estado abocado a la limpieza étnica. Los pueblos indígenas no existen para el gobierno, más bien, no deberían existir. 

Esto es patente a la hora de conceder licencias ambientales a empresas deforestadoras y mineras. Es explícito cuando las autoridades responden sin ninguna vergüenza priorizando las cuantiosas inversiones que buscan usurpar territorios indígenas. Es obvio cuando las fuerzas estatales desalojan a los pueblos de sus propios territorios.

El Estado paraguayo, en su exhibición de fuerza desproporcionada contra bebés, niños, embarazadas y ancianos de pueblos originarios, muestra cómo, lejos de estar ausente, está presente con vehemencia para cometer crímenes de lesa humanidad.

La omisión de Peña es tan solo un sinceramiento de las diferentes políticas orientadas a expulsar a los pueblos indígenas de sus tierras y exterminarlos, ya sea a base de hambre, sed, emergencias climáticas, condiciones infrahumanas de vida en las ciudades, la trata, o directamente, ejecuciones por parte de elementos paramilitares. 

Un momento: ¿por qué quisiéramos que Peña mencionara a los pueblos indígenas?

Aunque este artículo se suma a las múltiples críticas de asociaciones y figuras públicas respecto a la predecible omisión —por parte del actual presidente nominal—, de pueblos anteriores a la conformación del Estado paraguayo la pregunta que surge es: ¿por qué debería mencionarlos siquiera?

¿Por qué el Estado paraguayo, que constituye la continuidad de un proyecto colonial del año 1524, debería imponer el término “paraguayos” a las naciones originarias cuyos territorios ocupa? Un Estado cuyas instituciones, nombres de calles, etc. reivindican aún las figuras de colonizadores, cuya capital, la “Madre de Ciudades” sigue siendo celebrada por su rol como punto neurálgico para la expedición colonial y el sometimiento de naciones originarias del Cono Sur. 

Nada debería sorprender. Estamos en —para usar los mismos términos del actual gobierno— un hub de colonización.

Un colonizador es un colonizador, sea paraguayo o sea español

Santiago Peña en su olvido comete un acto impensable: es honesto. Una característica de esta variante cartista del gobierno colorado es la brutalidad de sus formas, fruto de la soberbia de quien se cree invencible. 

El desafío desde el campo popular es articular con las luchas de las diferentes naciones originarias. Tan solo una revolución trabajadora, campesina e indígena podrá poner fin a la barbarie. 

Tan solo una revolución popular podrá detener la gran maquinaria de muerte que es el Partido Colorado de las patronales.