Breve nota sobre las declaraciones del recientemente nombrado ministro de salud, Felipe González.

Opinión | Por Jean Mersault.

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Hoy escribo con una rabia que no deja de ser razonable. No pretendo justificar las próximas líneas de este texto de actualidad pero me parece necesario en este momento mencionar la sanidad pública y el enfoque del criminal gobierno de Santiago Peña, o sea Cartes. 

“Tu salud no puede esperar”, escribió Peña al presentar como ministro de Salud al médico, ex director del INERAM, Felipe González. Entre las habituales mentiras, la de esta presentación es una imprescindible para extender la idea de que, aunque todo su entorno tenga hospitales privados, el gobierno central daría espacio a la salud pública. Aunque la mención en este artículo no tiene que ver con creer o no las afirmaciones del presidente electo sino con el contraste de lo que venía siendo su propaganda. Lo que genuinamente esperé era que no hicieran públicas sus cartas tan rápidamente, que no hicieran alarde del enfoque neoliberal hasta muy avanzado el período. Han demostrado mi error. Asumen el gobierno con el descarado ego correspondiente. 

La deshumanización de la clase trabajadora, precarizada y destruida por la estructura del modo de producción capitalista no es más que, en su conferencia de prensa, una declaración moralizadora, casi pedagógica, donde el ministro nos alecciona e indica: ¡Deben comenzar a madurar!

González dice preocuparse por los amparos presentados por los pacientes porque los costos son demasiado altos para el gobierno, el gasto es inmenso y muchas veces ya no tiene razón de ser continuar, crear falsas expectativas. Y quizá hay un punto en esto pero, ministro, ¿está mal luchar por vivir? Considero que cada persona que ha pasado por la sanidad pública es lo suficientemente madura para comprender que el problema no son solo los amparos ni que “gastar tanto” sea el drama central.

El ministro se dio el lujo de hablar de la dignidad humana, ¿de qué dignidad habla? Sobrevivir a una enfermedad asumiendo deudas, rompiendo cada alcancía, deshaciendo la vida que se tenía y encima tener que lidiar con la patronal que te despedirá ante cualquier mínima falta. La dignidad no implica solamente recibir atención médica, pública y accesible (que no es nuestro caso), sino también poder vivir con tranquilidad y desarrollar nuestras capacidades para poder ofrecerlas a la sociedad y poder satisfacer nuestros intereses, trabajar para eso, para nosotros mismos, y no para que Cartes y su entorno se haga más rico.

El cartismo no está contento con destruir todo lo público y reforzar las puertas giratorias, ahora necesita además sentirse superior moralmente. Nos da clases de moral en la mañana de un jueves cualquiera.

Precisan convencernos de que la gente morirá de todas formas y que es un malgasto requerir a la sanidad pública atender cada caso hasta lo último posible. Pareciera que la deshumanización es hoy una exigencia de la sociedad tal como está constituida actualmente, para seguir reproduciendo las mismas formas de relaciones sociales basadas en la explotación, en el despojo y en la opresión. 

Esta declaración es una afrenta a cada una de esas personas que ahora mismo están recorriendo los interminables pasillos de los hospitales públicos buscando ser atendidas, también lo es para todos esos médicos a los que llamó “desesperados” que, a pesar de sus lamentables condiciones laborales, no olvidan que sus pacientes son humanos. La situación es esta, no hay posibilidad de encontrarnos en un punto medio con la planificación del proyecto colorado, es más que evidente. 

He visto la comunidad de sufrimientos en Areguá, las veces que me tocó formar filas, retirar medicamentos, sacar turnos para consultas, el piso lleno de polvo, las estructuras tambaleantes, el malabarismo para conseguir lo que sea que se necesite, el rostro de aquellos que vienen de mucho más lejos; eso no se olvida, eso radicaliza. Es un momento en el que debemos pensar en ellos y pensar en nosotros. Evaluar nuestras condiciones, asumir nuestro sufrimiento pero para motivarnos a enfrentar el estado de las cosas. 

He visto como en el INCAN no alcanzan los medicamentos, en IPS se malversan fondos, en los hospitales públicos en los diferentes departamentos colapsan (en ambos sentidos de la palabra); el Estado se jacta de asegurar ciertos derechos para justificar su existencia, hoy este mismo Estado está más preocupado por las ganancias, el gasto y por conseguir la suficiente información para hacer rentable en los siguientes años sus conglomerados de empresas. 

Sí, he visto las injusticias de un sistema que pretende moralizar a una población profundamente herida. Sepan disculpar también la referencia al estilo barrettiano y sepan excluir de ella a las y los médicos comprometidos que batallan y padecen estas mismas circunstancias, pero aquí en el país más desdichado de la tierra no hay nada que Barrett ya no lo haya escrito:

No he hallado médicos del alma y del cuerpo de la nación; he visto políticos y negociantes. He visto manipuladores de emisiones y de empréstitos; boticarios que se preparan para vender al moribundo las últimas inyecciones de morfina… 

La vida de la clase trabajadora no vale el gasto, nos dicen. Podemos responder en las calles el 15 de agosto, podemos responder con organización y refutar ese discurso que hoy nos deshumaniza.


Imagen de portada: Al frente el ministro de salud designado por Santiago Peña, Felipe González.