Memoria del Futuro | Por José Miguel González Acosta


A 50 años del secuestro, tortura, asesinato y desaparición de Miguel Ángel Soler, Derlis Villagra y  Rubén González Acosta, mi hermano, en la Plaza de los Desaparecidos se conmemoró el pasado sábado 29 de noviembre, desde las 18:30,  la vida de nuestros/as compatriotas víctimas de la represión stronista y el Operativo Cóndor.

Mi hermano Rubén:

Hay veces que quiero estar sentado en cualquier banco de la vida junto a mi hermano Rubén, para escuchar en el timbre de su voz verdades que son antorchas en medio de la penumbra, como señales en ese bregar esperanzado y difícil, cuyo horizonte sigue siendo la justicia social en el Paraguay. 

Rubén era para mí un ser excepcional, un hombre nuevo, distinto, quien poco a poco fue introduciéndome en el dominio del pensamiento y en la acción. Era coherente y digno ante los demás seres humanos, con el valor para enfrentar la verdad, los obstáculos y vencerlos. Quedaba boquiabierto cuando solía debatir a fondo los temas más diversos. Con espíritu edificador yo iba desarrollando la capacidad de escuchar pacientemente. Más adelante supe que es la condición indispensable para saber y entender al otro, sus motivaciones, intenciones y propuestas. Mi hermano decía que sin oídos atentos nunca sabremos nada, ni de lo humano ni de lo divino, y que por diferentes que sean los criterios, su ventilación argumentada nos hace crecer, enriquecernos y que por regla general, de las discrepancias surgen las mejores ideas. La firmeza en sus principios quedó demostrada cuando enfrentó la tortura y no delató a ninguno de sus camaradas, esa ética suprema que no se puede perder aun ante la muerte, porque quien la pierde, jamás la encuentra. Rubén, amante de la belleza más profunda, pero fiero y vertical en la defensa de su pensamiento, era consciente de su destino, de tener sobre sí el estigma de ser un comunista. Para él la única opción, “que no es un delito” –decía- de los revolucionarios honrados.

Elvira Herrera de González, compañera de Octavio Rubén. Foto: Gentileza de la Familia González Acosta.

Hijo de un país cuya verdadera emancipación está pendiente, hoy, hubiera seguido rompiendo lanza contra aquellos que traban el avance hacia una sociedad superior. Él, para quien la coherencia y el esfuerzo personal en aras de los demás eran religión, fue secuestrado por policías de civil el 3 de diciembre de 1975, en su lugar de trabajo, la Central Hidroeléctrica Acaray. Fue trasladado a Asunción. Estuvo recluido en el Departamento de Investigaciones y también fue visto en Vigilancia y Delitos. Fue sometido a vejaciones y torturas. Posteriormente lo asesinaron.También apresaron a mi madre, Petrona de Jesús Acosta, diabética, con 65 años. Estuvo en el penal de Emboscada casi tres años. “Recordar es fácil para quien tiene memoria; olvidar es difícil para quien tiene corazón”, escribió alguna vez Gabriel García Márquez.

Y este hermano entrañable -quien cumpliría 80 años el pasado 20 de noviembre. Es un desaparecido más de la dictadura de Stroessner y a quien los hermanos y familiares que aún vivimos aguardamos el día en que podamos darle sepultura, porque nunca se olvida a un ser amado, sólo se aprende a vivir sin él.