Editorial del 5 de agosto de 2025
En el siglo 15, apenas descendido a la bóveda de la basílica de Saint-Denis el ataúd del rey Carlos sexto, se anunciaba su muerte y la inmediata ascensión al trono de su hijo, el nuevo rey Carlos séptimo. “El Rey ha muerto, ¡Viva el Rey!” era la contradictoria frase que se hizo famosa.
En ese sentido y atendiendo la crisis que nos golpea hace varios años, podemos decir: “El movimiento social ha muerto, ¡Viva el movimiento social!”, aunque en este caso hablamos de organizaciones colectivas compuestas por muchos seres humanos, por lo que la muerte no es tan evidente como el real fallecimiento de una persona.
Sin embargo, la debilidad y crisis de sindicatos, centrales obreras, movimientos campesinos, movimientos indígenas, estudiantiles, culturales, barriales, nos obliga a buscar una síntesis que aporte claridad respecto a las tareas de las mayorías trabajadoras que buscamos un país libre y justo.
Los cambios favorables en educación, salud, vivienda, transporte, trabajo, cultura y diversión, son el resultado de luchas organizadas que logran tumbar a quienes dominan y tienen poder que lo utilizan para perjudicarnos. Y cuando estos dominadores son una minoría en nuestro país, es fundamental entender qué hacen bien ellos y qué hacemos mal nosotros para que los que son menos nos dominen a quienes somos mayoría.
Este domingo que pasó, desde la iglesia católica, el arzobispo de Caacupé, Ricardo Valenzuela dijo que “la idolatría del dinero nos está destruyendo”, volviendo a las personas insaciables e inescrupulosas. Por su parte, el cardenal Martínez llamó al rechazo de “la compra de silencios”, en alusión a la decadencia que se expresa en coimas y sobornos para callar reclamos de derechos o evidencias de corrupción. De esta manera, la religión más grande del Paraguay volvió a sumar su voz para identificar a la cultura dominante que nos enferma y divide.
La minoría dueña de los recursos como empresas, fábricas e industrias, bancos, tierras, nos explota y además construye una cultura y una educación que nos divide y nos hace creer que compitiendo entre nosotros, empujándonos, pensando como ellos, tendremos mucho dinero y felicidad. Siempre insisten con su lema “el que quiere, puede”, o con el otro que dice “el pobre es pobre porque quiere”. En esto es muy buena la minoría, en promover una ideología individualista y competitiva.
Con una educación y una cultura que nos hacen de menos, que dan protagonismo y prestigio a los patrones que supuestamente “nos dan trabajo”, que nos muestran que quien posee poder tiene que aprovechar e inclusive robar para hacerse rico, lo que logran las minorías es organizar la perversa carrera y pelea de “todos contra todos”, idolatrando al dinero y colocando como fin el enriquecimiento sin que importe la manera en que se accede al bienestar económico. Y solventan esta práctica con un discurso contrario a sus prácticas, desarrollando la cultura de la doble moral que tanto daño nos hace a la salud mental.
La mayor parte de la actual dirigencia de las organizaciones sociales está en crisis. No logra acercar, estimular ni generar confianza en la gente. Buena parte del problema es que esta dirigencia piensa y siente como los patrones, quiere vivir como los patrones y, al ver y sentir la naturalización de la corrupción y la carrera-pelea individual por el bienestar (que creen que es exclusivamente material y se relaciona con la posesión de bienes de lujo y mucho dinero), utilizan a sus colegas (trabajadores, campesinos, indígenas, estudiantes, vecinos) para negociar el mejor pasar de la dirigencia, sumando su labor y acción al servicio de la minoría que nos domina.
Necesitamos parir un nuevo movimiento social, orgulloso de su más rica historia insobornable, colectiva, leal, valiente y combativa. Un movimiento social diverso en su composición, con decisivo protagonismo juvenil y de mujeres, muy claro en la defensa de la clase trabajadora, que es la que todo produce. Un movimiento social que goce y sienta felicidad en la dignidad de no entregar los derechos colectivos y que disfrute de la unidad y la representación de miles de trabajadoras y trabajadores de la ciudad y el campo. Este movimiento no es inexistente hoy. Tiene varios embriones en desarrollo, que vienen mostrando la belleza de pensar, trabajar y luchar colectivamente.
Sabemos que el nuevo movimiento social es minoritario aún y no tiene la suficiente estructura para terminar de enterrar al viejo movimiento social. Así como estamos seguros de que la concentración de nuestras tareas se debe ubicar en el cuidado y el desarrollo de estos embriones, que son también los embriones de la nueva sociedad que tendrá la fuerza para destruir el viejo Estado y construir uno nuevo capaz de expresar la coherencia necesaria que la justicia social, el bienestar mayoritario y la belleza reclaman.