Análisis | Por Oscar Herreros Usher

Es posible que los lectores no tan jóvenes recuerden a Anastasio “Tachito” Somoza Debayle, el sanguinario opresor de los nicaragüenses que fue derrocado por la Revolución Sandinista. A fin de que no deambule desamparado por el mundo su colega en la tiranía, Alfredo Stroessner, le dio refugio en nuestra hospitalaria tierra guaraní. Aquí vivió tranquilo y feliz hasta que un certero bazucazo acabó con sus días. Prudentemente no salimos a las calles a saltar y gritar nuestra alegría pues esa sería una conducta poco saludable en aquellos días.

Cuando Somoza todavía mandaba en la tierra de Sandino, el pretendido gran demócrata Franklin D. Roosevelt dijo de él: “Sí, es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”. Roosevelt justificaba con esta frase de permisividad y tolerancia a un régimen no democrático, pero que le servía para mantener su posición en la región.

Después de apoyar y sostener a una amplia caterva conformada por gente como Tachito, Tembelo, Pinochet, Videla y su trío, Geisel, Banzer, Bordaberry, el Imperio descubrió que su destino manifiesto era promover la democracia, imponiéndola a palos si fuese necesario. Ya no hacían falta tiranos para combatir al comunismo.

Después de instalar la Escuela de las Américas, y de pergeñar e implementar el Plan Cóndor los yanquis se encontraron con que la defensa de los derechos humanos era su misión en esta tierra.

Pero ese disfraz y ese maquillaje ya no engañan a nadie, a pesar de que todavía lo siguen usando. Y han encontrado una nueva túnica virtuosa para cubrirse, la lucha contra la corrupción.

Producto de ese nuevo ropaje es un documento que se ha dado a conocer en estos días y que produjo cierta roncha, pero parece que los medios noticiosos prefieren no hablar mucho de ello. Se titula Paraguay Interagency Integrated Anti-Corruption Action Plan (Plan Integrado Interagencia de Acciones Anticorrupción en Paraguay). El documento, en inglés, se encuentra disponible en este enlace y una traducción al castellano en este otro enlace.

Por lo que dice en la breve introducción se puede deducir que existirían planes similares para otros países. El documento se refiere exclusivamente al nuestro.

La parte sustanciosa se encuentra en el capítulo denominado Contexto. Comienza ubicando el origen de la corrupción e impunidad actualmente reinantes en el gobierno de Stroessner, claro que se cuidan muy bien de reconocer que fueron ellos quienes le dieron apoyo y sostén. El malo de la película es, claro está, HC: “El ex presidente y actual jefe del dominante Partido Colorado, Horacio Cartes, dirige lo que es esencialmente una maquinaria partidista, canalizando fondos públicos y apoyo a candidatos que respaldarán al partido y asegurarán su capacidad para controlar los niveles de poder del país”. Otro personaje es todo un inocente angelito: “El presidente saliente, Mario Abdo Benítez, ha sido en general un buen socio en la lucha contra la corrupción”. Y es fácil adivinar en quién están depositadas las esperanzas: “Si bien la presencia política corrupta de Cartes (y el resentimiento hacia Estados Unidos) podría infectar a la administración entrante, Peña ha enfatizado a los medios su intención de trabajar estrechamente con Estados Unidos, incluso en materia de corrupción”.

El resto es el plan en sí. Un ciudadano ingenuo, dejando de lado el prurito que sin duda ha de causar tan descarada injerencia, podría alegrarse pensando en el gran favor que nos harán los yanquis al librarnos de la lacra que nos aqueja. Difícilmente ese ciudadano podría encontrar argumentos para oponerse a una declaración tan rotunda como esta: “si Estados Unidos continúa tomando acciones firmes y unilaterales contra intereses clave arraigados a través de sanciones, restricciones de visas y herramientas similares, creando espacio y fortaleciendo los esfuerzos anticorrupción liderados por Paraguay, y si estas acciones van acompañadas de un aumento del apoyo técnico y programático a iniciativas paraguayas creíbles. entonces se fortalecerá la rendición de cuentas y el estado de derecho y se reducirá la cultura de la impunidad”.

¿Tiene el Imperio suficientes pergaminos para presentarse como campeón de la lucha anticorrupción? Veamos. Comencemos por la cabeza, el actual presidente Joe Biden. Está acusado de proteger y ser cómplice de los negocios turbios de su hijo; sus rivales políticos están tratando de iniciarle un juicio político para apartarlo de la presidencia. El presidente anterior, Donald Trump, actualmente enfrenta un juicio por prácticas comerciales fraudulentas ante los tribunales de Nueva York; los delitos que se le imputan son falsificación de registros comerciales, conspiración para falsificar registros comerciales, emisión de estados financieros falsos, conspiración para falsificar estados financieros falsos, fraude de seguros y conspiración para cometer fraude de seguros, prácticamente los mismos que el mencionado plan pretende combatir aquí en nuestro país.

Y en relación al “apoyo a candidatos que respaldarán al partido y asegurarán su capacidad para controlar los niveles de poder del país” que le endilgan a HC, ahí están los lobbies o grupos de presión, organismos creados y mantenidos por personas, empresas o instituciones con intereses comunes y con el fin de influir a su favor, en las decisiones que toma el poder político, especialmente los legisladores. También existen los PAC (Political Action Committee) que son agrupaciones de personas o empresas que reúnen fondos y los donan para financiar campañas electorales a favor o en contra de determinados candidatos o iniciativas legislativas; claro está, después de financiar una campaña a un político y ante la perspectiva de que vuelvan a hacerlo en las próximas elecciones tienen influencia sobre él. Esto es legal en Estados Unidos. Los medios económicos y políticos de que disponen ese tipo de organizaciones son impresionantes y su influencia es enorme. Por otra parte, no es de extrañar que más de la mitad de los legisladores norteamericanos sean millonarios y cuando los miembros del Congreso presentan anualmente sus declaraciones de bienes no se les obliga a proporcionar montos exactos, sino intervalos, que a menudo son amplios.

Paraguay es también un corredor para el tránsito de narcóticos y armas, incluso hacia Europa” se puede leer en el documento. Recordemos a propósito el escándalo Irán-Contras, una operación de contrabando de drogas para financiar a los grupos armados contra el gobierno sandinista en Nicaragua. Observemos también el vertiginoso incremento de las plantaciones de coca y de la producción de la cocaína, a pesar (¿o al amparo?) del Plan Colombia. Ni qué decir de los inmensos campos de amapola, materia prima de la heroína, que proliferaron durante los 20 años de ocupación en Afganistán bajo el pretexto de combatir a los malvados talibanes.

La postura anticorrupción con que ahora se nos presenta el Imperio es tan falsa e hipócrita como lo son sus declaraciones en favor de la democracia y los derechos humanos.

Finalmente, son pertinentes dos preguntas. ¿A qué viene este asunto de fortalecer acciones anticorrupción en nuestro país? ¿A qué se debe este señalamiento a HC como el corrupto y narco por antonomasia?

Un párrafo del Contexto, que parece fuera de contexto, puede dar la primera respuesta. “Paraguay es el único gobierno de América del Sur que reconoce a Taiwán, en lugar de la República Popular China (RPC). En consecuencia, aunque Paraguay no enfrenta actualmente la influencia perniciosa de las instituciones económicas de la República Popular China, es probable que la República Popular China vuelva su mirada hacia Paraguay con renovado vigor después de las elecciones paraguayas, que se celebraron el 30 de abril de 2023. Por lo tanto, la corrupción estratégica puede ser una amenaza emergente y de importancia para nuestra posición más amplia en América del Sur”. América del Sur está siendo involucrada en la guerra mundial de EEUU contra Rusia y China. Infiltrando las diversas instituciones del Estado paraguayo con sus agentes, por ejemplo, la USAID (ay!), el Imperio se asegurará que las decisiones que se tomen a nivel local estén siempre en concordancia con sus intereses en la región y más allá (llevar la embajada paraguaya a Jerusalén es un claro ejemplo).

En relación a la segunda pregunta, no hay certezas, apenas se puede formular una conjetura. Abdo Benítez fue absuelto, quizás por los servicios prestados en el Grupo de Lima al apañar la fantochada de Juan Guaidó. No así HC, quien contó inicialmente con todo el apoyo de los yanquis pero cometió el error de no permanecer al abrigo bajo las alas del Imperio, quiso cortarse solo, hacer negocios en su exclusivo beneficio sin dar participación al amo, y eso para el país del norte es imperdonable.

Podría muy bien el señor Biden parafrasear a aquel antecesor suyo en el cargo y decir: Sí, HC es un corrupto, pero no es nuestro corrupto.

Imagen de portada: Ilustración de Pawel Kuczynski extraída de Internet.