Opinión | Oscar Herreros Usher
Es por todos conocido el revuelo que se desató ante las declaraciones de un senador respecto al precio de la carne vacuna y de los cortes a los que podían o no acceder las y los trabajadores.
Sin entrar a reseñar los airados comentarios de muchos ciudadanos, ni los análisis en los diversos medios de prensa, ni los memes que profusamente circularon en las redes sociales, centrémonos en la carta abierta desde el uniforme redactada por trabajadores de la seguridad privada, dirigida en especial a la diputada cartista Rocío Abed quien afirmó que “en Paraguay vivimos muy bien” y al senador colorado Luis Pettengill quien dijo que “la carne es accesible, que el puchero es barato”.
Las expresiones vertidas en esa carta abierta reflejan la realidad de la clase trabajadora paraguaya con mayor agudeza y precisión con las que podría hacerlo el más serio estudio sociológico.
Escriben los guardias de seguridad privada:
No, señora diputada. No, señor senador. Nosotros no vivimos bien. No vivimos bien. Vivimos cansados. Trabajamos 12 horas al día, 6 o 7 días a la semana, por el salario mínimo. Cuidamos bancos, hospitales, shoppings y empresas. Mientras tanto, nuestros hijos nos ven solo de noche, si llegamos a tiempo. Vivimos sin contrato, sin IPS, sin horas extra pagadas, sin feriados reconocidos.
Es exactamente como vive la mayoría de las y los trabajadores. En muchos casos con jornadas de trabajo de más de 8 horas, y las horas extras no son pagadas como manda la ley. Esto, sumado a largas horas hacinados en ómnibus desastrados y que tardan mucho tiempo en llegar, les impide una adecuada convivencia familiar imprescindible para un normal desarrollo emocional y afectivo de los hijos. Cansados, porque para compensar la jornada laboral extendida y el tiempo perdido esperando el colectivo deben restar horas al sueño. Viven sin contrato, es decir, en la informalidad, en la precariedad, sin seguridad social, sin posibilidad de jubilarse cuando llegue la vejez. Ni qué decir de feriados, de vacaciones. A todo esto se debe agregar la angustia, el temor de ser despedidos en cualquier momento y por cualquier razón, mejor dicho, sin razón alguna.
Sigue la carta abierta:
Almorzamos pan y cocido, porque el puchero que ustedes dicen que es barato, ya no lo podemos pagar. ¿Saben cuánto cuesta un kilo de carne? ¿Saben cuánto cuesta un pasaje de colectivo? ¿Saben cuánto nos queda después de pagar pasaje, comida, alquiler y deudas? Nos queda bronca.
Muchos trabajadores cobran apenas el salario mínimo legal. Y muchos más ni siquiera eso, dado el elevado nivel de informalidad. Es más, senadores y diputados, incluyendo a los nombrados, han aprobado una ley que permite pagar menos que el salario mínimo, la famosa Ley de mipymes. En el artículo “¿Realmente disminuyó la pobreza en Paraguay? Un análisis crítico de los datos del INE”, se había mostrado que una gran proporción de las familias trabajadoras de cuatro miembros no supera el nivel de pobreza con base en datos oficiales, a pesar de que la presentación gubernamental pretendía que la pobreza en el país se estaba reduciendo año tras año. Y sí, esta situación produce bronca:
Porque mientras ustedes discuten cómodos, con aire acondicionado, nosotros trabajamos bajo el sol, bajo la lluvia o el frío, por un sueldo que no alcanza ni para vivir ni para morir con dignidad.
Unos cuantos legisladores son empresarios, forman parte de una oligarquía que no sólo desconoce las condiciones de vida de las y los trabajadores, sino que los desprecia. Ellos creen y hacen creer el cuento de que hay personas que merecen vivir bien, los emprendedores, los que se levantan gracias a su esfuerzo, y otras que viven mal por su propia culpa, los haraganes, perezosos, viciosos. Otros legisladores llegan a esa posición para pasar a pertenecer al primer grupo. Viven de espaldas al pueblo. A ellos les dicen los guardias:
Dejen de hablar del pueblo si no conocen el hambre. Dejen de opinar sobre lo que no viven. Salgan de sus oficinas y miren a los ojos a un guardia de seguridad. Ahí está el Paraguay real. El que ustedes no quieren ver. Porque el Paraguay real no se ve desde un curul. Se vive en los puestos de guardia, en los pasillos de los hospitales, en las calles y en cada rincón donde un trabajador lucha por llegar a fin de mes.
Ese pueblo, en el que según la democracia burguesa reside la soberanía, al que esos legisladores dicen representar, en cuyo nombre dictan leyes. Pero leyes en su propio beneficio, en favor de los intereses de los patrones, de los empresarios, de los dueños de las tierras, de los banqueros y en contra de los derechos de la clase trabajadora. Por eso es necesario desmontar este Estado en que vivimos y sustituirlo por uno nuevo, dirigido por los trabajadores, por los que producen todos los bienes y servicios que se compran y venden en la sociedad.
Lo más probable es que a los legisladores, en su mayoría, ni les importe lo que les informan los guardias de seguridad en su carta. Ellos miran otras cosas, se ocupan de sus intereses, de los negocios que puedan hacer gracias a su posición de poder e influencia. Pero la carta contiene un elemento apenas esbozado que debería hacerles sudar frío, llenarlos de miedo:
Nos queda bronca. Y esa bronca la estamos convirtiendo en organización.
Decir que hay bronca es plagueo impotente. Decir que se pasa a la organización ya es subversivo.
Lo subversivo es la organización de la clase trabajadora. Es lo que marca la diferencia entre la bronca, la resignación, el desánimo, por una parte, y la voluntad de lucha, por otra. La organización en sindicatos para defender y conquistar derechos laborales, económicos y sociales. Y en un estadio más elevado, la organización política para conquistar el poder y transformar el Estado, para pasar de la sociedad dominada por la burguesía, los banqueros, los terratenientes, los patrones, los narcos, el crimen organizado, a una sociedad dominada por las y los trabajadores.
Pero no basta la organización. Es necesario que las y los trabajadores entendamos que nos encontramos sometidos a una relación de explotación. Que entendamos que somos nosotros, con nuestro trabajo, quienes producimos todos los bienes y servicios. Que porque son dueños de los medios de producción, las fábricas, las maquinarias, la tierra, los bancos, los patrones se apropian de la mayor parte de lo que se produce, dándonos apenas lo necesario para sobrevivir y seguir trabajando, muchas veces ni siquiera eso.
Los comunistas, obreros, campesinos, intelectuales, empleados de servicios, nos hemos organizado en un partido que tiene por finalidad mostrar a los trabajadores no la condición en que se encuentran, que ya lo saben de sobra como muestra la carta de los guardias de seguridad, sino las causas de esa situación, que la solución no se limita a reclamar mayores salarios, mejores condiciones laborales y de vida, sino que es necesario superar el modo de producción capitalista y para ello tomar el poder y transformar el Estado, es decir, hacer la revolución socialista.