Por Luiz Brizuela
La soledad es un tema que desde la pandemia de COVID-19 viene ganando interés. Pero la pandemia no creó la soledad, sino que ayudó a destapar y profundizar una soledad que ya existía antes.
¿Por qué la clase trabajadora no puede sostener vínculos significativos?
Mientras el día más frío del año se escurre en la semana, muchas trabajadoras y trabajadores se cuestionan su soledad y desean el calor humano para pelear contra el invierno. Es un momento importante para reflexionar sobre el carácter de nuestras relaciones en la actualidad.
Ya en los 60, el relato La Autopista del Sur (2) advertía sobre el carácter cada vez más coyuntural de nuestras relaciones y vínculos, y detrás de lo coyuntural, una fragilidad palpitante. El cuento de Julio Cortázar explora a un grupo de personas que, atascados durante un largo tiempo en el tráfico, comienzan a relacionarse entre sí desde el cuidado, incluso llegando a convertirse en padres, en el caso de dos personajes. Una vez que por fin se destapa el tráfico, cada personaje en su auto desaparece en la rapidez de la carretera, hasta que se vuelve imposible que exista nuevamente un contacto entre ellos. Fueron tragados por la inmediatez con que se desarmó aquella situación coyuntural.
La historia es una metáfora que representa con mucha precisión lo impredecible de nuestras vidas atravesadas por la necesidad y el azar. Una característica valiosa de este relato es que revela una preocupación que ya tomaba forma en los 60, pero que se acentuó con el paso del tiempo. Más de seis décadas después, nos encontramos ante realidades cada vez más impredecibles para la clase trabajadora.
Una pandemia de soledad
La soledad no es solo un sentimiento triste, es también un peligro para la vida. Existen estudios que demuestran que el efecto del aislamiento social en la salud es comparable al de la presión alta, falta de ejercicio, obesidad o incluso fumar 15 cigarrillos al día. (3) Estos peligros se agravan cuando la soledad se vuelve crónica. Ayer, la Comisión de Conexión Social de la Organización Mundial de la Salud publicó un informe que revela que 1 de cada 6 personas padece soledad, y que cada hora 100 personas mueren por causas ligadas a la soledad, más de 871.000 muertes anuales en el mundo. (4) El informe señala que estamos muy conectados digitalmente, pero que aún así muchos jóvenes se sienten solos. Por supuesto, recomienda saludar a un vecino, comunicarse con amigos e incluso sumarse a un voluntariado. Irónicamente, a la par reconoce que la causa de la soledad puede deberse a la mala salud y bajos ingresos entre otros. Cabría preguntarse de dónde saca uno dinero y tiempo en estas condiciones de explotación para sumarse a un voluntariado.
Trabajo precario en Paraguay: ¿Por qué la juventud no tiene tiempo para los amigos?
El 12,5 % de la población juvenil se encuentra en situación de desempleo (INE, 2023). Según datos de la Organización Internacional del Trabajo -OIT- el 64 % de jóvenes trabajadores no cuenta con contrato ni acceso a seguridad social. En el sector rural este porcentaje aumenta a 82 %. El 41 % de la clase trabajadora en Paraguay gana menos del salario mínimo (INE, 2025). A todo esto se suman los problemas que conocemos muy bien, como la pésima calidad del sistema sanitario, del transporte público bajo gestión privada, el excesivo precio de alimentos y alquileres, en resumen: una vida indigna. Ante todas estas condiciones, la juventud trabajadora se mueve por la urgencia de las necesidades, bajo el peso alienante de la explotación, y con los consuelos anestesiadores del entretenimiento superficial ocupando grandes porciones del poco tiempo libre que nos sobra. No resulta raro que en este contexto sea más difícil realizar esfuerzos materiales y psicológicos para cuidar y desarrollar vínculos importantes.
Es este el verdadero motivo de nuestro aislamiento colectivo: en el marco del modo de producción capitalista, no existe un verdadero interés en que los seres humanos desarrollemos aptitudes que nos permitan vincularnos de forma profunda y significativa. Ni siquiera existen condiciones materiales para que la clase trabajadora sostenga sólidamente en el tiempo sus relacionamientos de amistad, de pareja y de familia. ¿Cómo hace un grupo de 5 amigos de la infancia para encontrarse regularmente cuando dos de ellos trabajan todos los fines de semana en Tupi, y 1 de ellos trabaja horas nocturnas en Biggie, y los otros 2 estudian en universidades privadas mientras trabajan en la informalidad para pagar sus estudios? ¿Cómo hace una pareja de jóvenes para poder verse cuando dependen de sus padres, o el alquiler es más de la mitad de su salario, o no tienen auto para movilizarse por las noches o los fines de semana, o dinero para pagar una merienda juntos? ¿Realmente tenemos miedo al compromiso, o no tenemos plata?
Circulan en redes sociales ideas que justifican nuestra forma de relacionarnos. Podría ser que nos sentimos responsables y precisamos crear narrativas para justificar nuestra falta de cuidado en las relaciones. Sería importante que entendamos que no somos responsables individualmente de esta situación. Una de las ideas que surge como narrativa para naturalizar esto es que las “verdaderas amistades” son aquellas en las que los amigos pueden ignorarse todo un año, pero ni se enojan ni dejan de ser amigos. Esto es solo una forma de esconder que no contamos con los recursos para trabajar, estudiar, y a la vez mantener nuestras amistades. En realidad, las amistades son relaciones que merecen cuidado, atención y dedicación, y no es algo positivo que las amistades se permitan desaparecer de la vida de los otros.
No se trata de tener las mismas relaciones siempre, sino de criticar el poco margen que nos queda para poder disfrutar nuestras conexiones humanas. Este poco margen que nos queda nos limita a relacionarnos en el marco de nuestras situaciones particulares y coyunturales, tal como se representa en La Autopista del Sur. Tal vez tenemos un profundo cariño por nuestros compañeros de trabajo, o de facultad, o de colegio, o de algún grupo de lectura. Pero todas esas relaciones reposan en la fragilidad de la coyuntura, y en cualquier momento podemos o perder nuestro trabajo, o vernos forzados a migrar a otras ciudades u otros países, o dejar de tener dinero para poder pagar la participación en aquél grupo de lectura, y con esa misma incertidumbre y rapidez se deshacen nuestras relaciones.
Este poco margen que nos queda, también puede empujarnos a encerrarnos en las pocas relaciones que podamos sostener en el tiempo: en los domingos en familia, o en las relaciones de pareja en las que es mucho más sencillo combinar gastos y agendas, alejándonos de nuestras amistades para centrarnos en esos pocos vínculos que sí son posibles.
De Cortázar a Kollontai: La fragilidad de los vínculos en el capitalismo
Alexandra Kollontai ya criticaba que estas relaciones de familia y de pareja se basan en la lógica de propiedad sobre el otro, por ello, nunca relaciones de estas características podrían saciar completamente la sed por conexión humana de la clase trabajadora. “Pretendemos siempre conseguir por entero, sin excepción, al ser querido en cuerpo y alma, y somos incapaces de respetar la más simple fórmula del amor: acercarnos al espíritu del otro con el más atento cariño (…). La humanidad sufre aún el frío de la soledad moral, y no puede sino soñar en ese siglo mejor en el cual todas las relaciones humanas estarán impregnadas de sentimientos solidarios, forjados en nuevas condiciones de existencia”. (5)
Este modo de producción limita la cantidad y calidad de las relaciones que podamos tener. Incluso si hacemos el esfuerzo para encontrarnos con algún vínculo, estamos cansados de la explotación, y no podemos ser nuestras mejores versiones cuando vivimos esta explotación. Acá se encuentra el verdadero sufrimiento de la soledad: una persona puede tener muchos amigos en redes sociales o en su trabajo, pero la verdadera soledad se trata de la ausencia de vínculos significativos, los cuales requieren de un cuidado que no todos y no siempre tenemos las condiciones de desarrollar.
Llevamos arrastrando la soledad un buen tiempo, específicamente desde el dominio global del modo de producción capitalista. Cuando la soledad se vuelve crónica, no solo ingresa el temor a la salud o la propia vida, sino a nuestro sentido de humanidad. Una vez crónica, la soledad impide que deseemos conectarnos a los demás por temor al rechazo, e incluso obstruye nuestra capacidad para interpretarnos los unos a los otros. Está comprobado que cuanto más solos nos encontramos, mayor atención prestamos a los gestos y tonos de voz, pero menos sabemos interpretar a las personas (6), lo que nos lleva a tomar posturas defensivas que nos distancian. Es asustador pensar en un futuro en que el capitalismo continúe como modo de producción dominante, y las grandes mayorías de la clase trabajadora nos encontremos en la miseria y pobreza, explotados e infelices, incapaces de entendernos y cuidarnos como seres humanos. Pero también es asustador este presente, donde ya se extiende una epidemia de soledad, y donde el suicidio está cada año en las principales causas de muertes en adolescentes y jóvenes.
¿Cómo construir conexiones reales en un sistema que nos aísla?
Para evitar la soledad, necesitamos estar verdaderamente conectados con nosotros mismos, con nuestros vínculos más directos, y con algún proyecto colectivo que sea superior a nuestra mera individualidad. (7) Alexandra Kollontai hablaba de las sombras de esas nuevas relaciones que vendrán una vez superado el modo de producción capitalista. Con ello se refería a que en el marco del capitalismo, no podemos saber cómo serán esas relaciones exactamente, pero sus múltiples y diversas formas pueden intuirse todavía desde el presente, cada vez que nos organizamos desde el esfuerzo para ir en contra de esta lógica de individualismo, de propiedad sobre nuestras parejas y otros vínculos, cuando tratamos de ganarle al capitalismo el tiempo que nos sobra, y en lugar de quedarnos en la soledad de un videojuego, o una serie, nos animamos a acercarnos los unos a los otros.
La respuesta para cambiar esta situación podría ser luchar por una sociedad comunista sin explotadores ni explotados, donde podamos descubrir nuestro verdadero potencial para el arte y la ciencia, donde podamos convivir con la naturaleza, conocer el mundo, y sobre todo, tener el tiempo y las herramientas para conectarnos como seres humanos nuevos. Y mientras aún no existe esa nueva sociedad, luchar para que exista podría ser lo más cerca que lleguemos a disfrutarla en nuestras vidas.
- Título del poemario de Matías Ávalos:
- https://www.ingenieria.unam.mx/dcsyhfi/material_didactico/Literatura_Hispanoamericana_Contemporanea/Autores_C/CORTAZAR/autopista.pdf
- Loneliness, human nature and the need for social connection, capítulo 1, Jhon T. Cacioppo, William Patrick.
- https://www.who.int/es/news/item/30-06-2025-social-connection-linked-to-improved-heath-and-reduced-risk-of-early-death
- Las relaciones entre los sexos y la lucha de clases, Alexandra Kollontai.
- Loneliness, human nature and the need for social connection, capítulo 9, Jhon T. Cacioppo, William Patrick.
- Loneliness, human nature and the need for social connection, capítulo 5, Jhon T. Cacioppo, William Patrick.