Editorial del 30 de junio de 2025


“Arrojar a alguien o algo desde lo alto”, o “dejarse arrastrar por hábitos y actos extremos y peligrosos”; así define el diccionario el significado de la palabra “despeñar”. Sin lugar a dudas, Horacio Cartes como ejemplo de ser humano podrido, y su gobierno con el títere Peña, de  movimientos torpes propios de marionetas, son los que nos están llevando al pueblo paraguayo a eso: al despeñadero.

Nos arroja al peligro, intenta arrastrarnos hacia hábitos peligrosos como el individualismo ferozmente consumista, la indiferencia hacia la injusticia social, los oídos sordos ante las voces que gritan por solidaridad, honestidad e igualdad de condiciones para desarrollar las capacidades que tenemos; intenta arrastrarnos hacia la incapacidad de organizarnos colectivamente para frenar el saqueo y mejorar nuestra calidad de vida.

Miremos los precios de los alimentos, por ejemplo. A la clase trabajadora que sobrevive calculando y administrando sus ingresos, no hace falta que nadie le diga que subieron escandalosamente, porque vive esta situación de angustia y rabia a diario. Pero por si haga falta, el propio Banco Mundial, en su informe publicado el pasado 13 de junio, nos muestra que nuestro país es el tercero en América Latina con mayor inflación alimentaria, solo por detrás de Argentina y Venezuela. Es más, el informe también indica que los precios internacionales de cereales, aceites y productos agrícolas han disminuido, pero nosotros seguimos pagando más y llevando menos alimentos a nuestras casas.

Esto nos pasa porque el gobierno y el Estado se organizan y operan a favor de los dueños de grandes empresas, bancos y tierras, en particular de sus amigos, en lo que podemos denominar un gobierno de secuaces. Así, organizan los precios, ofrecen créditos para ahogarnos en intereses, no cumplen con las leyes laborales y pagan miserablemente, sin considerar horas extras ni trabajo nocturno o días feriados. Aplican las leyes que les conviene para asegurar que puedan atropellarnos mejor y ganar más dinero a costa de nuestra pobreza, haciéndonos pagar a las mayorías trabajadoras la crisis generada por el orden productivo que ya nos explota y se aprovecha de nuestros esfuerzos. Así despeñan a la mayoría trabajadora.

De esta manera es como nos atropellan sacándonos derechos, precarizando nuestros trabajos, exponiéndonos en todo sentido, nacional e internacionalmente, pero también a nivel de nuestra seguridad individual. Hace unos días, el títere que hace de presidente dijo que los ciberataques que se estuvieron y están dando en nuestro país son a consecuencia de las posiciones que el Paraguay asumió frente al genocidio palestino, y también por reconocer a Taiwán como país independiente (siendo nuestro país uno de los doce paisitos en todo el mundo que lo reconoce, y el más grande en población y economía). A esto deberíamos agregar la abierta posición del gobierno paraguayo en favor de Ucrania en la guerra con Rusia, guerra orquestada por los EE.UU., y la nefasta alianza política y militar de países de Europa y Norteamérica, conocida como OTAN.

En todo lo que sea velar por nuestros derechos, el títere presidente es prescindente. Y en temas en los que debería ser prescindente para no exponernos, toma una rastrera posición como buen alumno de los yanquis. Miles de paraguayas y paraguayos somos víctimas de chantajes porque nuestros datos fueron expuestos a consecuencia de los ciberataques, además de alinearnos a posiciones terroristas y genocidas que violan, una vez más y de manera abierta, nuestra Constitución Nacional, abriendo la posibilidad de que seamos blanco de ataque en guerras que son el resultado de la grotesca gula por el dinero que tienen los grupos de poder.

Decir “Horacio Cartes” es decir dueños de grandes empresas, bancos y tierras. Es decir capital internacional explotador y depredador. Es decir mediocridad educativa, sanitaria, científica y cultural. La lógica de los dueños del dinero nos despeña, nos deshumaniza y nos hace enfrentarnos y volvernos cada vez más miserables y mezquinos.

Salirnos de esta peligrosa y asfixiante situación requiere de esfuerzos creativos y serios de unidad social de las mayorías trabajadoras, incluyendo a intelectuales, científicos y artistas humanistas, para ejercer nuestra fuerza y avanzar hacia un plan político para construir un nuevo Estado dirigido por sus verdaderos productores: las trabajadoras y los trabajadores.